1. Instintos

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Joey Wheeler es del tipo de persona que siempre confía en sus instintos, en esa sensación que le recorría como una corriente eléctrica a través de su columna cuando estaba en peligro o cuando debía de desconfiar de una persona sospechosa.

Ahora esa sensación se instalo en el fondo de su estomago insistiéndole a gritos que saliera de esa habitación y de ese gran y oscuro armario donde se había metido en un acto de desesperación tras escuchar los pesados pasos frente a la puerta del dormitorio y el sonido inconfundible de la perilla al girarse.

Pero ¿Cómo había llegado a esa situación?

Todo había empezado con la pequeña y inocente intervención del pequeño Mokuba Kaiba que desde un tiempo a esta parte le gustaba visitar la pastelería donde Joey trabajaba y degustar los deliciosos pasteles y queques hasta el hartazgo.

Una tarde de trabajo, cuando una lluvia torrencial caía en la ciudad y oscurecía el cielo la campañilla de la puerta de entrada sonó, y Joey había ido a su llamado encontrando en el marco de la puerta a un mojado Mokuba, temblando de frio y empapado de pies a cabeza.

El se había acercado al pequeño con una toalla en mano y una reprimenda en la boca por su descuidada actitud, cuando de pronto el pequeño había corrido hacia él para abrazarlo fuertemente, enterrando su rostro en su abdomen y sollozando unas cuantas palabras inentendibles para él.

Luego de unos largos minutos logro calmar al pequeño. 

Mokuba se limpió las lágrimas con la manga de su ropa y se aclaró la garganta. Joey puso toda su atención en él. El pequeño aun con la voz un poco tapada se disculpó por molestarlo y por haber sido tan inoportuno en su trabajo.

A Joey no le molesto en absoluto que su amigo viniera, pero lo que si le molestaba era su llegada envuelto en un mar de lágrimas. ¿Acaso había tenido algún problema? o ¿Alguien estaría molestándolo?

En ese caso ¿Donde estaban los guardaespaldas que iban con en él? O incluso el mismo Seto Kaiba, que para el caso era su hermano mayor después de todo.

Apretó los puños, le dada ganas de enterrarle el puño a la hermosa cara de su enemigo natural y demostrarle un par de cosas sobre cuidar a  los hermanos, èl nunca permitiría que Serenity llorara, ni una sola gota.

Se puso rígido en su silla, cuando se dio cuenta, había pensado que Seto "son un engreído" Kaiba tenga una hermosa cara.

El estomago se le anudo y el aire se le tranco en el pecho al imaginar una escena de un sueño que había tratado de suprimir de su mente las últimas semanas, sus manos empezaron a hormiguearle al imaginar que en vez de un puñetazo podía poner su palma de su mano en su mejilla y recorrer su rostro con suavidad y quizá acariciar sus labios mientras miraba en el interior de sus ojos azules. Más tarde si Kaiba siguiera sin matarlo Joey se atrevería a pasar sus manos por su cabello castaño y comprobar su suavidad, acercándolo a él en un movimiento lento y anhelante, uniendo sus frentes y sus respiraciones en un solo compás y entonces...entonces...

El sonido de la silla de Mokuba al levantarse lo alerto y vio al pequeño disculparse y dirigirse a la puerta sin mirarlo. Se maldijo a si mismo, se había mantenido en silencio tanto tiempo que Mokuba lo había malinterpretado y había pensado que lo ignoraba para darle a entender que se fuera.

Puso un mano en la cabeza con frustración y corrió hacia el pequeño, disculpándose el mismo y exigiendo con suavidad que le explicara que pasaba y el motivo de su llanto.

El pequeño no quiso decirlo al principio, pero Joey Wheeler tenía métodos severos de persuasión. Luego de que serían un par de horas y muchos trozos de pastel que harían mella en su economía Joey por fin logro que el menor hablara.

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