21 |Gatitos|

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Cinco bebés.

Cinco jodidos bebés.

¿Acaso estaba en una pesadilla?

—Yeollie.

Levanté la vista de la desnuda pared que estaba mirando, encontrándome con el rostro lloroso y compungido de MyungSoo a mi lado. Luego de haber sido atendido por mi segundo desmayo en menos de tres días, me mandaron a casa diciendo que descansara un poco para quitarme el estrés de encima, además de aprovecharlo para cuidar a MyungSoo. DongWoo me trajo en su auto, sin decir palabra alguna, mientras MyungSoo me miraba desde el asiento trasero con miedo en su mirada.

Habíamos llegado una hora atrás y no le había dicho nada.

—¿Tú lo sabías? —pregunté con voz vacilante.

MyungSoo se removió en el sillón, incómodo y nervioso.

—Puede ser... —contestó con la voz temblando—. ¿Eso cambia las cosas?

Solté una carcajada sin gracia alguna.

—¡Claro que sí! —grité sobresaltándolo, y traté de calmarme—. Demonios, MyungSoo, si lo hubiera sabido yo...

—¿No me habrías adoptado? —preguntó con tono quebrado.

Fruncí el ceño.

—Claro que lo habría hecho —repliqué para luego suspirar—, pero MyungSoo, si lo hubiera sabido, me habría preocupado de usar protección.

Hizo amago de querer subirse a mi regazo, pero negué con la cabeza, todavía en shock por la reciente noticia.

Padre. Iba a ser padre de cinco bebés.

—Pero yo quiero bebés tuyos —dijo de forma lastimosa—, así tú no... si tengo a tus bebés, no vas a abandonarme nunca...

Lo miré de forma incrédula.

Noté el miedo y el susto en sus ojos.

Dejé salir el aire de mis pulmones junto con el enojo, tomando a MyungSoo por la cintura para subirlo a mis piernas, acurrucándolo contra mi cuerpo. Mi pequeño gatito me miró, y antes de poder decir algo, rompió a llorar como un bebé, abrazándome por el cuello, enterrando su rostro en mi pecho. Le acaricié su desordenado cabello, dándole un pequeño beso en la frente.

—¿Cómo puedes seguir pensando que voy a dejarte, bebé? —pregunté cariñosamente.

—Porque soy malo... —sollozó contra mi pecho—, soy gruñón y pesado y te trato mal y soy insoportable a veces... —le di otro beso en la frente—. Y no quiero que dejes de quererme, porque yo te quiero mucho y...

Ahora lo callé con un beso en los labios, pequeño y cortito, con sabor a lágrimas y sal.

Pero sirvió para calmarlo un poco, lo suficiente como para que dejara de hablar idioteces.

Sí, MyungSoo era arisco, hosco y huraño gran parte del tiempo, pero así lo quería yo. MyungSoo era un poco gruñón, pero también era bueno, cariñoso y adorable en el fondo, al menos conmigo, y así lo amaba, con todo mi corazón.

—No dejaré de quererte jamás —le dije acariciándole las orejas.

Asintió, poco convencido.

—¿Aunque no te haya dicho que puedo tener bebés y ahora estamos esperando cinco gatitos? —preguntó con la voz temblando.

Gatitos. Cinco pequeños, hijos de MyungSoo y míos.

Sonreí con ternura.

—Todavía sigo molesto porque no me lo hayas dicho —regañé cariñosamente—, pero está bien, MyungSoo, no pasa nada. Supongo que... tendremos que buscar un nuevo lugar para vivir, porque el departamento es pequeño, no podemos tener a cinco niños aquí, y tendré que congelar mis estudios un tiempo para trabajar...

—Soy una mala persona —volvió a llorar MyungSoo—, ahora no podrás ir a la universidad y he complicado tu vida y...

Volví a callarlo con un beso, abrazándolo con más fuerza contra mí, negándome a que MyungSoo dijera eso.

Sí, unos bebés nos complicarían un montón todos nuestros planes de aquí en adelante, pero estaba bien, no podía odiarlos por eso. ¿Cómo odiar a esas cositas pequeñas?

Deslicé una mano por el estómago de MyungSoo, acariciando su pancita. Según lo que me había contado el doctor, MyungSoo tenía cerca de un mes de gestación, y cómo era un híbrido de gato, el tiempo de su embarazo probablemente sería una media entre los meses de gato y meses de humano, algo así como cinco meses de maternidad.

Tenía entonces cuatro meses para poder conseguir un buen lugar para los bebés y un trabajo decente.

—Los bebés te quieren mucho —murmuró MyungSoo frotando su cabecita contra mi cuello—. Quieren estar todo el día contigo.

Enarqué una ceja, divertido.

—¿Están hablando los bebés o tú? —me burlé amorosamente.

Hizo un puchero, sin alejarse de mí.

—Ya no quiero bebés —dijo con un poco de sueño—, porque tendré que compartirte con ellos, y no quiero eso. No me gusta compartirte.

Solté una risa baja, comenzando a tararearle una nana para que durmiera un poco y se quitara la pena del corazón. Segundos después, un dormido MyungSoo yacía en mis brazos, roncando con suavidad, y le besé la mejilla.

—¿Cómo puedes pensar que te dejaré, mi amor? —le murmuré en voz baja, sin querer despertarlo.

¿Cómo iba a abandonar a este bonito gato gruñón cuando me hacía tan feliz?

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