capítulo 10 💜

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El golpeó de la batería y los chirridos de la guitarra electrica resonaban por toda la oscura habitación y en el pecho de Jimin. Era algo que se había convertido en un ritual contidiano para el desde que perdió la esperanza de hacer justicia por su padre. El fuego en su interior se había extinguido. ¿Quien iba a detenerce a escuchar o a creer en alguien como el?. No era ni rico ni poderoso. No era nadie. Subió los graves todo lo que pudo.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!.

Se sumergió en el sonido, desesperado por liberarse del entumecimiento que tenía; esperando que la vibración de la música sustituyera el latido de su corazón, el cual debería estar latiendo dentro de un chico recién graduado que empieza una nueva vida, en ves de eso, su corazón y su alma estaban muriendo lentamente.

¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!

La música y la aficción de la voz del hombre, suplicando que le devolvieran la vida, le habían ayudado otras veces. Así, qué tal vez lo hicieran de nuevo. jimin esperó sin saber si está vez sería capaz de salir de esta. Lo intentaba. Cada día trataba de vivir la vida que sus padres querían que tuviera, tras la muerte de ambos, solamente su abuela y Tae podían sacarlo de su propia oscuridad. Al cabo de un rato, todo esto dejó de funcionar.

El sabía lo que pasaría.

Esperaba que la música lo ayudará a sentir algo, cualquier cosa que no fuera la apabullante insensibilidad. Pero no fue suficiente.

                       ...

Jimin suspiro y sacó un cuaderno y un bolígrafo del cajón de su escritorio. Presionó el botón de su bolígrafo y se detuvo a pensar en lo que quería decirle a Tae. En realidad, no era mucho lo que necesitaba contarle. El y Welita sabrían por qué lo hacía, pero quería asegurarse de que comprendían que no había nada de que ellos pudieran hacer por el. Ya lo había intentado. De verdad que intento encontrar un poquito de felicidad que una vez tuvo. Incluso el trabajo con el que estaba tan emocionado ayudando a familias de pocos recursos dejo de llenar el vacío en su corazón.

Escribió en el cuaderno las palabras que fluyeron de su interior sobre lo mucho que los quería. Le dejó su moto a Tae, a él le encantaba esa moto tanto como el. Estaba orgulloso de haberla arreglado para el.

—Por favor, no pienses que esto es  por qué me la quitaste —Dijo jimin en voz alta en la vacía habitación. Tae tenía razones para hacerlo. Welita podía leerlo como si fuera en un libro abierto. A esa mujer no se le escapaba nada. La descarga de la adrenalina que tuvo jimin cuando estuvo apunto de perder el control era la única cosa que le había hecho sentir vivo otra vez, pero incluso eso se estaba desvaneciendo. Se había presionado a si mismo una y otra vez hasta el punto de perder el control, lo que le habría llevado a tener un accidente en la carretera, tal y como lo había dicho Tae.

Había pensado en conseguir una pistola. Teniendo en cuenta en el barrio en el que vivían, podría haberse excusado en que la quería para protegerse. Si no hubiera Sido por qué Tae la seguía a cada pasó que daba, habría conseguido una. Desde el día del funeral de su padre, podría sentir los ojos de alguien en su nuca y sabía que era el. ¿Quien más iba a estar tan loco para seguirlo, especialmente cuando iba por las calles más peligrosas de Seúl?.

Dobló las hojas, las metió en dos sobres y los dejó sobre la mesa baja del salón. Pero había una cosa más que tenía que hacer. Jimin cogió su computadora portátil y se sentó en el suelo.

Escribió sus claves e inicio sección en su cuenta bancaria. Fuera los que fuera que ocurriese, tenía que asegurarse de que Welita se quedaba bien atendida, Tae cuidaría de ella y siempre estaría ahí para ella, pero económicamente las cosas eran difíciles para ellos. Welita podía hacer que el poco dinero que jimin le dejara diera bastante de si. Con un clic, traspasó todos sus ahorros a la cuenta de su abuela. Seguidamente apagó la computadora y la dejo a un lado.

Tenía una cosa más que tenía que hacer para terminar. Tenía que quitarce la cadenita con el crucifijo que su padre le había dado. Mientras la desabrochaba recordó su mirada al entregársela y una ola de culpabilidad lo golpeó.

—Lo siento mucho.

Sentía no poder vivir el futuro que sus padres habían soñado para el y también sentia no poder hacer las cosas bien por su familia. Estaba cansado de luchar. ¿Para que molestarse cuando siempre hay alguien más grande, más poderoso que te derriba cada vez que intentas levantarte?.

Cogió una cuchilla de afeitar y deslizó sus dedos sobre la fría hija. Un simple viaje a la droguería fue todo lo que necesito para adquirir el instrumento por el que rezaba que fuera la liberación de su alma congelada.

Uno. Dos. Tres cortes rojo vibrante aparecieron al deslizar la hoja de la cuchilla por su muñeca. Las lágrimas le pintaron los ojos cuando el dolor le recorrió el brazo. Se balanceó de atrás a delante al ver la sangre gotear en suelo.

Por mucho que doliera, se siento bien al conseguir algo... Lo que fuera. Dolor. Era la única cosa que lo hizo sentir que estaba vivo. durante un momento, pensó en Welita y se cuestionó lo que estaba a punto de hacer. Aún no era demaciado tarde, ya que los cortes no eran tan profundos. Pero el dolor se desvaneció, dejándolo frío y vacío otra vez. Ya no quedaba nada. No para el.

Limpiándose las manos en los pantalones vaqueros, giro la mano izquierda y puso la punta de la cuchilla en el punto más oscuro de su vena azulada.

—perdonenme.

Apretó los dientes y deslizó la cuchilla a lo largo del brazo. Gritó y la cuchilla sono al caer al suelo desde su mano.

La sangre salio a chorros del brazo y contempló cómo está salpicaba al suelo. Ahora sentía más dolor, pero al mismo tiempo sentía paz. Todo pronto terminaría.

Cuando la habitación comenzó a girar se dejó caer al suelo deja que su mejilla tocará la frialdad del mismo —Casi eh terminado—
Rezo para que todo terminara  lo más rápido posible.

Conforme pasa los minutos, sus manos empezaron a adormecerce lentamente, se le nublo la vista y una pesada ola de agotamiento se apoderó de él; jimin cerro los ojos. A lo lejos escuchó que llamaban a la puerta.

—¡Jimin,abre la puerta! —La cerradura empezó a agitarce al ver que no contestaba — ¡Maldita sea, Jimin!.

Aunque estaba inmerso en la confución provocada por aquel ruido blanco, jimin pudo escuchar el fuerte sonido de la madera estillandoce.

—¡Abre.
¡Pam!
—La
¡Pam!
—puerta!.

Mientras jimin se sumía en la oscuridad, una sombra se abalanzó sobre el con unas fuertes manos que lo levantaron.

—no.— susurró el antes de desmayarse.

...

Él Ángel Caído Donde viven las historias. Descúbrelo ahora