Enjambre jefe (II)

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Tres más se lanzaron contra ellas, pero fueron detenidos por Golpe de Viento y rematados con flechas mientras ellas retrocedían, algo que fueron haciendo hasta que llegaron a un cruce y se refugiaron en un túnel lateral. Un par de veces no habían conseguido pararlos del todo y habían recibido algunos golpes y arañazos, pero nada excesivamente grave.

Estando fuera de la visión directa de los insectos, estos no podían lanzarse directamente contra ellas, pero no por ello dejaron de perseguirlas. Pronto se encontraron frente a ellas y con un Abismo de Viento atacándolos.

No podían seguir utilizando Catapulta, pues estaban demasiado cerca, y los más alejados no tenían un trayectoria directa, ni siquiera las veían. Así que se enfrentaron directamente a ellas, como lo habían hecho antes, agolpándose hasta ser presa de Pilar de Luz, algo que ocurrió dos veces más

Ellas no consiguieron tenerlos tan juntos como en las primeras dos ocasiones, así que desperdiciaron algo de maná en comparación, pero sí que habían conseguido rebajar sus números de forma considerable.

La lince se adelantó, saltando y clavando sus garras aquí y allá, atrayendo su atención mientras Goldmi los acribillaba a flechazos. Poco a poco, fueron quedando cada vez menos, permitiéndole a la felina atacar más y esquivar menos.

Finalmente, consiguieron librarse del último de aquellos insectos, así que avanzaron despacio, de vuelta a la caverna, recuperando fuerzas por el camino.

Eran apenas veinte los que quedaban protegiendo el paso a la siguiente planta, y la arquera se deshizo de ellos uno a uno desde la distancia. Cuando el último de ellos desapareció, sintieron que ganaban un poco de experiencia, confirmando así que habían vencido, y saliendo una pequeña hada a realizar el arduo trabajo de recoger todas las flechas.



Como siempre, habían recuperado sus fuerzas antes de avanzar a la siguiente planta. Y, como siempre, lo primero que hicieron fue comprobar si había algo alrededor.

–Dos a la derecha. Están juntos.

–Echemos un vistazo.

La elfa miró a su hermana con una mueca de no saber si reír o llorar. Aquel chiste se estaba repitiendo demasiado. Ésta sintió su mirada y se giró, sacándole su larga lengua, y casi consiguiendo que la elfa perdiera el control y soltara una carcajada.

No tardaron en ver a dos objetos circulares y planos, con un brillo amarillento, y que giraban rápidamente sobre sí mismos, flotando. Se abalanzaron sobre la felina, que apenas pudo esquivarlos, mientras la arquera disparaba tres flechas diferentes para descubrir sus debilidades.

La flecha física no les hizo un daño apreciable, y apenas la de viento, pero sí la de maná. Tampoco las garras parecían ser efectivas, pero si el Toque purificador imbuido en ellas. Eran seres nivel 24, rápidos, aparentemente inmunes al daño físico y vulnerables al mágico.

–Tiro al plato– murmuró la elfa con una medio sonrisa, mientras acababa con el segundo de ellos.

Eran rápidos, pero la puntería de Goldmi no era algo que pudiera desdeñarse, incluso contra objetos en movimiento. Había comprobado que una flecha física con Toque Purificador era medianamente efectiva, pero no tanto como una Etérea.

Su hermana había recibido un par de ataques, que le habían chamuscado ligeramente el pelaje, pero nada grave, y era evidente que no estaba preocupada.

–Estos son rápidos, va a ser interesante. Pero creo que deberíamos descansar y comer algo. Un pastel, por ejemplo.

La elfa suspiró, aunque su sonrisa divertida delataba sus verdaderos sentimientos.



–Eso es trampa– se quejó la lince.

Había insinuado que quería un pastel, y se había entusiasmado cuando su hermana había aceptado, a pesar de la sonrisa traviesa de ésta y de sentir que estaba tramando algo. Y sí, estaban haciendo un pastel, pero no un pastel de postre, sino un pastel de carne. No obstante, cuando lo probó, se olvidó de su reticencia y empezó a devorarlo.

Mientras, la elfa comía distraída, revisando su inventario, buscando ingredientes para hacer comidas que les dieran los mejores bonos posibles. No tenía muchos, y allí no podía conseguir más ingredientes, pero logró encontrar unos pocos para hacer platos nivel 23 y 28. El primero estaba ligeramente por debajo del suyo, y el segundo aún no podrían usarlo, pero se tendrían que conformar con eso.

Por desgracia, a pesar de que nunca tiraba nada, la profesión de cocina la había empezado a un nivel más alto, por lo que no tenía ni comidas preparadas ni demasiados ingredientes de los niveles actuales. Y las que había comprado preparadas habían sido consumidas en el juego mucho tiempo atrás.

En realidad sí que tenía ingredientes y comidas preparadas, pero de niveles demasiado altos. Y si bien había comprobado que podían comerlas, también había comprobado que no les daban ninguna bonificación. De hecho, estaban casi siempre comiendo platos de niveles mucho más altos que los que tenían.

De postre, la lince se tuvo que conformar con unos bizcochos finos y enrollados sobre sí mismos, rellenos de una crema helada, que provocó que se paralizara un instante al morderlo demasiado rápido, pues no esperaba que se le helaran los dientes.

–¡Podías avisar que estaba helado!– se quejó, ante las risas de su nada arrepentida hermana.

Aunque sólo se lo tuvo en cuenta unos segundos, los que necesitó para recuperarse y saborear lentamente el pastel helado. El hecho de que la elfa se despertara a la mañana siguiente estornudando, debido a que algunos pelos de su hermana habían encontrado el camino al interior de su nariz, fue sólo un accidente. O eso aseguró no muy convincentemente la felina, que a punto estuvo de desayunar raciones deshidratadas.

Pero, por suerte para ella, sus ojos muy abiertos y brillantes, mirando fijamente a su hermana cual lindo cachorro desvalido, desarmaron completamente a ésta. Aunque, más que llegarle al corazón, más que sentirse abrumada por la ternura de la mirada, tuvo que suplicar que dejara de hacerlo, pues le dolía el estómago de tanto reír.

Y es que, si bien aquella mirada puede resultar adorable en un cachorro, en una lince adulta a la que había visto luchar ferozmente contra sus enemigos, resultaba hilarante. Al menos para Goldmi.

Así que, antes de salir a explorar la mazmorra, disfrutaron de un chocolate caliente con lo que a la lince le parecía una extraña pero deliciosa pasta, llamada churros, y que se introducían en el chocolate, cubriéndolos con éste.

A la felina le costó un poco dominar el proceso, manchándose a menudo del líquido oscuro, y con poca ayuda de su hermana, que suficiente tenía en controlar sus risas. Y en preguntarse cómo los felinos de aquel mundo podían comer de todo. O si quizás sólo era su hermana.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora