Punto Fijo

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La niña estaba sentada allí, erguida en su pequeña silla. No veía a nadie de los que estaban en la claustrofóbica habitación blanca, sino que observaba un punto en la pared que nadie mas podía ver. No hablaba aunque se lo pidieran. Lo habían intentado, sin éxito, aquellos hombres de metro ochenta y la pequeña mujer de pelo castaño. La figurita, que era la niña, de larga cabellera rizada y dorada, quien no sobrepasaba los diez años de edad, se hallaba sentada frente esas personas, y aunque una pesada tensión se sentía en el aire, ella lucía tranquila viendo a un punto fijo. Entonces la mujer no soporto más la escena y tuvo que hablar. No entendía nada de lo que sucedía, después de todo la habían despertado a las tres de la mañana para que fuera a la estación de policía a acompañar a su sobrina que no decía ninguna palabra.

-¿Qué fue lo que paso nena? Cuéntale a tu tía lo que sucedió.

La mujer habló dulcemente arrodillándose frente a la pequeña de bata rosa. A pesar de la interrupción del silencio, la de rizos de oro no habló, tan solo le dedicó a su tía una mirada inocente, aunque siniestra, con sus ojos color esmeralda, lo que causo que la mujer se volviera a parar dándose cuenta de lo asustada que se sentía por la situación. Se cuestionaba si una niña de esa edad podía cometer un acto como el que había ocurrido hacía solo unas horas. Lo único que tenían de evidencia era un cuerpo, el cual estaba siendo sometido a estudios de autopsia, y la hija de la victima... que no hablaba.

Después de unas horas de silencio, de personas entrando y saliendo de aquella habitación austera, la niña emitió una risita y un «no» apenas audible hacia la pared. Uno de los hombres que estaba ahí salió para observar desde afuera, a través del vidrio que separaba a la niña de cuatro hombres uniformados. El otro permaneció en la habitación junto a la mujer angustiada por su sobrina, quien tan solo buscaba respuestas pero solo recibía miradas furtivas que daban miedo.

-Cariño, necesito saber que paso con mami - volvió a intentar la mujer.

-¿Por qué estamos aquí? No hicimos nada malo, yo no hice nada malo - finalmente respondió la niña.

Sus ojos verdes se posaron en los colores cafés de la tía, mostrando vulnerabilidad en su mirada. Después volvió a ver al frente y se puso a llorar susurrando «lo siento» y tapándose la cara.

-¿Qué fue lo que no hiciste? -preguntó la tía temiendo a la respuesta.

-Nada, no hice nada - dijo asustada - él y yo solo jugábamos.

La pequeña vio hacia la pared como si alguien estuviera allí. La tía no volvió a hablar, el hombre a su lado salió de la habitación y la mujer se paró y empezó a caminar por la habitación apenas iluminada y con el "solo jugábamos" retumbándole en la cabeza ¿Con quién podría estar jugando, si es hija única? Tal vez con su madre... pero ella dormía, pensaba la tía. En ese momento entró el hombre que hacía unos segundos se había marchado y le susurró unas palabras al oído, como si temiera que la infante escuchara algo. Sospechaban que la madre había muerto de un infarto causado por asfixia. Decían que el arma había sido el pelo de una muñeca American Doll, ya que se encontró un cabello rubio sintético en el cuello de la difunta. La tía se alteró aún más, ¿Cómo era posible que pensaran que esa niña tan dulce había asfixiado a su madre hasta causarle la muerte? Era algo insólito.

-Él piensa que yo lo hice, pero yo no fui - se le salió a la pequeña, volteando hacia la tía y rápidamente volviendo su vista a la pared.

-¿Qué no hiciste mi amor? -preguntó la mujer tratando de no demostrar el sobresalto que le causó escuchar las palabras de su sobrina. Su voz era fría.

-Nada, yo no hice nada, ya te lo dije - contestó asustada -. Solo jugábamos, todo siempre fue un juego - reiteró, bajando la voz.

La mujer no sabía que más pensar. ¿Qué pudo haber pasado? ¿Quién pudo hacer que esa niña matara a su mamá?

-¿A que jugaban mi niña? - preguntó.

-Muñecas - dijo inocentemente, dedicándole otra mirada dulce que le hizo erizar la piel.

-¿Con quién jugabas? - preguntó la mujer desesperada, con la esperanza de que dijera que jugaba sola, cosa que no podía ser porque ya había dicho "jugábamos" anteriormente.

-Con mama y... y quien lo hizo - dijo angustiada mientras veía la pared -. Con quien me obligó a hacerlo - corrigió.

De repente la niña se sobresaltó y rompió en llantos, mientras se agarraba el brazo como si le hubiera pegado alguien. Empezó a gritar «lo siento, lo siento» hacia la pared. «Nena, tranquila, no ha pasado nada, nadie te esta haciendo daño», le decía su tía tratando de tranquilizarla, mientras trataba de encontrar en la pared lo que la niña tanto veía. En ese momento entraron tres hombres uniformados a la habitación y tomaron a la pequeña para llevársela, provocando que el su llanto se hiciera más fuerte. Otro policía asió a la mujer, quien trataba de agarrar a la niña para que no la sacaran del cuarto. A ellos no les importaba, total, la niña ya había dicho que ella era la asesina.

Se la llevaron lejos de ese lugar. La niña huérfana no vería más a su tía, la única persona más cercana a ella viva. Se la llevaron a un orfanato para pasar sus días en una habitación aislada de todas las demás. Un cura la esperaba para hablar con ella.

Cuando al fin llegó el día de su arribo, bajó del auto viendo el establecimiento donde viviría de ahora en mas, lleno de niños jugando en la entrada. Ella llevaba un vestido morado, los rizos sueltos cayendo en su cara desordenadamente. Agarraba a su osito de peluche con una mano y con la otra tomaba la de un ser inexistente para todos, menos para ella.


-Cecilia Raya

05/11/2014



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