Capitulo Uno

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La luz de Sol se cuela por las ventanas y me molesta los ojos. Intento girarme y regresar a mi cómodo sueño, pero el sonido de como mis hermanos se están despertando y hacen sus tareas matutinas me hace saber que también yo debería levantarme.

Unos fuertes golpes se escuchan en mi puerta.

-¡Julieta!, ¡Despierta!, mamá quiere que bajemos todos al comedor para desayunar-.

Dejo salir un suspiro.

-¡Ya voy!-.

Con toda la flojera del mundo aparto las sabanas de mi cuerpo y me levanto. Arrastro mis pies hasta mi propio baño, (ventajas de ser la única mujer en esta casa a parte de mamá). Me quito la pijama que consistía en unos pantalones cortos y una playera de Jace mi mellizo junto con la ropa interior y la lanzo a la canasta de la ropa sucia.

Me meto en la regadera y la abro. Un chillido sale de mis labios cuando el chorro de agua helada de pega directamente en la espalda. Mi mano mueve la perilla y el agua se calienta. Un suspiro sale de mis labios.

Mmhmm, esto es vida.

Recordando las palabras de mi hermano y sabiendo como mi mamá odia la impuntualidad me apresuro a terminar con mi ducha. De todas maneras ya estaba limpia de mi baño de ayer por la noche.

Me pongo mi ropa interior limpia y un vestido suelto de color blanco con unas unas sandalias marrón.

Dejo que mi pelo se seque natural y no me maquillo. Más tarde me preocuparía por arreglarme, ahora solo quería estar cómoda.

Me vi en el espejo y una vez más me sorprendí del gran parecido que tenía con mamá. El mismo color de pelo, el mismo tono de ojos, solo que yo era más alta y tenía más pecho y caderas. Y mi piel no era tan pálida como la de ella. A parte de que todos siempre aseguraban que no transmitía la misma frialdad que ella. Pero yo nunca vi a mi madre como una persona fría, solo seria.

Abro la puerta de mi cuarto y salgo al pasillo al mismo tiempo que la puerta enfrente se abre y deja ver a mi mellizo. Jace duerme a unos pasos de distancia de mi desde que tengo memoria. En cambio Jackson y Julian tienen sus cuartos al final del pasillo, según ellos ya era suficente compartir todo como mellizos como para tener que hacerlo con otro par.

Les daba la razón en eso.

Nos llevabamos solo dos años, pero no lo parecia, éramos tan parecidos y al mismo tiempo completamente diferentes el uno del otro. Como el ying y el yang.

-Ya era hora de que salieras Julieta, todos nos esperan en el comedor, yo me quede esperándote para que no se viera muy mal que llegaras tarde-.

Le sonreí y me acerque a darle un beso en la mejilla. Tenía al mejor mellizo del mundo.

-Gracias grandulón, eres el mejor-.

-Lo sé nena, lo sé-. Me contesta en tono nasal y ambos nos reímos mientras caminamos al comedor.

Mi buen humor solo mejora cuando veo a mi familia completa esperándonos.

-Feliz cumpleaños-.

Nos dicen todos y se levantan para abrazarnos, papá es el primero en estrecharme entre sus brazos para después dejar pasar a mi madre.

-No puedo creer lo grande que están, ¿Dónde quedaron esos mocosos que en cuanto aprendieron a caminar me seguían a todas partes?-. Dice papá con tono nostálgico y le doy una sonrisa dulce.

-Seguimos aquí papá, solo que ahora nos seguimos entre nosotros en lugar de a ti-.

Le digo mientras mi hermano mayor me aprieta y me da vueltas por el lugar.

Ojos Color de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora