Estaba tirada en el suelo de mi habitación. Mis piernas se encontraban encima de la cama y sujetaba un libro "Matar un ruiseñor". Tenía "Afraid" resonando en toda la habitación, de vez en cuando recibía mensajes y llamadas, y esas llamadas tenían nombre y apellido: Cameron Landon. Era un chico de mi clase, cuando me dijo que le gustaba empezó a llamarme todos los días hasta día de hoy, y hasta día de hoy sigo ignorándole.
Tocaron la puerta de madera color caoba un par de veces y mi madre pasó sonriente.
—Cielo, ve preparando tus cosas. Nos vamos en media hora —. Asentí y me incorporé del suelo. Apagé la música y comenzé a guardar las cosas en la maleta. Hoy nos mudabamos a casa de la tía Helen. Mi tía siempre había sido una mujer que se conservaba muy joven y cuando era pequeña me solía comprar caramelos de fresa en una tienda de dulces cercana a su casa.
Con la maleta lista, baje las escaleras. Mis padres y mis dos hermanos esperaban en la entrada a que bajase.
—Hasta que por fin bajas Lee —. Mi hermano mayor, Kyle. Era dos años mayor que yo y siempre me estaba molestando, aunque yo me limitaba a ignorarle. Era muy distinto a mi, él era moreno y yo rubia, él con ojos color miel y yo con ojos verdes, eramos como el Ying y el Yang. Al contrario mi hermano pequeño era un cielo, era cuatro años más pequeño que yo pero siempre que me necesitaba ahí estaba.
Lanzé una mirada asesina a mi hermano y salí de casa. Nos montamos en el coche.
El viaje duró ocho horas y fueron las peores ocho horas de la historia. Kyle no paraba de molestarme diciéndome que le gustaba a un chico, Dani, estaba preguntandome como se llamaba y comportándose como si de un hermano mayor se tratara. Yo mientras tanto estaba desesperada y no paraba de repetirle a mi madre que los callase. En resumen, un viaje bastante movidito.
Cuando llegamos bajé del coche y solté un gran suspiro de alivio, "por fin tierra firme" pensé. Cogí mis maletas y tocamos el timbre. Nos abrió mi tía y lo primero que hizo fue darme un gran beso, siempre había sido su favorita. Entramos y su casa seguía igual de cuando yo era pequeña. Su cálido suelo de madera, sus innumerables cuadros y su chimenea que guardaba miles de recuerdos, uno de ellos, y mi favorito, era cúando con ocho años mis hermanos y yo comíamos nubes de azúcar junto al fuego con chocolate caliente.
Helen me acompañó a mi habitación. Cuando entré vi lo cambiada que estaba. Ahora era de color blanca, en uno de los extremos de la habitación había un escritorio con varios cajones. A la izquierda había un gran ventanal con un balcón que daba al jardín trasero. La cama era amplia y las sabanas eran de un blanco roto precioso. En frente había un armario lo bastante amplio para mi ropa. En general estaba más bonita que nunca la habitación. Solté mi maleta y decidí bajar al salón, la chimenea ya se encontraba encendida y trasmitía un calor acojedor.
—Mamá. Voy a ir a dar una vuelta. No tardare mucho —. Mi madre me miró y asintió con la cabeza. Antes de salir me gritó.
—Caroline. No vuelvas muy tarde —. Salí de casa y el frío aire chocó en mi cara. Ande por las calles del vecindario y llegé a mi lugar favorito, la tienda de dulces. Entré y estaba exactamente igual de cuando era pequeña.
—Buenas en que...¿Caroline? —. Una señora de unos cincuenta y seis años de edad estaba tras el mostrador. Salió de el y se acercó a mi. Era Mara.
—Hola Mara. Cuanto tiempo —. Sonreí.
—Oh dios. Mi pequeña Caroline. Cuantísimo has crecido —. Me agarró los cachetes y yo reí. Me soltó y se metió en los almacenes. A los dos minutos apareció con una bolsa con todo tipo de dulces.
—Ni una palabra a tu tía eh. Te los regalo —. Sorprendida negé con la cabeza pero ella insistitó y al final acabé aceptándolos dándole las gracias. Cuando volví a casa la cena ya estaba lista.
Me senté y cenamos entre risas y algunas bromas estúpidas de Kyle. Cuando terminamos me despedí de todos, estaba candasa y encima mañana empezaría las clases.
La alarma sonó y me levanté cansada. Me dirigí al baño arrastrando los pies. Cuando salí de la habitación vi a mi hermano al otro extremo del pasillo y ahí fue cuando me di cuenta que solo había un baño. Corrí y entré en el baño. "Já. Eso te pasa por lento" me reí en la cabeza de mi hermano. Me duché y vestí y cuando salí del baño bajé con sigilo a la cocina. Allí me preparé un café y desayune unas tostadas.
Al terminar cogí mi mochila y salí de casa. La parada del bus estaba llena, la gente me miraba un tanto extrañadod y susurraban cosas entre ellos, supongo que era por el motivo de ser nueva.
Al llegar al instituto la gente actuaba igual que cuando esperaba el bus, aunque no me importaba demasiado ni me sentía intimidada. En la secretaria me dieron mi numero de taquilla y la combinación y mi horario. Fui a mi taquilla y guarde las cosas. Cuando termine de guardarlas un chico bastante alto estaba parado a mi lado.
—¿Nueva? —. Lo miré de arriba a bajo y rodé los ojos.
—Sí —. Conteste secamente. Él me siguió y se puso a mi lado.
—¿Tienes novio? —. Que directo. Me paré y me puse frente a él.
—Sí tengo. Y si no quieres que te de una paliza alejate de mi —. Le amenazé y seguí mi camino. Llegué a mi clase y me senté en uno de los sitio libres.
La clase de física pasó lenta. Hasta que por el megáfono anunciaron que todos los alumnos se reunieran en el pabellón. Y así ocurrió. Todos nos levantamos y fuimos al pabellón donde había distintos puestos. Eran los grupos desde "Animadoras" hasta "Los defensores de la naturaleza" todos salieron corriendo y eligieron sus puestos. Pasé uno por uno y ya todos estaban ocupados hasta que llegué a uno que solo estaban tres personas, como no quedaba ninguna me apunté a ese y volví a mi clase. Cuando sonó el timbre era la hora de los grupos, mi clase era las doscientos setenta y dos. Llegué y toqué la puerta un par de veces. Pasé y había tres chicas sentadas en el suelo.
—Hola —. Salude tímida. Era raro en mi comportarme tímida.
—Hola. Soy Violet —. Me saludó una chica alta, morena y con unos penetrantes ojos azules. Me dio la mano y después se sentó.
—Yo soy Lindsey —. Me saludó otra de las chicas. Su pelo era largo por la cintura y algo ondulado, tenía los ojos de color marrón muy oscuros.
—Yo soy Ariana —. Esta chica era bajita, más o menos de mi altura, tenía el pelo corto por los hombros t era rubias. Tenía los ojos de color verdes azulados y llevaba una libreta.
—Yo soy Caroline —. Me presenté. Me senté entre Ariana y Violet y me quedé callada hasta que pregunté.
—¿Este grupo para que es? —. Lindsey iba ha hablar pero se calló.
—Es un grupo como de música. Queríamos hacer una banda, pero al parecer casi nadie se ha apuntado. Solo tu —. Asentí y bajé la cabeza.
—Nos llaman "El club de los marginados" porque cada curso que pasa nadie se apunta —. Habló Lindsey apretando los puños.
—Solo hay que darse a conocer. No creo que sea tan complicado ¿No? —. Propuse. Las tres chicas me miraron esperanzadas y sonrieron entre ellas.
—Gracias —. Dijo Ariana algo tímida. La sonreí y me levanté del suelo.
—Es fácil. Solo tenemos que preparar una canción, en algún acto podemos pedirle a la directora que nos deje cantar y de esa forma conseguiremos que la gente se apunte. O podemos hacer una girlband y representar a este instituto —. Violet se levantó y se quedó pensativa.
—Podemos cantar en el recreo. Así puede que más gente se apunte.
—Gracias por haberte apuntado. Si no fuera por ti ahora mismo seguiríamos como otros años —. Me agradeció Lindsey. Yo sonreí y le dije que no hacia falta que me diera las gracias.
No era ni el segundo día de clase y ya tenia tres amigas.
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El club de los marginados.
Teen Fiction—Sola no vas a estar. —¿Lo prometes?. —Por supuesto. Por algo estamos aquí ¿No?