Capítulo sesenta y cuatro.

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Detrás de Owen se podía ver a Bloo sentado sobre su cama atento a la pantalla de su propio teléfono, no regresó la mirada ni por un segundo, su cabello ya no era color plateado, ahora era negro y lucía como siempre sus cadenas, pendientes y piercings, además de sus lentes de sol favoritos con aquel marco transparente y sin los cristales, es tan solo un adorno para su rostro, aquel hermoso rostro que no había visto desde hace mucho.

–¿No vas a responder? –insistió Owen y me sacó de mi distracción.

–Regresaste –sonreí emocionada.

–Te dije que te ibas a sorprender, pero él sorprendido eh sido yo ya que no te eh encontrado aquí y pregunto por millonésima vez ¡¿Dónde estás?!

–Ah, yo... estoy en... –miré levemente a mi alrededor y decidí que no le mentiría más–. ¿Estarás ahí todo el día?

–Sí, aquí voy a estar, pero quiero saber dónde estás tú, iré a verte. Estoy molesto contigo Danbi –parecía decepcionado–. Me mentiste tanto... –negó con su cabeza y suspiró.

–Iré allí por la tarde, tengo unas cosas que hacer y te explicaré porque... te mentí.

–De acuerdo –suspiró una vez más.

–Te veo luego –agité mi mano en despedida y él cerró la llamada sin despedirse.

Bajé el teléfono soltando un largo suspiro melancólico, tenía tantas ganas de ir corriendo a aquella casa para abrazar a mi bro, pero será mejor que le de unas cuantas horas para que se calme y yo me encargaré de deshacerme de Jimin.

–¿Por qué ese amigo tuyo es tan autoritario? –cuestionó Jimin quien había escuchado la video llamada.

–Es como mi hermano mayor, se cree demasiado ese papel –sonreí–. ¿Nos vamos?

–Vamos –sonrió y se puso de pie.

–Por cierto, ¿A dónde vamos? –reí por mi pregunta.

–Escuché hablar de un enorme almacén donde puedes comprar desde muebles para el hogar hasta alimentos y ropa. Eh querido ir desde hace mucho.

–Eres todo un amo de casa Jimin –reí–. De acuerdo, vamos.

Durante el camino hacia el almacén me mantuve pensativa y ansiosa, al llegar Jimin abrió la puerta caballerosamente para mí y entramos al lugar.

–¿Para qué tomas un carrito? –cuestioné al ver a Jimin jalar uno enorme–, con una canasta basta –tomé una de las canastas que estaban junto a la fila de carritos de compra.

–Claro que no –Jimin me quitó la canasta y sacó el carrito de la fila–, compraremos varias cosas.

–No tengo mucho dinero –gruñí.

–No lo vas a pagar tú.

–Y seguirá sumando mi cuenta del préstamo –gruñí–. Mejor nos vamos.

–Tómalo como un regalo de estreno de apartamento.

–¿Qué?

–Las personas regalan cosas a sus amigos cuando se mudan, ¿No lo sabes?

–Claro que lo sé –aclaré mi garganta.

–Entonces vamos –sonrió y empezó a empujar el carrito.

–Deberíamos ir directamente a los pasillos de víveres –jalé levemente el carrito para evitar que entrara al pasillo de tecnología.

–Quiero ver que hay por aquí –él dirigió el carrito.

RUDEWhere stories live. Discover now