Entonces la vi. Una hermosa mujer de piel azulada de la que se desprendían cuarenta brazos. Al escucharlo, tal vez parezca algo grotesco, pero les aseguro que a la vista eraun espectáculo hermoso.
No era su feligrés, pero sin pensarlo, me arrodillé ante la diosa. No tenía miedo, sabía de alguna forma, que era un ser benigno. Habló con veinte voces en un idioma que no era el mío, pero que pude entender; supe que era la lengua primigenia.
Me ordenó incorporarme y de esta forma quedé frente a frente con ella. Era una hermosa criatura, su tez aún era celeste, pero parecía una preciosa mujer mortal.
Posó una mano en mi frente y sin hablar, múltiples voces me preguntaron si quería que cumpliera el deseo por el cual yo había atravesado mares y continentes enteros, o si prefería cambiarlo por aquello que ahora ardía con intensidad en mi corazón.
Era una decisión difícil. Dediqué mi vida y todos mis esfuerzos a buscar una cura a lo que más temía, y en aquel momento que se me ofrecía sin mayores condiciones, estaba considerando cambiarlo por un capricho mundano e intrascendente.
Ya han pasado mil años desde aquel suceso y no pasa un día en que no me arrepienta de mi elección. Cuando la deidad escuchó mi decisión, sonrió y se retiró pasando por mi lado; entendí entonces el enigma de sus numerosas extremidades; diecinueve diosas idénticas a la primera caminaban y se movían al unísono, detrás de ella.
Comprendí que si hubiese escogido yacer con ella, habría tenido la experiencia más gloriosa de toda mi existencia, lo cual sería razón suficiente para haber sacrificado mi inmortalidad.
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Vigesimidad
FantasyEs un cuento que me hizo pensar en lo dificil que sería tener que decidir entre dos grandes tentaciones.