Mi Nombre es Clarisse

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     - ¿Cuánto tiempo hace desde que dejé de cuestionarme las cosas? -preguntó una chica con dulce voz.

     - No lo sé, Clarisse -respondió una voz algo más desafiante.

     - ¿Qué debo hacer ahora? Tengo miedo... -temblaba todo su cuerpo-. Nunca me imaginé que algo así pudiera ocurrir.

     La altura era considerable. Desde esa distancia apenas podían verse las personas que andaban por la calle de abajo. Meras hormigas. El viento bramaba con fuerza, la nieve comenzaba a caer. Una chica se hallaba sentada en la cornisa de un rascacielos, moviendo con cierta forma juguetona sus pies, hacia delante y hacia atrás. Su rostro yacía triste, sin vida alguna, y una mueca en sus labios la delataba más aún. El verde sus ojos brillaba menos que nunca, pero las lágrimas hacían que se mantuvieran con un brillo especial, aunque no hermoso como el resto de ocasiones. No jugaba con su mechón rosado como era costumbre en ella. Solo era capaz de mantener sus manos apoyadas en sus rodillas, mientras miraba cabizbaja la calle metros abajo. Sus pies descalzos se cruzaban en su vista de vez en cuando. El vuelo de su camisón blanco de tirantes se alzaba con la fuerza del viento. Sus brazos desnudos temblaban de frío.

     - Clarisse...

      Unos brazos de tez blanca aparecieron sobre su cuello, bajando por sus hombros, hacia su pecho. Clarisse, al notar dicha presencia deslizó su mano derecha con cierta cautela, pero con confianza, hacia la mano izquierda de aquella persona tras suya. Sus manos se cruzaron. Era capaz de sentir calor, e incluso cierto bienestar, apreciable por la pequeña sonrisa que en sus labios se dibujó. Tras un leve suspiró, apoyó su mejilla en aquella mano que sujetaba.

     - Clarisse... Yo puedo cargar con tus penas, eliminarlas para siempre -se transformaba su voz a una más sádica- ¡una vez te mueras!

     De la persona que estaba detrás de Clarisse se escuchó como la lengua chocaba con los labios, mientras el rostro de aquella persona comenzó a visualizarse. Iba vestida igual que Clarisse, con la diferencia de que llevaba una máscara blanca con cuernos. Esta tenía diseñada unos ojos afilados negros con cuencas por donde mirar, el contorno redondo de una nariz que a simple vista parecía de un payaso, y una enorme sonrisa con grandes dientes que recordaba al gato Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas.

     Sus miradas se cruzaron cuando el cuerpo de Clarisse pasó de estar sentado en aquella ventana del rascacielos a estar en el aire, flotando, escasos segundos antes de comenzar una caída en picado.

     - ¿Volveré? -el cabello claro de Clarisse se revolucionó, quedando su rostro casi cubierto por este-. ¿Podré volver a ser yo?

     El tiempo pareció haberse detenido al realizar ella dichas preguntas, su cabello ya no hondeaba con la fuerza del viento, ni su camisón. La chica con la máscara, que vestía igual que ella parecía estar mirándola a través de esos huecos en sus ojos. Podía apreciarse un intenso brillo verde a través de dicha máscara, la cual la sujetaba con su mano derecha.

     - ¿Volver? -preguntó a Clarisse, detenida frente suya, al subir esta a la cornisa-. ¿Por qué alguien tan débil como tu querría volver?

     - Al fin y al cabo, mi nombre es Clarisse -respondió al mirar intensamente a la otra chica, mientras yacía en el aire.

     - Siempre puedo vivir como Elisse. Ese es mi nombre, al fin y al cabo -volvió a escucharse ese chistar, ese choque entre los dientes y la lengua.

     El cuerpo de Clarisse cayó al vació. La chica que se encontraba en la cornisa retiró la máscara. Unos intensos ojos verdes, abiertos como platos, mostrando el más puro sentimiento de locura y demencia, acompañado de una macabra y forzada sonrisa, dejando a la vista todos y cada uno de sus dientes.

     - ¿O me llamo Clarisse -miraba al vacío mientras la chica caía- y esta es mi verdadera personalidad?

     Elisse presentaba un rostro y un cuerpo idéntico al de Clarisse. Mismo color de ojos, mismo color de pelo, incluso el mismo mechón rosado. Las uñas del mismo color, púrpura claro. La única diferencia entre ellas parecía ser su tono de voz, su forma de ser y... su personalidad.

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Bi-DaWhere stories live. Discover now