Capítulo XXIX

1.2K 100 28
                                    

     ¡No permitiré que esas dos desquiciadas lastimen a mis…!

     Un segundo…

     Esa chica que está junto a mí… Es…

     — ¡¡Sheryl!!

     La envuelvo en un fuerte abrazo y ella esboza una mueca de pocos amigos.

     — ¡¡Sheryl, estás aquí!! ¿Cómo llegaste? ¡¡Sabía que estabas con vida!!

     — ¡Maldición, Perla! —Se queja ella y me aparta con un fuerte empujón—. ¡No me toques!

     Es su forma de decir que también está contenta por habernos reunido de nuevo.

     —Perla.

     Escucho esa voz y es como si no lo hubiera hecho hace mil años. La forma en la que ella pronuncia las cinco letras de mi nombre es una de las tantas formas que ella tiene para demostrarme su cariño. Me giro lentamente para encontrarla y siento cómo el nudo va creciendo poco a poco en mi garganta.

     —Mamá…

     Ambas corremos para encontrarnos y fundirnos en un fuerte abrazo. Me presiona con fuerza y besa mi cabeza un par de veces.

     ¡Está viva!

     ¡Mi mamá está viva!

     — ¿Estás bien, cielo? —me pregunta, ambas lloramos.

     Asiento torpemente y vuelvo a abrazarla, aunque de pronto la felicidad se esfuma y la culpa se apodera de mí. Presiono con un poco más de fuerza y sollozo un par de veces.

     —Mamá, lamento haberte involucrado en esto —le digo con mi voz quebradiza, ella no me suelta en ningún momento—. No era mi intención que te trajeran aquí, de verdad lo lamento. Y también lamento no haber venido antes, yo sólo…

     — ¡Bien, basta ya! ¡No es momento para estas tonterías! —interviene Sheryl con violencia antes de que mi madre pueda defenderse. Sheryl avanza hasta mí, me toma por el brazo para apartarme de mamá y golpea mi cabeza con la palma de su mano—. ¡Concéntrate, maldición!

     Mamá ríe.

     — ¡Eso duele! —le reclamo a Sheryl y le devuelvo el golpe.

     — ¡Chicas! —llaman los demás con impaciencia.

     Tienen razón, debemos luchar contra ese par de entrenadoras. Pero no quiero desprenderme de los brazos de mi madre. Quisiera echar a correr con ella, irnos juntas a cualquier sitio para escondernos. A un lugar donde no tengamos que luchar contra nadie y simplemente podamos ser felices, tal y como éramos antes de que toda esta aventura comenzara. Y aún así, no puedo hacerlo. Sé que la única forma de que pueda irme a casa sin preocupación alguna es destruyendo a la Elite, aquí y ahora. Así que yo misma me alejo de mamá al mismo tiempo que Liz les entrega las Pokebolas a los demás.

     —Mamá, te prometo que saldremos pronto de aquí —le digo—. Yo me encargaré de esto.

     —Sé que lo harás.

     Me sonríe. No podría sentirme más feliz.

     —Bien, ¡escúchenme! —les digo a los demás y se forma un corro alrededor mío—. No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo y puede ser que dentro de poco tengamos que hacer uso de todas nuestras fuerzas. Así que…

     —El plan es que ustedes no participen en esta batalla —interviene Sheryl robándome la palabra—. Nosotras dos ganaremos tiempo mientras ustedes se adelantan.

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora