1.Fijación.

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Excéntrico.

No había otra palabra que pudiera describir al chiquillo que tenía frente a él. Su apariencia era, extraña. Y su personalidad simplemente anormal, su olor también.

"Se Amable."

Rememoró las palabras de su madre. Mujer fuerte y extremadamente sabía. Ella siempre decía que debía tratar a las personas con amabilidad, sin importar su estatus, apariencia, actitud, raza. Pero este...  niño, parado frente a él, con enormes ojos fijos en su rostro, sin ninguna expresión que delatara el porqué, seguía viéndolo sin parpadear luego de diez minutos -los había contado- lo estaba desquiciando.

Raro.

Si definitivamente era raro, no excéntrico, él mismo se consideraba excéntrico, el muchachito sólo era... raro.

Suspirando, cerró su libro, lo empujó un poco a su izquierda, frotando su ceño con una mano, posteriormente uniendola al frente de si mismo, juntando los labios en una línea apretada. Bueno, quizás era momento de encarar al raro frente a él ¿no?, que tan mala idea era esa.

"Se te ofrece algo niño." Si su tono sonó despectivo no hizo ningún ademán para suavizarlo, quería intimidar a la pulga frente a él, si terminaba yéndose por su tono grosero sin necesidad de decir mayor cosa, mucho mejor. "Llevas como, una hora o algo así viéndome fijamente, eso es raro."

Nada. El niño ni parpadeo.

Harto de la situación, decidió que quizás si volvía a ignorarlo el niño se daría cuenta de que su presencia no era grata, y sólo se alejaría, por lo menos él lo haría.

Suspirando tomó nuevamente el libro de pasta verde que hace apenas minutos había dejado de lado, abriendolo en la página setenta, continuó su lectura. Debía concentrarse y sólo olvidar al enano ese.

Probablemente habían pasado unos quince minutos de la lectura cuando notó movimientos al frente, luego el chirrido de una silla en el suelo, curioso aparto la vista del libro y... oh. El niño estaba sentado ahora. Brazos doblados bajo su rostro, la barbilla sobre sus manos. La ridícula camisa naranja con negro rayada enrollada, dejando ver pálidas extremidades, casi tan pálidas como las propias; repletas de pulseras coloridas, sus uñas tenían esmalte negro, nariz repleta de tenues pecas, y los ojos... esos ojos, aún escalofriantemente fijos en él.

Ignoraló, estabas ignorandolo, vamos continúa tu lectura.

Haciendo caso de sus pensamientos, tragó saliva moviendo de forma dura su nuez de adán, bajando la vista al libro y continuando.

Estas ignorandolo, estas ignorandolo, estas ignorandolo, estas ignorandolo, estas ignorandolo, estas ignorandolo...

Quizás llevaba una hora leyendo desde la interrupción de el niño tomando asiento en su misma mesa, no lo sabía. Estaba tan metido en la trama del libro que perdió la noción del tiempo, ya se encontraba en la página doscientos veintisiete. Posando su mano en su boca ocultando un bostezo, dejó caer el libro; con la tapa ahora cerrada, estirando los brazos sobre su cabeza y observando -sin mucha sorpresa- que el niño no se había movido, incluso se atrevía a decir que no estaba respirando, parecía una estatua.

Seguía siendo escalofriante la forma de sus ojos. Ya no quería leer. mas la curiosidad por el niño por fin le llego, decidió averiguar que tenía de interesante ver a alguien fijamente durante casi dos horas para ni siquiera moverse o emitir palabra.

Decidido, guardo el libro en su mochila verde, y adoptó la misma posición que el niño, ahora observandolo fijamente el también.

Un minuto después lo vio parpadear por primera vez, fue un aleteo lánguido, perezoso. Luego arrugo su nariz. Parecía a punto de estornudar, pero no lo hizo sólo siguió viéndolo.

A decir verdad, ver fijamente a alguien no era una tarea difícil, decidió Louis cinco minutos después. Al igual que leer su libro se perdía la noción del tiempo.

Entrecerrando sus ojos -nuevamente- intento intimidar al ser frente a él, nada. Bien, al parecer era un robot o quizás era producto de su imaginación por pasar tanto tiempo en esa sucia biblioteca leyendo ficción. Cansado decidió que ahora cruzaria sus ojos, y sacaría su lengua, tal vez así lo hacía reír.

Como debería haber esperado, su forma de actuar no fue la normal. Abriendo aún más sus ojos, el niño levantó su rostro de las manos y sacó su mano derecha, dirigiendola hacia su rostro, alizando sus largos dedos pálidos y fríos -como todo lo que se refería a él- en el medio de sus cejas -desviando la atención de Louis hacia el recorrido que el niño tenía en su rostro- luego bajando por el puente de su nariz, hacia su labio inferior. Luego regresandola a su posición inicial -bajo su cabeza- pero esta vez inclinandola a un lado, medio recostado en la mesa.

Enderezandose en la silla, Louis fruncio el ceño, viendo el rostro frente a él, en esa expresión de tranquilidad, incluso soltó un suspiro el raro ese.

Apenas perturbado y sumamente extrañado Louis decidió que era suficiente, tomando su mochila del suelo, y levantándose de la silla, comenzó su recorrido hacia la puerta de salida.

Él se iba.

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⏰ Última actualización: Jan 23, 2022 ⏰

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