Jonos Crow estaba corriendo, huyendo de una enfurecida multitud armada con palas, antorchas y una que otra hacha. No tenía la más mínima idea de por qué lo estaban persiguiendo, sólo sabía que no les había hecho nada, que lo perseguían injustamente, pero eso no les importaba, lo querían alcanzar, lo querían matar de maneras horribles y eso lo aterrorizaba profundamente.
La calle por la que corría era amplia y muy larga, a lo lejos, al final de la calle, dando la vuelta estaban dos personas en caballos, uno era el rey, la otra persona era su hija, la princesa Bella. Jonos no los veía con claridad, pero sabía que eran ellos.
-¡Espérenme, por favor!- gritaba, pero su voz era un susurro comparado con los gritos de la enfurecida gente- ¡Ayúdenme!
"Malditos" pensó "Toda mi vida ha estado a su disposición y me abandonan como si fuera un maldito perro".
Jonos estaba muy cansado, sus piernas parecían gritar de dolor, no podría seguir así por mucho tiempo, seguía corriendo cuando escuchó que alguien se le acercaba por atrás "Me alcanzaron". Estaba a punto de voltear para pedir misericordia cuando algo lo golpeó fuertemente en la nuca. Cayó a la tierra y su boca se llenó de esta. Unas manos fuertes lo voltearon para que quedara boca arriba y pudo ver a su agresor. Sabía que lo conocía, pero no podía ubicar su nombre, su cara era una mancha negra, era de estatura promedio y delgado. Trató de observar a la multitud enfurecida, pero ya no había ninguna, sólo ese hombre.
-¿Te dejaron, Jonos?-Preguntó con sarcasmo el hombre sin cara- Toda tu vida le has lamido las botas y te deja morir como si nada, eres inteligente, pero siempre fuiste ciego. Deberías darme las gracias, yo acabaré con tu ceguera.
El hombre alzó una pala por encima de su cabeza y la bajo con furia sobre la cara de Jonos, todo se oscureció por un momento, pero a los pocos segundos la luz empezó a regresar a sus ojos. Unos golpes suaves sobre madera llegaron a sus oídos y abrió los ojos.
"Un sueño, sólo eso" se dijo a sí mismo. Despertó debido a que alguien golpeaba suavemente la puerta de su habitación, apartó las pieles con las que se tapaba y se levantó de la cama, su esposa, lady Ellie seguía dormida a su lado y Jonos caminó sin hacer ruido hacia una silla en la que estaba su bata para dormir, se cubrió con ella su desnudez y entreabrió la puerta. Su sobrino Bogdan Crow estaba parado enfrente de la puerta, tenía un aspecto cansado, pero ya estaba completamente vestido. El chico tenía dieciséis años y era un chico de cabello largo y negro como todos los Crow, era de alto para su edad y al parecer, las mujeres lo consideraban agraciado, Jonos lo notaba cuando caminaban junto a jóvenes damas. Los ojos eran también negros y tenía una pequeña cicatriz en el labio inferior, lo que lo hacía parecer más intrépido, como si la cicatriz hubiera sido originada en algún combate, sin embargo, se la había ganado cuando jugaba con su primo, el hijo de Jonos con espadas de madera, cuando sólo tenían cinco años.
-¿Qué pasa, Bog?-preguntó Jonos después de bostezar.
-Me mandaron a buscarte, tío-ya tenía la voz madura, a pesar de que todavía era joven-llegó una carta y el rey solicitó la presencia de todo el consejo, al parecer es algo urgente.
-¿De dónde viene la carta?- preguntó Jonos con tono preocupado-¿Por fin lo encontraron?
-Me temo que no tío, la carta es de lord Umber, viene de Zurthur.
-Entonces será mejor que nos apresuremos, ensilla mi caballo y te veo en la entrada de la torre en cuanto me vista, puedes ir conmigo si quieres.
-Me parece bien, tío.
Bogdan giró y empezó a bajar apresuradamente las escaleras, era un buen chico, tenía muchas ansias de crecer y tomar parte en batallas y en consejos de guerra, Jonos trataba de enseñarle todo lo posible para que pudiera ser parte del consejo real algún día.
Jonos cerró la puerta y abrió su armario, escogió un jubón de seda, el cual se cubrió con un abrigo de piel. Se puso unos pantalones de lana y sus botas más cómodas. Mientras se vestía no puedo dejar de pensar en su pesadilla y en el misterioso hombre que lo asesinaba, no era la primera vez que tenía pesadillas de ese tipo, todas terminaban con el hombre sin rostro asesinándolo. Cuando acabó de vestirse se dirigió a la puerta, pero una voz lo detuvo.
