Por las rendijas de una pequeña ventana atraviesa una luz blanca, brillante, de la luna tal vez. Ya lleva un rato encerrada en aquella prisión. Se aferra a la única esperanza que le queda, a que llegue el día en el que pueda ser libre. Cuando pueda correr por esos prados extensos en los que su padre la llevaba de pequeña. Recuerda con cariño cuando recorría los caminos empedrados de aquella casona del abuelo, cuando olía la comida recién hecha de su la abuela y miraba los ojos brillantes de su madre quien la abrazaba y entre sus cálidos brazos se quedaba dormida. Las manos le duelen ya de tantas cosas por hacer, en las rodillas ya le salieron costras y no aguanta ya la espalda. Todo el día tiene que esperar a que él llegue y rezar porque todo esté en orden para que no entre en cólera y comience a arrojar los objetos de alrededor, cuando se desata el infierno. Él, una suerte de ogro filántropo, que por siete golpes le regala una caricia. A menudo se cuestiona sobre su encierro, sobre si tomó las decisiones correctas. A veces la melancolía le invade y añora volver a sentir como la tierra húmeda se le va entre los dedos mientras la aprieta para sentir sus texturas y su resistencia, la suavidad del pasto al caminar descalza por encima de él, al aire pegándole en el rostro, las bellas melodías de las aves por las mañanas y la cálida luz del sol. Los ecos del pasado resuenan constantemente en aquella celda aislada en la que se encuentra. Está recostada en el pasto bajo la sombra fresca de una jacaranda, entre pétalos ella piensa en el futuro, piensa en lo brillante que puede ser. Un hombre se acerca; su sombra oculta los rayos del sol y ella difícilmente puede distinguirlo, la luz no le favorece, sólo alcanza a ver su silueta. Recibe una bofetada que le hace perder el equilibrio y la tira, ¡¿Por qué esta maldita pocilga está tan sucia?! Pregunta el Ogro filántropo. No... no sé, perdón, creí haber limpiado bien, no, no veo desperfectos, ¿puedes señalarme donde está el fallo? ¡No es mi trabajo! Yo ya hice lo que me correspondía, estoy cansado, apúrate a limpiar todo. Enseguida se pone a barrer y tallar todas las superficies pues no encontró ningún desperfecto, todo estaba impecable, todo estaba en buen estado. Buen día, señorita, disculpe usted el atrevimiento, pero verá. La vi desde lejos y no pude evitar notar lo bella que es usted, esos pétalos violetas que tiene usted alrededor van bien con sus ojos. Es que es tan bella que ya la quiero, ya te quiero, ¿puedo tutearte? De veras que ya te quiero. Las piernas le tiemblan, apenas y se puede mantener de pie. Él ya la espera en la cama; se acuesta con calma para no interrumpir la lectura del hombre. Hoy fue un día tedioso, hoy el cuerpo me pide, hoy te haré más mía. Perdóname, de verdad estoy agotada. Por favor, otro día, de veras que no puedo hoy. No te pregunté. Espera ansiosa en su cuarto a que toquen la puerta, revisa la ventana cada cinco minutos, cambia y cambia de conjuntos pues ninguno le convence. Suena el timbre, abren la puerta y su madre le llama. Ahí está él, muy propio y amable, la tomó de la mano con delicadeza y se despiden de la madre. En camino a la cafetería, hablan y hablan por horas del futuro, allá a donde cada uno quiere ir. Ella disfruta verlo hablar, pues sus ojos brillan y esboza una pequeña sonrisa al hacerlo. Su cuerpo ya no puede más, después del ataque recibido, de ella salió sangre pues el acto fue tan violento que salió lastimada. Él al darse cuenta, hizo una cara de asco pues se manchó, fue rápidamente a limpiarse y al regresar, irradiando furia fue a arrojarla fuera de la cama y se acostó. Ella decidió quedarse en el suelo, para no molestar más. Todos le tiran arroz a los recién casados, las campanas suenan. ¡Viva los novios! Luna de miel en un cuarto cerca de la playa. Por la noche salen a caminar, las olas chocan contra sus pies. Eres hermosa, te ves hermosa bajo la luz de la luna, te ves hermosa en ese vestido blanco, te amo, te amo, de veras te amo. Todo sólo va a ser más bello de aquí en adelante, ya verás, ya verás. La comida no tiene sal, la comida tiene mucha sal, golpe, empujón, golpe, empujón. Todo está sucio, recoge eso que se me cayó, ¿por qué te quejas? Ni que fuera una penitencia. Ni pienses en irte que te encuentro. Mira, te traje estas rosas, de nada, mira, te traje un peluche, mira te traje un vestido, hoy te arreglaste mucho, ¿no? ¿Con quién te fuiste? ¿Me quieres hacer pendejo? ¿Quién es ese con el que me engañas? Lo voy a matar, lo voy a matar y después a ti. Voy por mi revolver, lo mato, lo mato. ¿Hoy es nuestro aniversario? Pues sé clara desde un inicio, casi cometo una babosada. Sí, sí, perdón. Ya no chilles, ya no chilles. Ya mejor sirve la comida. Casa nueva, casi no le entra la luz, pero no importa, es cómoda para ambos, el hombre recibió un ascenso, ya tiene para que todo esté bien, ella ya no tiene que trabajar. Se dedica a la casa, la pinta de rosa, de azul, de verde, de gris. Él llega, la saluda, come y se duerme, aunque a veces no llega, tiene mucho trabajo, tiene muchas cosas por hacer en el trabajo. Pasa más tiempo en el trabajo que en la casa, la casa le abruma y el bar es muy atractivo, más si lleva una acompañante, más si siempre es diferente. Ella le cuestiona, le pide más tiempo con ella, le dice que le extraña. Él la empuja y la tira, se pone rojo y va por ella a recogerla enseguida, se disculpa, le pide perdón una y otra vez, la lleva a comer y todo mejor. A la siguiente le suelta una bofetada y le compra un bonito vestido. En una ocasión la ira del trabajo lo tenía a punto de explotar, todo, todo iba a romperse y su mujer cometió el acto atroz de no lavar su traje para el día siguiente. Le da una bofetada, la tumba, en el suelo la patea en repetidas ocasiones, ella grita y llora desmesuradamente intentando cubrirse de los golpes, pero poco o nada puede hacer ante la corpulencia y la fuerza de aquel individuo, no logra ver la expresión en su rostro pues la luz no le favorece. Después del acto frenético y notar ella ya ni podía defenderse pues estaba inconsciente, decidió parar, la cargo y la llevó a la bañera, le dio unas pastillas y la sostuvo por un largo tiempo, el tiempo suficiente para olvidar que fue él quien le propinó tal golpiza y le hizo adorarlo aún más por ser tan cálido con ella. Ya no hubo más ocasiones de rebeldía de parte de ella desde ese entonces, ya todo estaba bien, todo era mejor ahora. Enhorabuena, ya no sólo eran dos, su amor había logrado consumar otra vida, un miembro más de la familia, nada podría salir mejor. Un día después de salir del bar, llega y su mujer lo recibe con una sonrisa, le cuenta la gran noticia, él se enfurece, ¿por qué no te cuidaste? No podemos tener hijos ahora, no ahora. Están pensando en ascenderme y no estoy para aguantar los chillidos de un escuincle. No puedo, entiende. Así que la empuja y le da una sola patada en el vientre. Eso es para que aprendas. En el baño, la sangre corre por sus piernas, ya ni las lágrimas le salen. Le llama para que sirva la cena, así que va hacia allá, se dirige a la cocina y toma la comida del día, todo es gris, todo es gris. Le falta un cuchillo para la carne, él no la ve, sin dirigirle la mirada le dice que vaya a la cocina de nuevo y traiga uno. Toma un cuchillo, el que usa para cortar carne. Ya no puedo, ya no puedo. Esto no va a cambiar, esto va a seguir, pensé que no y todo es peor ahora, no puedo, ya no. ¿Y si mejor me mato? ¿Y si mejor lo mato? No sé, todo es gris, no sé, no sé, todo es gris, no sé, no sé, no sé, todo es gris, con rojo, sí, con rojo...
A la chica feik.
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Cuentos de un adolescente.
De TodoLos cuentos son como el sexo casual; se experimenta, se aprende, no se comprometen a algo largo, simplemente se disfruta y se vive el momento, así que, ¿por qué no lees estos bellos cuentos? Chance y no te arrepientes.