Promesa

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– Sacrificaras tu vida por un niño y un demonio.

– Su nombre es Nezuko.

Los frios ojos azules se enfrentaron a esos otros orbes flameantes y escudriñables.

Rengoku siempre llevaba un semblante sonriente, de confianza, que hablaba de una seguridad desbordante. Tomioka por su lado, llevaba su rostro apagado, un poco nostálgico, serio y callado.

Eran todo lo contrario al otro, no obstante, habia un punto medio que los hacia parecerse.

Aquel semblante que no mostraba nada en los absoluto, pero se podía sentir esa furia saliendo por los poros de la piel. Donde los ojos parecían cuchillos dispuestos a degollar a quien se le atraviese.

Ese punto medio que tenian en ese momento, sentados uno frente al otro, en una de las habitaciones alejadas dentro de la sede.

– ¿Desde cuando un demonio tiene nombre para ti? – Preguntó con su usual tono fuerte.

– Sólo ella tiene nombre para mi.

Volvieron a estar en silencio, pero se notaba que el Pilar de la flama habia enfurecido más, aquella venas marcadas en su frente se lo decían todo.

– Entonces morirás.

– No, no moriré. – Le contraatacó enseguida. – Por lo menos, no en vano.

Ningún argumento en contra.

Giyuu ya se estaba cansando de pelear con el otro.

– Ya viste que Nezuko no devoró el brazo de Sanemi.

– Sí, pero eso no nos asegura que no devorará a nadie más.

Tomioka alzó sus cejas y se acercó más a él.

– ¿Desde cuando eres tan pesimista? – Tomó la mejilla del rubio.

Rengoku se calmó por fin, mirando con ojos algo tristes al pilar de agua.

– Es que... No quiero perderte, Giyuu. – Puso su mano rasposa sobre la suya, acunando su rostro entre esos dedos blancos, extrañamente tersos y tibios. – Eres demasiado especial para mí...

Hizo lo que unicamente hacia escondido entre cuatro paredes, sonrió, con dulzura y cariño.

– Tú también eres especial para mí.

Tomó la quijada del Pilar de la flama, acunando sus mejillas, se acercó depositando un pequeño besito en los labios.

– No me ocurrirá nada, confía en ellos. – Dio otro beso. – Y en mí.

Kyojuro lo abrazó por la espalda, tocando la tela del traje de los cazadores, sintiendo el calor que emanaba el hombre.

– Es un salto de fe, entonces. – Dijo, antes de acercarlo a él y devolver los besos.

Eran dos años ya de haberse conocido, un tirón en sus dedos meñiques los hizo acercarse al otro, brillo en los ojos y sonrisas instantáneas en cuanto se veían hizo que ambos empezaran algo, escondido, ocultándolo de todos, ya llegaría su tiempo para decírselos a todos, pero no era ahora.

Esperarían todavia un poco más, cuando todos los demonios fueran exterminados.

Después, todo iría bien.

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– ¿Irás al tren? – Giyuu se encontró con Rengoku fuera de la sede.

Romper Una PromesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora