Capítulo 9

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Aquel tierno olor nos encaminó sin saberlo a una salvación momentánea.

El edificio en el que terminamos era similar en arquitectura a una iglesia, pero por dentro era una habitación casi vacía, con alargadas mesas para abarcar a unas cien personas, cantidad que no es una estimación o exageración en su totalidad, pues cuando estaban todos reunidos en el comedor, pude contarlos para pasar el tiempo.

El delicioso aroma que habíamos percibido, en realidad provenía de una pequeña casa que estaba a un lado del comedor.

Nosotros nos dirigimos a unas sillas situadas en un extremo de uno de los mesones al fondo del salón y al mismo tiempo, las personas que iban llegando iban tomando un lugar en las mesas.

Durante nuestra espera, apoyé mi cabeza sobre mi puño y mire a todos lados sin saber qué hacer. Pude notar que varias personas se nos quedaban viendo de vez en cuando, pero esto no era por mucho tiempo y sus miradas no me resultaban incómodas. Aquello que si logró incomodarme un poco, fue el enorme silencio en el que todo se mantenía, lo único que se escuchaba era el viento, los sonidos de la cocina y ocasionales relámpagos en el cielo, pero de resto, todo estaba muerto, casi ninguno hablaba y las personas se notaban decaídas, sin propósito, sin una razón para vivir, como si lo único que los atase a este mundo fuese el temor natural de la muerte.

Todo esto logró deprimirme un poco, supe de inmediato, que esa ayuda que buscábamos en ellos, no existía, se veían derrotados y sin esperanza, era obvio que no había ninguna forma de volver a nuestro mundo, pues de haberla, ellos ya lo hubiesen hecho, sin embargo, parecía haber algo más tras todo esto.

En ese momento recordé a mi familia, amigos y también a mi ex mujer. Pensé en las tonterías que nos llevaron al divorcio y me arrepentí por estas, deseé por breves instantes, saber que había sido de ella. Espero sinceramente, que esté pasando un tiempo de calidad con quien sea que haya sido mi reemplazo y que este logre lo que yo no.

Antes de que me diese cuenta, un hombre empezó a entregarle a cada persona sus platos y cubiertos, así como una copa vacía en la que entendía, servirían el vino. Poco tiempo después, entraron hombres y mujeres, cargando las ollas que contenían la carne molida de un animal desconocido y las bandejas donde estaba el pan que le iban a otorgar a todos, así como también traían el vino.

A mí se me hacía agua la boca y me sonaba el estómago, mientras que el cabo segundo estaba completamente ansioso y hambriento, casi podrías decir que en cualquier momento podría enloquecer de no saciar su hambre lo más pronto posible.

Cuando nos sirvieron la comida en los platos de barro y el vino en la copa de oro, Ancel se tragó todo casi sin disfrutar lo que comía, yo en cambio, me detuve a saborear la jugosa carne y el delicioso pan, así como el dulce vino.

He de añadir, que la carne que tuve oportunidad de saborear, era algo extraña, su sabor era similar al de la carne de res, pero sin embargo, tenía un extraño toque que la distanciaba un poco de esta, y, a falta de una mejor descripción del sabor, diré que esta daba por, breves instantes, una particular sensación a estar mordiendo una moneda, pero de resto, lo extravagante e indescriptible que tenía le daba un sabor más exquisito. A su vez, era la carne más grasosa que hubiese probado nunca, esto sumado al sabor metálico quizá la desmeritaba un poco, aunque con el hambre y un poco de pan, esto era pasable.

En todo momento estuve preguntándome de donde sacaban la carne, y me asqueaba pensar por un momento que eso pudiese ser carne humana, pero traté de pensar que esto no era así, y que quizá estaba comiendo carne de babuino, lo cual no le quitaba lo asqueroso al asunto pero me dejaba mucho más tranquilo. Quizá aquel olor que percibí en la parte oscura de la ciudad, fuesen los cuerpos muertos de estos animales, pensé.

AgarthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora