Mi vista estaba clavada en el suelo, no quería mirar a ningún lado de esta cutre y cochambrosa habitación que tanto sufrimiento había dejado en mis entrañas. Podía sentir el temblor en mis manos y mis piernas eran gelatina, todavía me sorprendía seguir de pie. Escuchaba el ruido que hacía la mariposa al chocar sus pequeñas alitas contra el suelo repetidas veces, debía de estar sufriendo mucho.
La lluvia caía con fuerza desde el exterior y las fuertes gotas golpeaban los cristales de las ventanas a mí alrededor con brusquedad y firmeza. Por lo menos ese sonido era algo relajante y me hacía liberar un poco la tensión que cargaban todos mis músculos.
De repente, tomándome por sorpresa, unos dedos se aferraron a la piel de mi hombro y se apretaron contra ella. No me hacía daño, al contrario, era un tacto suave y tranquilo como si tuviera miedo de poder romperme.
Mi respiración empezó a agitarse y mi corazón sintió un pinchazo de nervios y adrenalina que nunca había sentido... o eso creo. Mis labios estaban ligeramente entreabiertos y mis ojos abiertos como platos miraban el suelo casi con desesperación.
¿Qué está pasando?
—Todos tenemos secretos. —Una voz masculina y ronca se escuchó distorsionada detrás de mí, pero sonaba demasiado lejos y no desde la distancia en la que estaba la persona que aún tenía sus dedos clavados en mi piel.
—Dejadme en paz. —Un grito sonó a lo lejos, sonaba desesperado y aterrado, tanto como si estuviese sufriendo un ataque de pánico. Lo peor fue cuando distinguí que la voz femenina y aguda de ese grito... era la mía.
Levanté la cabeza con tanta rapidez que escuché un crujido en mi cuello del brusco movimiento. Empecé a correr dando un manotazo hacía detrás y alejando aquellos dedos de mi piel, la habitación era inmensa, y la que yo recordaba era bastante pequeña. Seguí corriendo, mis pasos acelerados parecían huir de alguien. Yo parecía querer huir de alguien, pero... ¿de quién?
Los jadeos que salían de mi garganta eran espeluznantes, y no podía dejar de imaginarme a una chica sufriendo un ataque de pánico horroroso.
Corrí y corrí hasta que algo se interpuso en mi camino, un cuerpo. Una persona estaba delante de mí, su postura era rígida pero la oscuridad de él lugar me impedía ver su rostro, achiné los ojos intentando acostumbrarme a la oscuridad en la que nos encontrábamos.
Cuando más o menos pude distinguir algo observé que su cuerpo estaba vestido con unos pantalones holgados negros y una sudadera del mismo color, su rostro era tapado por la capucha de esta.
—¿Quién eres? —pregunté lentamente, mis ojos se abrieron llenos de incredulidad porque mi voz no había salido temblorosa, ni siquiera había el más mínimo de miedo o nervios en ella.
—Tu salvación —contestó y lentamente empezó a bajarse la capucha, solo llegué a ver sus labios en una fina línea antes de caer en el abismo y sumergirme en una profunda oscuridad. Grité.
Mis labios y mi barbilla se movían sin control alguno, horrorizada por la horrible pesadilla que acababa de tener. Sentí mi cuerpo, encorvado en la cama y aún enredado entre las sábanas. No fue hasta dentro de unos segundos que observé que ya era de día y la iluminación alumbraba toda la habitación e incluido la cama de mi amiga donde ella seguía completamente dormida.
¿Cómo podía soñar con oscuridad aun cuando la iluminación cegaba?
Alargué un fuerte suspiro y observé el pecho de mi amiga que subía y bajaba, solté todo el aire contenido. Al menos estaba viva, era cómico de decir aquello y tan extraño... ¿mi amiga muerta?
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Novela Juvenil¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...