¿A dónde vas, mi señor?-preguntó su esposa abriendo los ojos.
-El rey convocó al consejo, mi escudero vino a buscarme hace unos minutos, deberías volver a dormir, todavía no amanece.
-¿Por qué los convocó tan temprano?- preguntó abriendo más los ojos, como si sospechara algo- ¿Pasó algo?
-Me temo que no lo sé- contestó Jonos dirigiéndose a una ventana por la que vio la capital del reino, era una ciudad hermosa que siempre había sido muy limpia y pulcra, pero últimamente había empezado a decaer, la pobreza había empezado a afectar a todos y no parecía que a alguien le interesara, las calles lucían cada vez más sucias, y cada vez había menos risa, la mayoría de las personas lucían una cara larga y preocupada, Jonos no los culpaba, los alimentos empezaban escasear y los precios de los pocos que llegaban se alzaban hasta los cielos.-Llegó una carta de lord Umber, últimamente se ha resistido a pagar los impuestos a la corona y sus comerciantes rara vez pasan por aquí, pero espero que no sea tan grave como me temo.
-Entonces no deberías hacer esperar al consejo- Ellie parecía un poco aliviada por lo que le había dicho su esposo.- Saluda a Bogdan de mi parte, dile que venga en la tarde a buscar a Patreck para que sigan estudiando y entrenándose.
Patreck era el hijo más grande de Jonos y Ellie, el heredero de todo lo que Jonos poseía, sería señor algún día y gobernaría el Nido, o sería el nuevo consejero supremo si así lo decidía el rey. Era un chico agradable y apuesto, aunque no tanto como su primo Bogdan, los primos se llevaban muy bien, tenían la misma edad y habían crecido, estudiado y aprendido a manejar las armas juntos.
-Yo le digo-Jonos se dirigió y le dio un beso en la frente- Vuelve a dormir.
-Lo haré- Ellie se aurrucó en la cama y se cubrió hasta la cara con las pieles- deberías de consultar al gran sabio sobre tus pesadillas, se están haciendo muy recurrentes.
Jonos abrió mucho los ojos, no tenía idea de que su esposa supiera lo de sus pesadillas. No se lo había querido contar a nadie, pensaba que lo considerarían un loco o algo por el estilo, pero al parecer, no era demasiado silencioso cuando las tenía.
Salió de la habitación sin decir nada más y empezó a bajar los cuatro pisos hasta llegar a la entrada de la torre. La Torre de los Consejeros era una edificación muy alta en la que vivían todos los miembros del consejo real, estaban bien posicionados, el más joven vivía de ellos vivía en lo más alto y el más anciano vivía en el primer nivel de la torre.
En la puerta principal estaba Bogdan con dos caballos grandes, uno de ellos era blanco como la nieve recién caída y el otro era negro como el cabello de los Crow, el de lord Jonos era el blanco.
-Sólo te están esperando a ti, tío. Tardó un poco vistiéndose.
-Lamento haberte hecho esperar, Bog. Mi esposa despertó y tuve una pequeña charla con ella- subieron a los caballos y empezaron a andar hacia el castillo real, en donde vivía el rey, su familia, los sirvientes y el gran sabio que era sanador, consejero y el que se ocupaba de las cartas del rey.-¿Sabes algo más acerca de la carta de lord Umber?
-Me temo que no me informaron mucho, mi señor, un sirviente del gran sabio me despertó y me dijo que el rey había convocado a todo el consejo, que lo fuera a buscar. Al parecer, la carta tiene muy poco aquí.
-Espero que esos Umber no hagan enojar demasiado al rey, todos sabemos que es un hombre muy temperamental y nunca le han gustado los Umber.
-¿Qué opinas tú de ellos, tío?
-Conozco personalmente a Rickard Umber y siempre lo he considerado una persona leal y honesto. Lástima que mi hermano no piense lo mismo de ellos.
Recorrieron el resto del camino en silencio, todas las casas -chicas, grandes, pobres o ricas- seguían con las cortinas corridas y sin luz proveniente del interior, todavía no empezaba a amanecer y parecía que tardaría un poco en hacerlo.
-Si es un asunto tan importante creo que lo mejor sería que yo vaya solo, de todas maneras tal vez no te dejen estar en el consejo.- dijo Jonos mientras se bajaba del caballo.
-Era lo que estaba pensando, creo que iré a entrenar un poco. Regresaré pronto, pero de todas maneras voy a dejar su caballo aquí por si sale antes de que yo llegue.- Bog amarró el caballo de Jonos y volvió a subir al suyo.
-Gracias, Bog. Te veo más tarde.
-Suerte, tío, parece que la vas a necesitar- gritó Bogdan mientras daba la vuelta al caballo y se encaminaba al campo de entrenamiento.
"Yo también creo que la voy a necesitar" Jonos entró al castillo, la entrada daba a la sala de audiencias, una enorme sala con el trono de oro y cojines de plumas en la parte trasera de la sala. A un lado del trono había una pequeña puerta que daba la sala del consejo, en donde el rey y el consejo discutían los temas de relevancia y llegaban a una conclusión, la última palabra siempre la tenía el rey, pero algunas veces hacía caso de los consejos que le daban.
Entró a la sala del consejo y lo primero que vio fue la cara de preocupación y de desconcierto de los consejeros, que ya estaban sentados en una larga mesa de roble, esperando su llegada, en seguida supo que algo iba mal. El rey como siempre tenía el rostro impacible, pero Jonos lo conocía lo suficiente y sabía que estaba enojado.
Broderick Crow nunca había sido un hombre propenso a la sonrisa, era más afecto a las miradas asesinas. El rey era un hombre alto, de pecho ancho y fuerte. Tenia 53 años, pero había envejecido con mucha dignidad, todavía conservaba fuerza en los brazos y piernas. Tenía un rostro curtido y de facciones duras, una barba negra igual que el cabello que le cubría la coca y los pómulos. A pesar de que tenía una nariz fina y respingada que parecía de mujer, el rey tenía un aspecto duro y fiero. Los ojos grises le daban una apariencia sabia e inteligente, aunque algunas veces olvidaba la sabiduría y actuaba impulsivamente. El rey era atractivo, nadie lo negaba, pero tal vez podría serlo un poco más si alguna vez sonriera, eran contadas las ocasiones en las que alguien lo había visto sonreír, ni siquiera sus hijos y su esposa habían gozado muchas veces de ese privilegio. Broderick Crow tenía una fascinación por el color negro, casi siempre estaba vestido con ese color y esa noche no fue la excepción , el rey había escogido unos pantalones de lana negros y un abrigo de piel de lobo negro. La corona dorada sobre los rizos negros parecía fuera de lugar entre tanta oscuridad.
-Hasta que te dignas a aparecer hermano-dijo el rey con su voz áspera y seca sin apartar los ojos de un pergamino que tenía en las manos-pensamos que no ibas a venir.
-Lo lamento alteza, tuve un pequeño inconveniente con las sabanas-dijo Jonos en tono de burla, Robert Blackstone sonrió y Harry Ford no pudo evitar una pequeña risa.
-Tu sentido del humor, siempre tan propio-el rey levantó los ojos y miró fríamente a su hermano menor.-Toma la carta, léela y dime qué piensas, Jonos.
Jonos se acercó al asiento del rey, tomó la carta de la mesa y se dirigió al otro extremo de la mesa para sentarse. Abrió el pergamino y leyó:
"Al rey y a su consejo:
La situación del reino no podría estar peor y estoy seguro de que ustedes ya lo notaron. La pobreza está aquí y no parece dispuesta a irse, no mientras sigamos hincados ante la pésima forma de gobernar de Broderick Crow. Los impuestos que la corona nos exige son ridículamente excesivos y ya no estoy dispuesto a pagarlos, no cuando los productos que Zurthur les brinda son pagados tan pobremente.
Por las razones expresadas, yo Rickard Umber, señor de Zurthur, declaro que esta región ya no pertenece más al reino, no pensamos vivir arrodillados ante personas a las que no les interesamos. Quiero aclarar que no estoy declarando la guerra, todo lo contrario, tomen esta carta como una propuesta de paz, no los atacaremos si ustedes respetan nuestra decisión.
Esperemos que en algún tiempo podamos llegar a ser aliados como lo fuimos mucho tiempo.
Lord Rickard Umber.
Zurthur"
Lord Jonos Crow alzó la vista del pergamino sin saber que decir, la carta podía poner en peligro a todo el reino, los Umber tenían muchas alianzas con ciudades importantes, lord Rickard se los ganó con su bondad y amabilidad, el rey nunca había buscado el cariño de sus súbditos, prefería causar miedo y hasta el momento le había funcionado, pero si los Umber llegaban a alzarse en armas el reino sngraría.
-¿Qué opinas, hermano?-preguntó el rey mirando fijamente a su hermano-¿Cómo crees que debemos de contestar? ¿Una carta? ¿Un ejército bien armado llamando a su puerta?
-¿Un ejército? ¿A caso quieres destruir todo el reino?- Jonos era el único que podía hablarle de esa manera al rey, cualquier otro perdería la lengua si se dirigía de esa manera a Broderick- Broderick, no contamos con recursos para iniciar una guerra. No creo que debamos contestar, vamos a dejarlos en paz. En un tiempo trataremos de hablar con lord Rickard y de reintegrar Zurthur al reino.
-Lord Jonos tiene un punto bastante valido- dijo lord Jason Clarke, un joven atlético, vigoroso y hábil con la espada, sus piernas eran largas y fuertes, igual que sus brazos, el problema era su cara, el hombre era realmente horrible. Lord Jason Clarke, señor de Las Tierras Rojas, tenía una cara muy pequeña, una nariz y labios enormes y un ojo de color verde y el otro negro. Jason tenía una fea cicatriz que le recorría desde el ojo derecho hasta la barbilla. Su cabello era color arena, muy opaco y disparado hacia todos lados. Era un hombre con sed de sangre, no era de muchas palabras, pero las poca que hablaba eran acerca de guerra y batalla, por algo era el consejero favorito del rey.-pero yo opino que si le permitimos a los Umber hacer lo que quieran nada impedirá que otros lo hagan, la mejor manera de aplacarlo será atacarlo tan fuerte que no tenga valor ni para dirigirnos una palabra. Los Umber nunca han sido muy respetuosos con el rey, nadie nos garantiza que no inicien una rebelión secreta o algo por el estilo.
-Rickard Umber no es la persona más brillante del mundo, pero es una persona con honor. Si él dijo que no nos atacará, no lo hará- dijo Harry Ford, el miembro más joven del consejo y el hermano de Patrick Ford, señor de Vientos, una de las ciudades más grandes e importantes del reino. Harry era todo lo contrario de Jason, no era muy hábil con las armas, pero sí lo era con las plabras. A parte de eso, también era muy apuesto y solía hacer que las personas hicieran lo que él quisiera, pero no era un hombre con malicia, siempre buscó el bien de la gente.-Pero si nosotros atacamos primero las cosas se pueden poner muy feas, mucha gente lo apoyaría y es un guerrero curtido. Estoy seguro de que puedo razonar con él, si su majestad me lo permite partiré hoy mismo.
-¿Razonar?- preguntó el rey impasible como siempre-Rickard Umber es un salvaje tonto e irrespetuoso y no voy a tolerar su rebeldía.
-Amigos míos, les voy a pedir que abandonen un momento la sala y me permitan hablar a solas con mi hermano-dijo Jonos dirigiéndose a todo el consejo.
Lentamente todos los consejeros se levantaron y abandonaron la sala, todos menos Jason Clarke, que parecía no haber escuchado a Jonos y permaneció sentado hasta que el rey lo miró y asintió con la cabeza, sólo así Jason abandonó la sala, lanzando una mirada de desprecio hacia Jonos.
-No podemos costearnos una guera, hermano- dijo Jonos cuando Jason cerró la puerta.-Estoy de acuerdo con Harry, creo que lo mejor sería que lo dejaras ir a razonar con los Umber.
-Harry Ford es un bobalicón y un lame botas, no me interesan sus palabras corteses.
-Brod, Harry te es muy lea...
-No me vuelvas a llamar Brod, Jonos.-el rey habló con furia-Ya no somos los niños que jugaban a ser caballeros en el Nido, soy tu rey y harás lo que yo te diga.
-Eres el rey-contestó Jonos sin alterarse-, pero sigues siendo mi hermano. Por más enojo que sientas hacia los Umber no puedes pagar a un ejército y lo sabes.
-Yo no tengo el dinero, pero tú sí. Ambos sabemos que el Nido ha generado muchas ganancias, suficientes para pagar una guerra.
-El Nido es mío y no pienso pagar una estúpida guerra innecesaria, hermano-Jonos no iba a permitir que su hermano le quitara lo que era suyo por derecho.
-El reino es mío, y eso incluye el Nido,si quiero que me des tu oro, me lo vas a dar. En caso de que no me lo quieras dar, te puedes ir despidiendo de tu pues como consejero supremo.
-Perfecto, ya no soy tu consejero.- Jonos se levantó y miró desafiantemente a su hermano.- Dale el puesto a Jason Clarke, siempre has querido eso.
-Era mi padre el que quería que gobernáramos juntos, no yo. Lárgate, Jonos, siempre has sido un cobarde.
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LA REBELIÓN
FantasyPrimera parte de la saga Sangre Real. El reino no es estable, los súbditos no eran contentos, la situación es idónea para una rebelión. Una chispa puede encadenar una gran masacre. La historia es vista a través de los ojos de diversos personajes a...