SIMULACIÓN 15

957 64 12
                                    




"Amín Abel Hasbún", Antonio levantó la mirada hasta ver su reflejo en la ventana del metro, "cercana a la Universidad Autónoma de Saintville".

Salió de la estación de metro y de repente, una sensación de déjà vu lo invadió. La multitud de personas que iban y venían, el aire fresco de la mañana, el olor a café y croissants y el aroma a hierba recién cortada de los parques, todo parecía haberlo experimentado antes. Su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho, como si supiera lo que estaba por venir. De repente, como un torbellino, una serie de recuerdos invadieron su mente, haciendo que soltara un suspiro profundo como si hubiera vuelto a la vida. Recordó a los chicos y el peligro que enfrentaban. Sin pensarlo dos veces, se echó a correr hacia la facultad de humanidades de su universidad, con la determinación de llegar lo más pronto posible. Sin embargo, en su carrera se topó con Marie, David e Isabella, quienes venían corriendo hacia él con la misma velocidad y urgencia. La alegría de verlos sanos y salvos llenó el corazón de Antonio, pero también aumentó su preocupación por lo que estaba sucediendo.

-¿Qué acaba de pasar? - jadeó Marie, tratando de recuperar el aliento.

-No lo sé. ¿Dónde está la piedra? -preguntó Antonio, sintiendo la urgencia en su voz.

Antes de que alguien pudiera dar una respuesta, Marie señaló el cuello de Antonio con curiosidad. Llevaba un collar con un pedazo de la piedra original como colgante. Antonio se sorprendió al tocar su propio collar y darse cuenta de que lo llevaba puesto. El colgante tenía un tamaño aproximado de dos centímetros de largo y tenía una forma ovalada, con una superficie suave y pulida que hacía que la piedra reflejara la luz de una manera fascinante.

-Chicos -dijo David, señalando un broche en su propia camisa. Era un broche elegante y brillante, con un diseño intrincado y un pedazo de la piedra original en el centro, que resaltaba sobre el metal plateado que lo rodeaba. Estaba colocado con precisión en el lado izquierdo de su camisa, justo encima del corazón.

-Marie, tu anillo -vocalizó, cogiendo su mano y observando con asombro el anillo, que tenía incrustado otro pedazo de la piedra original en él. El anillo era de tamaño mediano, con un diseño elegante y sencillo. Mientras Antonio y David quedaron atónitos con el anillo de Marie, Isabella buscó rápidamente en sus dedos si llevaba algún anillo con la piedra. Pero se percató de que en su lugar tenía un brazalete con una decoración de pedrería y un trozo de la piedra original en el centro. El brazalete tenía un diseño elegante y sofisticado, con pequeñas piedras blancas en un patrón intrincado que rodeaba el pedazo de larimar. El sonido estridente del teléfono móvil de Antonio rompió el silencio del momento. Se demoró unos segundos en reconocer de dónde venía el sonido, ya que tenía días sin usarlo. Todos los ojos se fijaron en el dispositivo cuando vieron la llamada entrante que decía "Desconocido". Antonio titubeó un instante antes de decidirse a contestar.

-¿Aló? -dijo, poniendo el teléfono en altavoz para que todos pudieran oír.

Una voz urgente sonó al otro lado de la línea, era el joven que los había ayudado en el templo, todos reconocieron su voz.

-Tienen que volver a Barahills, ahora -dijo el joven, transmitiendo su mensaje con un tono apremiante.

Todos se miraron entre ellos, preocupados por la urgencia en la voz del joven.

-¿Qué ha pasado? -le preguntó Marie- No entendemos nada -añadió con ansiedad.

-Al parecer la piedra original ha reiniciado el tiempo -dijo el joven-. Les daré más detalles cuando estén aquí.

-Estamos en Saintville. ¡A 3 horas de Barahills! -dijo Antonio.

Desde lejos, la estructura del monumento parecía una torre alta y estilizada que se alzaba majestuosamente sobre el horizonte de la ciudad. A medida que se acercaban, los jóvenes podían apreciar la complejidad de su diseño arquitectónico y su tamaño imponente. La estructura estaba construida con una mezcla de materiales modernos y tradicionales, y contaba con un exterior de granito pulido que le daba un aspecto elegante y brillante. En la parte superior de la estructura, tenía una gran cruz de bronce que brillaba con la luz del sol. Alrededor de la base del faro, había una gran explanada con hermosos jardines y fuentes. El edificio principal contaba con grandes ventanales de vidrio y estaba decorado con una serie de vitrales. La entrada solía estar solitaria, pero para su sorpresa, el lugar no estaba tan solitario como habían esperado. Había un grupo de personas reunidas en la entrada del monumento, más de veinte en total. Algunos de ellos vestían uniformes de bomberos, otros de médicos y otros parecían ejecutivos. También había personas comunes, como si hubieran salido de sus casas para presenciar algo importante. Los jóvenes se miraron entre sí, confundidos y preocupados por la presencia de tantos individuos quienes los miraban fijamente. Salieron del auto con precaución, manteniendo sus ojos en las personas a lo lejos. Uno de los desconocidos empezó a caminar rápidamente hacia ellos. Era un hombre alto y fornido, vestido con un uniforme de cocinero y tenía una mirada intensa y amenazante. Se detuvo a unos metros de distancia y, sin ninguna expresión en su rostro, sacó un arma de fuego. Era una pistola automática pequeña con un cargador grande que se podía sostener con una sola mano. Apuntó directamente a Isabella, sin mostrar signos de piedad. En un acto de valentía, Antonio se puso delante de ella, como si eso pudiera evitar que él abriera fuego. Sin embargo, el hombre apretó el gatillo y decenas de balas salieron volando hacia ellos. Sorpresivamente, ninguno de los proyectiles impactó en los cuerpos de Antonio o Isabella. En cambio, chocaron contra un campo de fuerza transparente con reflejos turquesa que los rodeaba como si de un domo se tratase. Observaron con sorpresa el cambio de expresión en el hombre que disparaba sin cesar, sin decir una sola palabra, caminó hasta quedarse solo a unos cuantos metros de ellos. Ahora con su atención puesta en David, el hombre abrió fuego sin piedad hacia él. Cada bala se detenía en su frente, suspendida en el aire como si el tiempo se hubiera detenido. David miró asombrado las balas flotando y luego movió ligeramente sus dedos para darse cuenta de que emanaba una energía turquesa que tomaba forma frente a él. Miró al hombre que intentaba asesinarlo antes de sonreír ligeramente, como si hubiera resuelto un acertijo en su mente. En un rápido movimiento de su mano derecha, hizo que las balas cayeran al suelo. El hombre estaba a punto de reaccionar cuando Antonio le dio un fuerte golpe en la mejilla que lo dejó en el suelo de inmediato. Las demás personas que habían permanecido inmóviles como zombies, comenzaron a avanzar hacia ellos como si fueran un solo cuerpo, moviéndose en perfecta sincronía y pareciendo un ejército altamente entrenado. Con cada paso que daban, la tierra temblaba ligeramente bajo sus pies, lo que provocaba una sensación inquietante y perturbadora. Antonio frunció el ceño al observar detenidamente a la multitud que se aproximaba hacia ellos. Los pasos largos y la mirada amenazadora de los individuos dejaban en claro que algo iba mal. "Creo que tenemos un problema", murmuró Antonio con voz grave y preocupada.

LARIMAR: Un misterio bajo tierra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora