Introducción

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«No existen máquinas del tiempo, hay errores que afectan a las personas a tu alrededor. Un perdón no puede reparar un corazón roto y mucho menos regresar a alguien. A veces nuestros sueños son imposibles, y nadie tiene un plan perfecto para nosotros que podamos seguir, el destino puede ser protagonizar las noticias en un accidente.

Esa es mi vida, pero no tiene porqué ser la tuya, Kidd».

El otro día me senté para ver un documental, aunque la televisión me parece una pérdida de tiempo, sin ofender a quienes disfrutan de ello, yo simplemente estoy muy ocupado— ¿Qué se siente exactamente al morir? —Sentir... sentir, no era un qué hay después o qué pasa, era un qué se siente. Una pregunta que nunca me hice, a pesar de haber visto la respuesta en callejones, caravanas o casa de acogida, o tal vez solo tenía tres años. Y es que en el acto de morir, es el cerebro quien hace todo el trabajo, nosotros no pensamos en ello y la voluntad desaparece... pero, ¿qué se siente exactamente al morir?

Parecido a lo que le sucedió a una mujer que conocía, la diferencia está en que no padeció los síntomas físicos post mortem. Ella estuvo en nuestras vidas, desde el momento en que abrimos nuestros ojos, no daba miedo, pero nuestra mamá... No nos quería.

Pero amar y querer no van de la mano.

Las personas se marchitan y mueren, incluso antes de su tiempo... como las Kvety, todo está en el cuidado.

Siendo el hermano mayor de cinco, yo solo podía apreciar lo que alguna vez fue, ¿sirvió de algo? Consuelo para ellos, consuelo para mí, que solía creer que ella volvería en sí. En lo profundo de mi corazón, como cualquier niño, yo todavía escarbaba con tal de encontrar una sola excusa para su ausencia, para la distancia, una sola razón: Lamentablemente no la había.

A pesar de etapas que me salté, en la lejanía, por sobre las montañas, aún tenía un sueño que en algún momento aceptaría. No importaron las noches largas o pesadas; ni los regaños, la comida que no probé, ni la ropa que vendí, mucho más importante, el tiempo que invertí, porque todo se eclipsó en el momento que él volvió a reír sin rastros de lo que pasó. ¿Por qué no iba a sentirme feliz? Era lo último que quedaba en mi mundo. Nunca sentí culpa después de haber llegado a casa y encontrar todo vacío, porque la idea de no volverlos a ver no pasó por mi mente... mucho menos que encontraría solo a Kidd, debajo de una cama, llorando.

No sentir culpa por lo que pasó no niega que ese día tomó algo de mí, y lo reemplazó con un dolor que me mataría lentamente. Yo tenía quince años y Kidd, tan solo siete; el día que todos desaparecieron, incluyendo a mamá.

Años después, en una noche cualquiera que llegué a casa, pasada la medianoche a causa de mis turnos en el trabajo, una de esas tantas en que Kidd se quedaba dormido en la silla del comedor esperando a por mí, sucedió algo que cambiaría nuestras vidas. Yo estaba limpiaba el refrigerador, tiraba los productos caducados y cambiaba las tablillas por unas limpias, Kidd estaba en el baño con la puerta cerrada, luego de un rato salió; aún con el cepillo en mano y los costados de sus labios con pasta dental, dijo entonces algo que me haría pensar en la vida que había estado llevando:

"Me agobia tener que cepillarme por más de tres minutos, es molesto. Siempre me pregunto cómo lo soportan los demás. Me cepillo rápido para verlos limpios, en un minuto pero... ¿Yak? Envidio tu paciencia..." Su rostro, y una expresión ahí pintada que no imaginé que él haría, en una situación que se daba siempre, pero que aplicaban un peso sobre él.

Hice una mueca como si no lo hubiese oído bien, poco después el cepillo se deslizó de sus dedos y cayó al suelo, yo seguí todos sus movimientos con la mirada baja, le prestaba atención al mismo tiempo que limpiaba el exterior del refrigerador, él volvió al lavamanos para poder enjuagarse; con una nube oscura sobre él y esa expresión de consternación, mi hermano nunca antes había dicho que algo lo "agobiara"... desde mi posición, alzando mi barbilla un poco, pude ver su reflejo en el espejo, la manera en que mi hermano observaba la cicatriz que llevaba con él ya años, sobre su piel pálida y bajo una ligera capa de rizos blanquecinos. Kidd ya no era un niño, el sonido de llaves no lo haría reír y nunca más me usaría para ocultarse del sol, los días en que éramos solo nosotros dos no iban a volver. Y el eco de la casa lo alcanzaría, como una pesadilla.

Kidd crecería para juzgarme, supe desde el momento que me negué a buscarlos que Kidd me resentiría. Tomé una decisión para protegerlo. No siento culpa, pero sé que nunca seré perdonado. Es una bomba de tiempo, cada mirada se convertirá en una pregunta, y las peleas nos van a separar, pero él podrá irse sin mirar atrás. 

Aunque todos siempre tenían una visión de mi, y me hacian cumplidos...  Él veía su cicatriz, y yo ni siquiera tenía un espejo. No, no podía ver lo mismo que él... Kidd extrañaba a mamá y yo veía culpables.

Se repitieron las veces en que las palabras de Kidd me obligarían a quedarme en el balcón por las madrugadas, en la sombra del pasado...  la ilusión de quien alguna vez fui, congelándome; pensando sobre momentos que día tras día olvidaba, era la misma casa, decía yo... Entonces, ¿por qué todo se sentía diferente? 

Y en la distancia podía escucharla: "Siempre debes cuidar a tus hermanos". 

Sentí que debía crecer de golpe, otra vez. Y tenía miedo porque tal vez sí extrañaba a alguien tan terrible como mamá, y yo era peor que ella.

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2024 ⏰

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