Inside.

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Un suave vaho emanó de sus labios, provocandole una sonrisa divertida y que con sus manos tratase de tocarlo; completamente en vano. Tal acción le ocasionó a su vez un escalofrío, producto de haber sacado sus extremidades de los cálidos bolsillos de su chaqueta.

En el fondo de su corazón agradeció a su mejor amiga el hecho de haberlo prácticamente obligado a llevar aquellas múltiples capas de ropa invernal. Situación que no pareció ir de la misma manera para su altísimo acompañante, quien aunque tratase de disimular; dejaba totalmente al descubierto el temblor que por completo había tomado posesión de sus hombros y torso.

—¿Tienes frío? –Hizo entonces la pregunta obvia. Obteniendo de ella una mirada repleta de hastio del pelirrojo.

—Tsk..... Por supuesto que no, enano estúpido. –Vociferó el delgado joven, tratando de ocultar en medida de lo posible el evidente erizar de su piel; dado que solamente portaba una camiseta delgada, mangas cortas y con múltiples roturas que sin dudarlo le gustaban mucho y aunque su padre creyera lo contrario, eran parte del estilo de la prenda.

—No tenías que ser tan idiota. –Se quejó y defendió el menor. Quien el acto llevó ambas manos a su cuello, desenvolviendo la mullida, calentita, y suave bufanda que lo arropaba.

Sintió el viento helado chocar contra la piel al descubierto, se escurrió un poco en un intento por no dejarse amedrentar por el como la brisa le indicaba de un próximo resfrío. Y en acto de total valentía se alzó en puntas y colocó a duras penas el trozo de tejido en el cuello ajeno.

En cambio, Zora se espantó internamente al sentir la prenda que ya desprendía el tibio tacto que antes mantuvo con el peligris. Sus ojos infundidos en un desconcierto total, no fueron en absoluto captados por sus palabras toscas.

—¿¡Qué estás haciendo!? –Exaltado trató de quitarse la tela de encima, y colocarla nuevamente en el erizado cuello del menor.

—Te la presto. Si tienes frío, dilo; no tengo problema en....

—No lo quiero...–Dictó quitandose de encima la preciosa bufanda en tonos rojizos y verdes bastante oscuros y difuminados.

—No te pregunte. –Tajó ahora el más bajo con aquello que parecía ser molestia. —Si te lo quitas voy a decirle a Zara-san que me golpeaste. –Reveló, encogiendose en el área de los hombros.

—¿Tu crees que el viejo creerá eso? –Le cuestionó en un tono burlesco, mirándole como quien había ganado la guerra.

—¿Tu crees que no va a hacerlo? –Sin embargo, era claro que el de ojos carmesí no había siquiera obtenido la victoria en la batalla. Mostrando una mueca de disgusto devolvió la tela a donde antes se encontraba, terminando por disfrutar del poco calor ajeno que ésta aún guardaba.

—Como sea..... No vayas haciendo éstas tonterías con todo el mundo, mocoso. –Comentó más en un tono autoritario que como una petición. Aquello llamó la atención del de menor estatura.

—¿Por qué no? Ellos también podrían pasar frío.... –Obvió acomodando como mejor podía el gorro de su chaqueta alrededor de su cuello; en un intento de cubrirlo minimamente. Situación que no pasó desapercibida por el alto.

—Porque yo lo digo. Además, esos idiotas tienen ropa, ¿no? –Sin mirarle le preguntó aquello, dejando al más joven en silencio. —Entonces que la usen. –Sentenció, sin intención de seguir tan inútil discusión.

—Si es Yuno tendré que hacerlo sino...–Mencionó el adolecente, más para él que para su ajeno. Al final, siendo igualmente escuchado por él.
Zora no dijo nada, y a pesar de ello; sus nudillos se tornaban blancos. No podía sino simplemente molestarse en lo profundo de su mente ante cada mención de aquel maldito tipo engreído.

No le cabía en la cabeza el hecho de que fuese tan cercano con el peligris. Si, entendía a la perfección que habían crecido juntos, y blah, blah, blah pero aquello no le daba el derecho de ser una de las prioridades en la vida del molesto enano a su lado.

Porque, siendo honestos; era obvio que el como su ¿amigo? poseía ese derecho mucho más que tal idiota creído. Bien, estaba de acuerdo en que tal deniminación hacia si mismo había sido estúpida, y por supuesto le molestaba.
Él no podía estar al mismo nivel que todos aquellos engendros del desastre que compartían el tiempo de Asta con su persona. No, él definitivamente debía ser más importante.

Quería comprobarlo, deseaba tener esa seguridad; necesitaba verficiar los sentimientos del ignorante hermano menor de su capitán de club. Porque para todos era notoria la atracción que el, Zora Ideale sentía por el revoltoso.
Entonces..... ¿podría ser que solamente el albergara tal sentir? No, eso sería estúpido; no podía ser unilateral, no lo aceptaba.

—Oi, Zora....–El repentino llamado le sacó de entre todos aquellos absurdos pensamientos. —¿La bufanda es cálida? –El más alto le miro con un ligero toque de confusión, gracioso para el menor. —Pregunto porque.... Yo ahora mismo tengo un poco de frío...

—Idiota, te dije que....–Trató de decir, más fue interceptado por su ajeno. Quien se posó delante suyo, dejándole nuevamente confundido.

—Voy a cobrar ese calor ahora. –Advirtió a la vez que estirando las piernas y colocando los pies en puntillas; se alzaba un poco, lo mínimo para ser capaz de alcanzar el rostro pálido del mayor con ambas manos y en el acto, besar sus labios con tal delicadeza que al pelirrojo le pareció estar rozando sus labios con un suave trozo de aquel pastel de algodón que tanto lo gustaba al ojiverde. El contacto fue corto, y al no ser suficiente; ahora era el delgado y alto joven quien alzaba al otro para volver a estampar sus belfos con aquellos inexpertos pero traviesos que a su disposición se encontraban.

Lo estaba disfrutando tanto. Esa confirmación que llevaba tanto tiempo esperando.

—¿Y que tal? ¿besa bien, Zora? –Le fue cuestionado a lo que el aludido con una sonrisa gustosa y ladina respondió.

—No tienes..... Idea....–El corazón le dio un brinco en ese momento, y el alma salió despedida de su cuerpo. Aquel quien con la mirada afilada, y buscando una explicación le miraba era  nada más y nada menos que su capitán en el club de esgrima, y el hermano mayor del pequeño Asta Sukehiro.

Estaba bien, después de todo; ya podía irse al otro mundo en paz. El Sukehiro menor ahora era suyo, y eso ni los puños de Yami iban a lograr que lo olvidara o lo dejase escapar.










[¿Y qué tal?, ¿les a gustado? Espero que si. Ésta historia tiene dedicatoria y es para: Z0RATASTIC quien es tan shipper del ZorAsta como yo.

Espero que fuese de su agrado, y podamos seguir disfrutando de ésta preciosa pareja mucho tiempo más. ¡Dejen sus opiniones! Eso es muy, muy importante para mi crecimiento al momento de escribir.

¡Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer! 💕🔥🙌].

Scarf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora