Frankenstein, With A Little Bit of Magic

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Jung Hoseok se había rendido hace mucho tiempo a la idea de permanecer por el resto de sus días completamente sólo, todo lo que conocía eran aquellas paredes de laboratorio en las que se confinaba durante horas en el ansiado intento de labrarse un nombre como científico. La ciencia había sido, desde muchos años atrás, su único resquicio de amor profundo a algo. La gente que quería se había apartado de él, sus padres habían fallecido por la vejez e incluso su perro parecía más interesado en cualquier cosa del ambiente que en él.

A veces el sentimiento de soledad se hacía tan sumamente profundo que sus deseos trascendían la barrera entre lógica y raciocinio.

Aquella noche de Halloween la tormenta decoraba el cielo con ramas de azul intenso a medida que los rayos descendían con gran fluidez atrevesando el firmamento, los ojos del científico no abandonaron ni por un segundo aquella maravillosa escenografía digna de cualquier película de terror. Hacía mucho que lo único que lo aterraba en el mundo era el propio ser humano, la noche o la tormenta no tenían un efecto distinto, incluso si todavía recordaba haberse escondido en el pecho de su madre cuando era un niño temeroso cargado de ilusiones absurdas. Decir que su apagada vida provenía de la pérdida de sus progenitores no sería una descarada mentira pero lo cierto es que siempre había llevado en su naturaleza la señal de quien sufre de soledad.

Las depresiones llegaron a una edad tan temprana, la ilusión dejó paso a la realidad y Hoseok se convirtió en un ser humano sombrío que vivía para trabajar en lugar de trabajar para vivir. Todo a su alrededor lo irritaba, convirtiéndolo en un ser inaguantable para todos aquellos que compartían su espacio personal.  Él era una persona negativa ante el resto, sin embargo no dejaba de considerarse a sí mismo casi como una persona realista después de haber el mundo real y egoísta ante sus propiod ojos desde que solo era un niño inocente.

Hacía demasiado tiempo que la inocencia había dejado su vida. Ya no importaba cuántas veces tratase de encontrar el amor o cuán profundamente intentase entablar una amistad sincera que llenase de felicidad sus días. Ya no importaba nada porque la única verdad era que se había rendido ante la crueldad del ser humano. Hoseok vivía sin esperanza, sumido en la única ilusión de ser bueno en su trabajo.

Las parejas, amigos y personas en general tarde o temprano se negaban a dejarse arrastrar por los sentimientos de negatividad que un alma como la suya albergaba, sin embargo él creía que simplemente no era lícito mostrar amor hacia personas que sólo le hacían sentir dolor de cabeza. No le gustaba la compañía de aquellos que juzgaban cada resquicio de su ser mientras trataban de cambiarlo, a menudo respondía mal y agresivamente como efecto de aquello. Pero eso no significaba que le agradase la soledad, esta era fría y dolorosa al igual que la sociedad. Tanto, que hacía que los músculos y huesos de su cuello pareciesen clavarsele en la piel atravesandolo con violencia. Si tan sólo pudiese encontrar una persona alejada del mundano estilo cruel. Alguien inocente que no tuviese pensamientos de celos, daño o venganza. Alguien realmente bueno.

Todo lo que tenía Hoseok era a su mascota, y a aquella estatua hermosa del edificio de ciencias que parecía casi petrificada. Aún así no perdía la belleza, sus marmoladas formas y el rostro tan perfectamente tallado lo habían hecho sentirse observado hace años, sus primeros días en aquel edificio fueron difíciles porque en ocasiones su nuca se llenaba de un frío desconocido y debía volverse para comprobar que la obra de arte no lo estuviese mirando. Los ojos de aquella estatua siempre parecían seguir sus movimientos. Y si no fuese porque él sabía que era científicamente imposible realmente habría huido asustado.

Por eso aquella noche decidió ignorar el sentimiento de pánico que de repente cubría cada zona de su ser, era extraño sentir miedo, para alguien como él quien vivía sumido en la racionalidad aquel laboratorio no albergaba nada que explicase tal sentimiento. No fue hasta la tercera noche después del día de los muertos que decidió dejar ir la parte racional de su cerebro y seguir la voz dulce que le susurraba a los oídos todas las noches.

Frankenstein, with a little bit of magic - 2Seok [One Shot] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora