Una ayuda conveniente

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Se encontraba sentaba frente a su ventana, viendo las gotas de agua recorrer el cristal, caían tan suaves. Y dejaban a su paso una estela de agua tan fina, que era un misterio la forma en que dejaba su rastro. Caían una tras otra. Todas dejando una ligera huella imperceptible. Así como las acciones vividas habían dejado en ella una huella, una herida podría decirse, pero está a diferencia del agua, habían sido más profundas.
Se levantó de la silla, y se miró

Se levantó de la silla, y se miró

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en el espejo. Era una chica curvilínea, un poco bajita. Sus rizos castaño claro caían como una cascada por su espalda, el tono de su tez apiñonada y sus ojos café claro, siempre tan expresivos con ese brillo que los hacía únicos. Parecía que podías ver a través de ellos un a Alma atormentada buscando paz. Su nariz muy afilada. Esos carnosos labios color fresa parecían invitar al más serio de los mortales a pecar.

Oh por Dios! - fue el grito ahogado que se escuchó, al vislumbrar a lo lejos la caída de un jinete, al parecer algo hizo que el caballo relinchará, tirando a alguien.
Sin importar la lluvia, salió corriendo para prestar ayuda a quien fuera que lo necesitará.
Bajo corriendo las escaleras, sin importar que en el trayecto de cayera, su determinación por ayudar era una de sus cualidades. Paso la estancia como una exhalación, y abriendo la puerta de par en par,  ni la lluvia la hizo detenerse, ni el pensar que podía pescar un resfriado. Alguien estaba en problemas y era apremiante prestar auxilio. Ni siquiera se le ocurrió pedir ayuda a los que estaban para lo que se le ofreciera. Avanzo lo más rápido que le permitieron sus piernas hasta el lugar donde yacía una persona sobre el barro y un caballo corría sin rumbo asustado por los relámpagos.

Aprendiendo A Ser FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora