• Kapitel 1 •

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Diciembre de 1942
Frente oriental

El día apenas comenzaba y la tropa se hallaba en su monótona rutina diaria. Eran al menos una treintena de soldados de la Wehrmacht, enviados a asegurar perímetro mientras los alcanzaban los refuerzos. Tenían algunos días resguardando esa posición, esperando las órdenes que nunca llegaban. En ocasiones veían los aviones de sus compañeros de la Luftwaffe surcar los cielos, pero ninguno de ellos les enviaba las provisiones que también esperaban. Aquella situación ya se había tornado un poco desesperante.

La fila avanzaba como cada mañana, delante de la pequeña cocina móvil donde Gustav, el cocinero de la unidad, les servía un poco de guisado de patatas con un trozo de pan. Algunos se quejaban con un "¿Hasta cuándo voy a seguir comiendo esto?" pero de nada servían sus quejas, era lo único que había y tenían que aceptarlo.

–Quisiera un poco de carne... –dijo Konrad, un soldado joven de apenas veinte años. Él y su hermano mayor Wilhelm, estaban juntos en el escuadrón.

Wilhelm lo miró, él tenía veintisiete años y se tomaba muy enserio el papel de hermano mayor, casi nunca de despegaba de Konrad e intentaba cuidarlo a pesar de que el joven sabía cuidarse sólo.

–Si tan solo me dejaran salir a cazar algo... –susurró Wilhelm con desgana. Ambos venían de familia de cazadores, sus padres y los padres de sus padres se habían dedicado a ello, y era casi una tradición de familia.

–No podemos... –contestó Konrad– Debemos acatar lo que diga el sargento hasta que lleguen los refuerzos... Además, estos bosques son territorio soviético, los rusos pueden llegar en cualquier momento.

–Lo sé...

Ya no dijeron más y empezaron a comer en silencio. Al menos Gustav sabía condimentar los guisos y nunca sabían malos, pero el mismo sabor todos los días comenzaba a cansar a sus estómagos. Terminado el desayuno, el sargento elegía a algunos para vigilar los alrededores, les asignaba una posición a cierta distancia del campamento y debían estar ahí por algunas horas, después se enviaba a un relevo y así por el resto del día. Los demás no tenían mucho que hacer, más que tener preparadas las armas y la munición en caso de un ataque.

El maldito frío también mermaba sus ánimos, pero debían resistir. Para eso habían sido entrenados. Wilhelm encendió un cigarrillo y caminó un poco entre los árboles, haciendo crujir la nueve bajo sus pies. Era medio día, pero el sol se ocultaba tras las nubes dando un toque de oscuridad. Konrad se acercó a su hermano y se quedó mirando el paisaje frente a ellos.

A ambos les gustaba el bosque y la naturaleza, además de que sabían seguir rastros y orientarse en ese tipo de condiciones. Debido a ese desenvolvimiento, habían sido enviados juntos con la unidad, pues serían buenos elementos en ese terreno.

–¿Me das uno? –pidió Konrad mirando el cigarro que su hermano sostenía entre los dedos.

Wilhelm buscó entre sus ropas y sacó una pequeña caja de metal que entregó al más joven.

–¡Hey! ¡Esto es chocolate! –protestó Konrad mirando la cajita– Yo decía un cigarro...

–Eres muy joven para fumar –contestó Wilhelm disimulando una sonrisa.

–¿Qué? ¡Ya tengo veinte! No soy un niño, Wil... No me trates como uno.

–Para mí siempre vas a ser mi hermanito pequeño –rió Wilhelm frotándole la cabeza con cariño. Konrad hizo un puchero y le empujó la mano.

–¡No vayas a decir eso enfrente de los demás! –le replicó.

–Sshh... escuché algo.

El mayor de los hermanos levantó su rifle, para observar a la distancia a través de la mira telescópica. A lo lejos pudo ver un pequeño vehículo que se dirigía hacia su posición.

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