TRIP TAP

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La lluvia comenzó a golpear el concreto con una fuerza inesperada. No quería que nadie escapara de ella, llegando sin previo aviso apenas con un par de truenos resonando en el cielo, pero sus primeras víctimas eran reclamadas; mínimo veinte paraguas a la redonda eran destruidos por el repentino viento que golpeaba como un boxeador decido a ganar con un
K.O. Pareciera que un jet sobrevoló al lado de ellos, solo que de milagro ninguno termino como sus paraguas.

Trip tap

Las ventanas se sacuden por el aire que se hace más bravo. Todos se mezclan con los perros y se vuelven unas bestias que huyen en busca de un techo, otros simplemente se dejan llevar. Sería bastante agradable disfrutar de la lluvia sin tener que enfermarte el día siguiente. Pinches resfriados.

Trip tap. Trip tap.

Las gotas se convierten en tambores, rompiendo el silencio en el ambiente como si una banda militar lista para la guerra marchara y tocara con orgullo y furia; un ligero hedor sube de las cañerías, escalando poco a poco hasta los departamentos de arriba de los edificios. Dentro de uno de esas habitaciones, en algún punto cerca del metro General Anaya, unos párpados reaccionan al golpeteo del sorpresivo diluvio de afuera; <<la gravedad debe de estar descompuesta>>, piensa un demacrado hombre, <<mis ojos quieren estar cerrados, dejenlos dormir, culeros>>. El sujeto se deja llevar por el peso de su cuerpo. Permite que sus brazos y piernas le indique a su cerebro que no es tiempo para despertar. Ha sido una semana pesada. Fue una noche difícil.

No obstante, volver a dormir no parece la mejor opción. Recuerda lo que estaba soñando; la oscuridad, la presión y la falta de aire. Miedo hasta la médula. Es normal que ya no sude al soñar con eso, pues algunas pesadillas se vuelven tan repetitivas que son casi recuerdos o las más oscuras memorias intentan mutar en pesadillas y así tal vez desaparezcan.

Solo tal vez.

Trip tap, trip tap.

Sus dedos sujetan la tela del sofá y disfrutan el tacto, despidiéndose del mueble, pues es hora de despertar. Con flojera y mareos se separa del sofá, camina hasta la cocina -tan cerca de la sala que llega en unos cinco pasos- y saca del refrigerador un vaso de agua. Por la pintura amarillo verdoso sucio de la paredes y la luz gris turqueza de afuera todo en la habitación se ve verde; las bombillas no ayudan mucho, posiblemente sea la marca del producto, haciendo que la luz de la cocina se integre muy bien con el ambiente. <<Ha, cómo Amélie>>. Mientras bebe piensa que este es el clima perfecto para quedarse en casa, disfrutar el momento. Ya casi nadie disfruta de la lluvia. Para los que no tienen un techo debe de ser un tormento este clima; a pesar de ello vale la pena disfrutarlo mientras uno pueda. El sonido, la brisa, el ambiente que acompaña a cualquiera que tiene una ventana con que contemplar la difusa vista. Es un buen día para descansar.

Contempla su casa como si fuera un castillo y lo disfruta. La sala solo tiene tres sillones, uno de tres asientos de cuero negro algo rasgado y el marrón de un asiento dónde dormía -su favorito. El comedor consiste en una mesa redonda de madera con tres asientos, dos de ellos casi nunca usados. Una tele pequeña y un librero con 15 libros son su medio de entretenimiento; los libros son los que tienen más preferencia, pues es fácil llevarlos en el trabajo. Su cuarto y el baño están casi pegados y son los más pequeños. Sin no fuera por la cama, la regadera y el inodoro, serían casi lo mismo. Una lámpara y espacio sufriente para entrar es lo que necesita.

Un espacio agradable. Perfecto para acompañar a la lluvia.

El teléfono suena con la última gota del vaso. Hay dos posibilidades de quién esté llamando: un nuevo cliente o un encargo. Él espera que sea lo primero, si es un encargo sería como un golpe más los bajos en esta semana; apenas el lunes acabó de llegar de Veracruz por el último trabajo. Hoy es Miércoles. No importa lo cansado que esté, tiene que pagar la renta y... Es su trabajo. <<Creo que es lo peor -piensa-, con el segundo>>.

Atiende el teléfono y una igualmente agotada pero dulce voz habla:

- Hola Mario, ¿Cómo estás?

<<Gracias a Dios, es Rosa>>. Las plegarias a veces funcionan. Los encargos tendrán que esperar para otro día. Además, Rosa alegra a cualquiera.

- Hola Rosie, bien. Medio muerto, pero bien.

- Me alegra escucharlo.

- ¿Qué tal todo? ¿A llegado alguien a la oficina?

- Obvio, de otra forma no te estaría llamando, ya que tú ni llamas aquí para saber cómo estoy.

Ese humor de madre es lo que endulza sus conversaciones. Nunca resulta viejo. Siendo una señora de cincuenta y tantos, es raro saber que nunca tuvo hijos, pues según las fotos que él ha visto de su juventud, era muy hermosa.

- Lo siento mamá, sin embargo los moretones me atontan y no me acuerdo de las fechas en que agendo llamarte.

- Ok, ok. Te la paso por hoy.

- Bien Rosie, ¿quién es el cliente de hoy?

Aunque la conversación es agradable, hay que volver a los negocios.

- Un señor de nombre Juan Alberto Ramírez. Viene desde el Estado para que le ayudes con un familiar extraviado.

- ¿Qué tipo de familiar?

- Su hija.

Tanto Rosa como Mario modulan su voz a un tono más serio. Si eres mexicano y además mujer, no es anormal este tipo de casos. Estos tristes casos. <<No está perdida>>. Una respuesta fría, mas la única lógica en estos tiempos. Es preferible suponer eso.

- Voy para allá, dile que espere 30 minutos. Y sirvele una taza de té.

<<Lo necesitará>>, piensa.

- Muy bien cariño. No olvides tu uniforme.

El uniforme, eso sería si no solo fuera una vieja gabardina beige descuidada, un sombrero, un pequeño revolver y una máscara vieja de luchador; una hecha a medida y preferencia de él, sin una obertura para la boca, con orificios pequeños que le permiten respirar y hablar y líneas que cruzan por todo el rostro. El resto de las cosas están en la oficina, no obstante, esa máscara negra puede que sea más valiosa.

Tomando las llaves, Mario no sale de casa sin echarle un vistazo rápido a su pequeño departamento. No lo verá en algunos días.

Observa al sillón marrón con nostalgia, pidiendo cinco minutos más de sueño...

La lluvia está cesando con cada escalón que baja el agotado hombre.

Trip - tap... Trip - tap.

La lluvia le da el camino libre a su auto, con el cielo claro y el piso inundado, casi como una muestra de pesar a su persona. Será una semana pesada.

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⏰ Última actualización: Dec 13, 2019 ⏰

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