VII

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Con una colisión de sentimientos marcando cada paso que doy, aprovecho que el portón que cerca la casa de los padres de Rosalie está abierto y lo atravieso rápidamente, caminando con andar firme hasta llegar a la puerta de entrada, con sólo una cosa en mente; necesito respuestas. Quizás ella no quiere verme, pero yo no me iré sin una respuesta de su parte.

—Isabel, qué sorpresa y alegría verte en éste lugar. —Su voz, llena de sarcasmo, me hace querer volver a golpearlo. Es una lástima para él, que ya esté acostumbrada a que provoque eso en mí.

—Ignacio —saludo, sin la menor intención de corregir mi nombre.

Sin darle una segunda mirada ni pensamiento, paso a su lado para dirigirme hacia donde se encuentra Rosalie, charlando entre sus padres, quienes parecen estarla amonestando en voz baja. No hago caso tampoco a ellos, sino que me centro sólo en ella, nadie más.

—Isa, ¿qué haces acá? Deberías irte. —Ro detiene mi acercamiento nada más verme a espaldas de Melanie y Tomás, preocupada.

Observo cómo mira nerviosa a sus padres, quienes están por completo pendientes de nuestra conversación, apenas dándole un espacio entre ellos para que se acerque a hablar conmigo, la mirada de asco permaneciendo en sus rostros.

—No, Ro. No hasta que me expliques qué acaba de pasar. Simplemente pasaste a mi lado y ni me miraste. Me ignoraste por completo, rubia. —Hago amago de acercarme a ella, pero Melanie se interpone entre nosotras con rapidez, cobijando a su hija en su espalda.

—Isabel —interviene, arrancando mi mirada de Ro para posarla sobre ella—, creo que deberías hacerle caso a nuestra hija. No estamos juzgando, pero no queremos gente... como tú cerca de Rosalie, de nuestra familia. No hace bien.

¿Yo no hago bien?, ¿qué ocurre con el monstruo que dejan entrar a su casa? Analizo cada uno de sus rostros, sintiéndome una intrusa al no ver ni siquiera una pizca de bienvenida en ellos y sólo vergüenza en el de la persona que llegué a amar más que al Olimpo mismo.

Dándoles la espalda, rindiéndome ante la barrera que han formado y que Rosalie no parece dispuesta a derribar, decido hacer caso a lo que dicen y marcharme de ahí pues ni siquiera me dan la opción de luchar por este amor. Ro viéndose resignada a cumplir lo que Tomás y Melanie imponen como modelo de vida.

—Ignacio...

La voz de Tomás detiene en pequeña medida mi andar, al tiempo que de forma silenciosa habla con el susodicho, quien nada más escuchar su nombre ha abandonado su posición burlesca en la entrada y se ha acercado a ver para qué lo necesita su futuro suegro, sonriéndome burlón al pasar por mi lado.

—Te acompañaré a la salida, Isabel. —Escucho que informa Ignacio, su tono de voz a todas luces presumiendo ante todos su superioridad por sobre mí, a la vez que, al darme vuelta para observarlo, veo cómo acerca su mano para tomar mi brazo.

—No te acerques a ella. —Aún siendo apenas un susurro, las palabras de Rosalie paralizan a Ignacio, terror puro reflejado en su mirada. Giro mi rostro hacia ella, sorprendida porque hablara, y me encuentro con que tiene su rostro pálido—. No te atrevas a poner un solo dedo sobre ella, Ignacio.

—Rosalie, hija, tranquilízate. —Su padre retrocede unos pasos para mirarla extrañado, aunque también molesto por la reacción de ella, al parecer sin estar de acuerdo—. Dejemos que Ignacio saque a esa... a Isabel de acá...

Silencio cualquier insulto que pueda salir de su boca, sin importarme en lo más mínimo lo que pueda llegar a decir, su voz pasando a un plano lejano cuando veo a Ro. Fijo mis ojos en los de ella, ignoro a todos los demás en la habitación y veo la lucha presente en estos, la verdad queriendo salir...

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora