—¿Segura de que no olvidas nada... que no sea ropa? —dice mi madre detrás.
—Segura, mamá —respondo mientras trato de que prácticamente todo mi armario entre en la maleta que está sobre la cama.
Sé que solo será un par de días los que estaré fuera de casa, pero en este momento tengo la cabeza demasiado revuelta como para ponerme a pensar qué llevaré puesto día por día. ¿Qué tal si ahora decido llevar algo que luego no me guste o que no me quede bien? No, no puedo arriesgarme a eso, no ahora que tengo que lucir perfecta. Ya, acabo de poder tirar un poco más del cierre, con bastante dificultad, pero he logrado hacerlo. Quizás si tiro un poco más...
—Bien, entonces, me despediré de ti ahora —Mi madre se acerca y yo me sorprendo por lo que acaba de decirme.
—¿Cómo que ahora?, ¿no me llevarás a mí y a Kevin a la escuela?
—Lo siento, cariño —Me da un beso en la frente y se aparta con rapidez—. Richard me pidió que lo llevara temprano a casa de un amigo.
¿Cómo que Richard...? y, ¿qué hay de mí?
—Mamá, ¿sabes cuánto pesa esto? —Quito de la cama la maleta que pareciera estar a punto de explotar y la pongo sobre el suelo.
—Pues tendrás que quitarle un poco de ropa —Sonríe y sale de la habitación.
—Mamá... —La sigo antes de que escape por las escaleras.
Prometió llevarnos a mí y a Kevin en su automóvil la semana pasada cuando le comenté que saldría de viaje. Incluso dijo que estaría encantada de hacerlo porque le traería recuerdos de cuando éramos niños y tenía que llevarnos a ambos a la escuela. ¿Qué sucedió con eso?, ¿lo olvidó? No, por supuesto que no lo olvidó, solo que para ella el estúpido de Richard es más importante que yo.
—Oh, escucha —dice al sonar el timbre—, seguramente debe ser Kevin, apresúrate. Vayan caminando hasta la avenida y luego tomen un taxi.
—Espera, no te vayas aún —ruego a medida que llevo la maleta o que la maleta me lleva a mí—... Si es Kevin puedes al menos acercarnos a...
—Cariño —me interrumpe un tanto nerviosa—, se me está haciendo tarde. Richard está en el auto, no quiero que se enfade.
Claro, Richard no se puede enfadar, pero yo sí, ¿verdad? Gracias, mamá, muchas gracias. Gracias por darme el lugar que merezco por ser tu hija.
Es tanto la rabia que me produce escuchar a mi madre hablar así que arrojo por las escaleras la maleta. Mi madre gira para verme antes de abrir la puerta con su típica cara de desaprobación.
—Ya estás grande para hacer berrinches, ¿no te parece?
Pues no, no me parece.
—Hola, Sandra —dice Kevin al encontrarse con mi madre en la puerta.
—¿Qué tal estás, Kevin?, pasa —le responde y se va sin siquiera darle un beso, ¡sin siquiera darme a mí un beso!
—¿No nos...? —pregunta Kevin luego de que mi madre cierre de un golpe la puerta.
—No, así que ven y échame una mano —digo tomando del suelo algunas camisetas que salieron volando.
—Es demasiada ropa —Kevin se aproxima y toma otro par de camisetas—, ¿no te parece? ¿A quién te le quieres echar?
—¿Disculpa? —Le arrebato las camisetas fingiendo estar enfadada.
—Oh, vamos. Es evidente que hay alguien a quien quieres impresionar, ¿es a mí? —dice animado.
—¿Qué dices? —Logra hacerme reír.
—Entonces, ¿quién? Vamos, harás que me ponga celoso.
Sé que puedo confiar en Kevin. Sé que no dirá una sola palabra de lo que pueda a llegar a confesarle. Siempre ha sido bueno guardando secretos y aún más dando consejos, o regañando que para el caso con él es lo mismo. El hecho es que no tengo ganas de escuchar sermones de su parte, no ahora cuando estoy tan contenta de que iré a hacer un viaje en el que tal vez, solo tal vez pueda llegar a acercarme, a conocer un poco más a Gonzalo. Sin embargo, por otra parte siento la necesidad de contárselo; es mi amigo, mi único amigo, la persona con la que comparto absolutamente todas las cosas, incluso las que quizás una chica no le contaría a un chico, y eso lo hace especial, Kevin es especial para mí.
—¿No vas a decírmelo? —vuelve a decir serio.
Bueno, ¿qué tan mal me puede ir con contárselo? De todas formas es posible que se haya dado cuenta o que ahora ate cabos por lo sucedido la semana pasada. En la clase anterior creo que fue bastante claro que no podía quitarle los ojos de encima al profesor. Fue la peor y la mejor clase que tuvimos. La peor porque estaba tan embobada de tenerlo cerca que sola me avergonzaba con mis respuestas frente a mis compañeros, y la mejor porque a pesar de estar de pie frente al pizarrón tratando de hacer de manera correcta los ejercicios, podía oler el delicioso perfume y el aliento fresco de Gonzalo. Eso sin mencionar las sensaciones que me producía el hecho de poder admirarlo tan en detalle.
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Loca de amor #1
Novela JuvenilUn ¿accidente? puede hacer que tu vida gire por completo; que las bravuconas que a diario te molestan ya no te resulte tan importante, que asistir a la escuela ya no sea tan aburrido, al contrario, que te haga contar los minutos para que la clase qu...