En cada estrofa, sus lágrimas se entrelazan con las letras, desvelando la inestabilidad que brota de su quebrantado corazón, las penumbras de su existencia se tornan versos etéreos, y en cada poema, su voz fluye como un río de suspiros.
En el lienzo...
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Entre todas las maldiciones que el destino trajo, tuve la suerte de tenerte a mi lado. Entre todas las bendiciones que el universo otorga, anhelaba que estuvieras lejos, en otra morada.
Celos ardientes, heridas profundas, contiendas interminables, un torbellino de palabras ofensivas y crueles. Nunca fuimos capaces de alcanzar la estabilidad, nuestro amor, una vez radiante, se volvió estático, sin querer.
Acepté que alejarme era la elección correcta, una decisión que se deslizó sin hacer ruido. Antes... muchos me pretendían, fue cierto, y pareciste ser mi única opción en el olvido.
Siempre estuvimos envueltos en toxicidad, el amor que nunca floreció, solo desconfianza en su lugar, según tus palabras, nunca fui merecedor de honestidad. Traición y dolor, siempre a nuestro alrededor, sin cesar.
Recuerdo el primer instante en que me cautivó, el resplandor esmeralda que iluminaba tus ojos, pero con el tiempo, poco a poco, se apagó, y en negrura se sumieron, como sombras en abrojos.
No me di cuenta cuando perdiste aquel matiz, el verde esmeralda que te hizo resaltar, y que ya nunca más lo volverás a poseer, te lo digo así, ese tono que me enamoró, ahora solo un recuerdo, sin retornar atrás.
Jamás, oh, jamás recuperarás ese fulgor, ese destello que atrapó mi mirada al encontrarte, eso especial que tanto amaba, un tesoro de valor, el que me cegó y me hizo amarte, sin remedio.
Jamás, jamás, jamás retornará, el color que nos unió en el primer alba, ese verde esmeralda que me hizo soñar, que nos llevó a explorar los límites de un amor infinito.
Y así, en el terreno de mis palabras finales, se derriten las esperanzas, nuestro amor es solo voz entre cristales, un aliento perdido en el lago de los desvelos.
