10/10/2007 (Pueblo Carmesí)
-Hola, buenas tardes caballero-Dijo la señora Megg. Ella es una señora de unos 60 años, una señora qué vive en nuestro departamento, posee un cabello rizado, donde sus canas se destacan en este, además de llevar siempre un camisón blanco con retoques floreados. A ella siempre le gustaba quejarse de la vida, de todo lo que ocurría, y en especial de sus vecinas del piso de arriba, siempre solía contar cosas de ellas, puro chismero. En ese piso también vivía Marta Herrera Flores, una vecina que también lucía de unos 60 años, y vivía en el departamento 3, ella tiene su habitación llena de gatos, y al parecer son sus compañeros de vida, aunque la cosa siempre está en cuando en la noche comiencen a maullar. A la señora Megg le molestan esos sonidos, así que siempre anda golpeando la puerta de la señora Flores, pero no recibe respuesta alguna de parte de ella. La señora Flores está obsesionada con los gatos, en muchas ocasiones se dice entre los vecinos, qué se la vio actuando cómo uno por la calle (aunque es un rumor), sin embargo, el gato negro no era uno de los que ella tenía, pues ella tenía a: Toto, Nunu, Michelle, y Gregorio. La cosa es que ninguno era de color negro, por ende, el gato que nos visita proviene de la calle.
Al gato negro lo apodamos cariñosamente Noche, debido al color de su pelaje, negro cómo la noche. Noche solía venir siempre al atardecer, cuando el mundo se empieza a teñir de un color anaranjado, debido a la puesta del sol. En el momento en el que la señora Megg entraba a hablar con nosotros a nuestra casa, ella trajo ese día algo de comida para el gato, pues, este no pertenecía al departamento, y venía de fuera.
-Las cosas están aumentando mucho- Dijo Megg.
-Claro- Repliqué.
-La verdad es que, parece que en algún futuro vamos a pudrirnos.- Dijo ella. La señora Megg solía hablar de cómo estaba el precio de las cosas, y de lo mucho qué subió el pan, pues, siempre traía una bolsa de pan para compartir. En mi piso, había gente más extraña aún. Javier, un chico que solía hablar de alienígenas a la gente, sobre cómo el gobierno en realidad es una raza extraterrestre ancestral, y cosas así, o quizás la señora Hanz, una señora algo religiosa y algo supersticiosa. Ella suele tener collares de la suerte, pulseras sagradas, y va a la iglesia todos los domingos por la mañana. A ella se le puede ver portando a veces una biblia que según ella, fue bendecida por un cura de la comunidad, cura qué por cierto, tuvo problemas con la ley por bestia e hijo de puta, y que sin embargo, salió libre ya que le pagó a la prefectura, mientras que no sabía, el dolor que le esperaría en un futuro, a manos de un ser sobrenatural.
En nuestro departamento, la gente no suele llevarse tan bien, y de vez en cuando ocurren escenarios bastante extraños entre ellos, cómo cuando la señora Megg y la señora Flores estaban discutiendo en la calle, discutían por pedazos del tendedero, ese día un policía las encontró tiradas en la calle y dándose a golpes mientras la señora Hanz observaba y repetía con mucha pena, sosteniendo una biblia en las manos, "¡Oh la virgen!, ¡virgencita mía!, ¡Señor Jesús!". La gente comete muchas locuras en este lugar, pero, cuando el señor Ernesto llega, con su cara escuálida y nariz picuda, entonces mágicamente todo el departamento parece haber desaparecido en algún lugar del inframundo. Se sabe que él suele venir de muy malhumor, con un traje tan fino cómo el hielo, a tocar timbre a todas las puertas, y cobrar cantidades desorbítales de dinero a los inquilinos. Y siempre qué venía, él solía golpear la puerta lentamente y llamar.
-Soy yo, Ernesto- Dijo Ernesto con su voz tan grave, qué hizo resonar un eco dentro del pasillo del departamento. Era otra vez él, a lo que tuve qué abrirle, y luego de una charla, le terminé pagando una cifra muy alta de dinero. En ese momento me sentía algo desilusionado, debido a ese asunto, pero no me preocupa del todo, o al menos no tanto cómo ese ser. Hace tiempo qué no tengo problemas con aquél ser, pero, es probable que intente buscarme y atraparme.
Hubo un par de meses en los que no ocurrió nada, al menos con aquél ser, pero sí cosas qué, a pesar de no ser tan malas, fueron bastante extrañas, o un poco malas, pero no demasiado. Porque días más tarde, el 20 de octubre de ese mismo año, terminé enfermando. Fui a una pequeña clínica cercana al lugar, donde solo había un par de consultorios, laboratorios para análisis, y rayos X. En ese momento me dijeron que debía hacerme un análisis de sangre, debido a que no sabían si era viral, o una bacteria. Durante el análisis sentí una sensación, cómo si algo gomoso fuese puesto en mi brazo, al parecer era para retener la sangre en el brazo.
-Cierra el puño- Dijo la enfermera, y en ese momento sentí una sensación de frescor en mi brazo, y una sensación cómo si algo lo absorbiese.- Listo, abra el puño.
La verdad, cuando estoy enfermo no lo disfruto para nada, pero al menos es un respiro para mi mente, ya que decido hacerme una tregua, en el sentido de no querer estresarme, porque si eso ocurre, me puede hacer daño a la salud, y no es algo qué me gustaría. Al par de horas me dieron los medicamentos, medicamentos qué llevé hacia casa, uno para la tos, y otro para el dolor de estómago. A parte de eso, me dieron una dieta, pero cómo soy algo descuidado la hubiese roto, si no fuera por Ana, Anita insistía en que la siga, y parecía molestarse mucho cuando me descuidaba. En cambio Jorge compró una caja repleta de cervezas, y se la pasaba tomando de vez en cuando, pero cuando lo hacía, terminaba durmiendo en el suelo. Cuando estaba sobrio, Jorge venía a mi cuarto, y jugábamos a la DS, que tenía siempre en el maletero de mi coche, y por algún motivo, había olvidado qué la dejé en ese lugar, y su tamaño no ayudaba a ser fácil de buscar. En mi cuarto jugábamos al "Pokémon Diamante y Perla", sacado el año anterior, y cada uno jugaba una partida en uno de esos, para después poder hacer intercambios. Sin embargo Ana se entretenía leyendo mis libros de Stephen King; al parecer amaba el género de terror. Una vez ella quiso jugar a la DS, y aunque no jugó a esa consola nunca, de niña sí que era fanática del "Arcade", unas maquinitas en las que se introduce una ficha, y se pueden jugar, normalmente teniendo unos botones y una palanca, palanca qué indica el movimiento del personaje.
En mi librería, yo guardaba una gran variedad de libros, tenía una colección de Stephen King, pero además de eso, tenía libros de autores como Lovecraft o Edgar Allan Poe. Pero no sólo tenía juegos de terror, sino que también libros como Oliver Twist, qué hace recordar lo dura qué a veces la vida llega a ser. Mi sentimiento de tristeza y desasosiego aumentaban mientras permanecía resfriado, pero al parecer, tanto a Ana cómo Jorge les agradaba yo. Ana de vez en cuando venía a mi cuarto y se sentaba en una silla a ver televisión conmigo, y a decirme qué debo cuidarme más. También me solía preguntar muy a menudo si me sentía mejor. Con Jorge, cuando estaba más lúcido, solíamos jugar a videojuegos como cuando éramos niños.
-Hola Fer, ¿qué tal estás hoy?- Pregunta Ana con un tono bastante inocente.
-Un poco mejor, aunque, aún sigo estando algo mal- Repliqué.
-Por una parte es bueno, estás mejor, aunque no mucho.- Dijo ella animosamente- debes cuidarte más-Agregó mientras expresaba un rostro de preocupación.
-Está bien, gracias por tu presencia- Le contesté y ella esbozó una sonrisa qué le recorría el rostro, mientras sus mejillas se tornaban de un tono rojizo. Más bien, aunque sonreía, se notaba que estaba algo angustiada por mi enfermedad, aunque ya se podía creer que en unos días estaría mejor.
Días después, nada había cambiado, aquello que comenzó con simplemente un dolor de garganta y fiebre, terminó en vómitos. La vida me deparaba cosas peores, estaba dicho, pues, era una situación muy dura, había ya vomitado tanto, qué no quedaba más que beber agua, y largar esa misma. Al doctor le vino bien inyectarme algo en el brazo, mientras mis vómitos eran constantes, y no podía despegar la cabeza del cesto que me dieron.
El problema ocurrió a penas despertarme, a lo que luego de ese día estuve otros días con problemas para conciliar el sueño, pero al final lo logré. Unos días después terminé mejorando completamente, y mis penas fueron solamente un pasado, algo qué no me gustaría volver a pasar. En el salón, solíamos idear planes día tras día, con intención de que los demonios de los sueños dejen de atormentarnos, así que se nos ocurrió la idea de volver a la casa de mi infancia, y buscar algún dato del por qué tengo esa "Fuerza" que tanto Naira hablaba.
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Desvelo © ✔️
HorrorNunca nadie habría pensado que un sueño podría ser peligroso, o el inicio de una tragedia. Un hombre con una mentalidad pesimista, cambia su vida luego de presenciar un accidente, y comienza a tener pesadillas constantes con un ser que lo persigue...