CAPITULO ESPINA: REVELACIÓN

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Para su deleite personal, en menos de 20 segundos, una enfurruñada Sanem se sentaba a su lado con el orgullo herido pero dispuesta a no cederle a Deren ni una simple piruleta.

-- Hola pequeña intrusa. – le dijo cariñosamente.

-- Te odio.- le miraba de reojo con cara de enfadada mientras intentaba concentrarse en cualquier cosa menos en él.

Como no quería concederle una victoria completa, en vez de sentarse en su misma hamaca esperando que él le hiciera un hueco, se sentó en la de al lado para mantener una distancia.

-- ¿No vas a mirarme?

Silencio...

-- ¿Vas a estar así todo el rato hasta que se vayan?

Silencio...

-- De acuerdo. Que así sea.

Como si le fuera indiferente, siguió trabajando en el ordenador como si nada. Unos segundos después ella empezó a mirarle fijamente. Primero de reojo... después abiertamente... ¿por qué no iba a buscarla? Su plan no era que pasara de ella sino que fuera tras ella.

Carraspeó al principio sutilmente para después pasar a hacerlo más descaradamente intentando llamar su atención.

-- ¿Querías algo? – le preguntó como si no hubiera estado pendiente de lo que hacía.

-- No, sólo me pica un poco la garganta. Anoche debí coger frío.

-- Bien. – y siguió con lo que estaba haciendo. La ignoraba completamente para desesperación de Sanem, quien al dirigir la vista hacia dónde estaba el grupo reunido, vio que Deren tenía la mirada puesta sobre ella. Casi ni pestañeaba, daba miedo.

-- Can... - le tocó ligeramente el brazo sin dejar de mirar a Deren.

-- ¿Qué quieres? – su atención seguía centrada en terminar aquella tarea. Si no iba a prestarle atención, mejor emplear el tiempo en algo productivo.

Sanem ya no pudo aguantar más y le dio un manotazo.

-- Podrías hacerme un poco de caso, ¿no crees?

-- Hace 2 minutos eras tú la que no querías hablar, ¿recuerdas? – por fin cerró el ordenador y se dispuso a atenderla.

Ella prefirió correr un tupido velo y cambiar de tema.

-- Deren no deja de mirarme. Es como si tuviera una fijación conmigo. Todo lo hago mal para ella, siempre está gritándome, no me da ninguna tregua.

-- ¿Y qué quieres que haga yo?

-- Pues que me defiendas...

-- Sanem, por si no te has dado cuenta, lo hago desde el primer día pero dentro de mis posibilidades.

-- ¿Tus posibilidades? Ni siquiera la cortaste cuando te dijo ¡Can! ¡Ven aquí! gritando como una histérica. –imitó con burla a su compañera, tratando de no enfadarse más de lo que ya estaba.

-- Claro. Te refieres a ese momento en el que tú también estabas gritando como una loca. – Can permanecía más tranquilo, pero si la conversación seguía por ese camino, acabaría enfadándose.

-- ¡Yo tengo derecho! Soy tu novia y ella no.

-- Ya, pero es que no lo sabe Sanem. Y es porque tú así lo has querido.

-- Que no lo sepa, no quiere decir que no puedas pararle los pies. ¿Sabes lo que más me molesta? Que no te das cuenta.

--¿De qué no me doy cuenta? – empezó a masajearse la frente intentando mantener la calma.

Erkencikus: Escenas CanemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora