La fiesta

Estaba preparándome para asistir a una fiesta me arregle lo más seductoramente posible, quería llamar tu atención y que porfin me miraras  a  mi de entre tantos.
Me coloque un pantalón de mezclilla rasgado, un suéter negro con detalles de colores y unos tenis negros, y mi mejor ropa interior de encaje hoy estaba dispuesto a todo.

Me mire en el espejo y me sentía lindo, atractivo el cabello teñido de rosa me sienta excelente pero sobre todo estaba más confiado que nunca, ya que antes era un poco gordito y mi autoestima era baja, decidí empezar a hacer ejercicio para mejorar mi cuerpo y sentirme bien con migo mismo.
Eres mi compañero de trabajo y te conozco desde hace 5 años y me gustas desde el primer momento en que te vi, te observaba de lejos y no cruzábamos más palabra que un saludo o una despedida, después nos cambiaron y terminamos trabajando en el mismo departamento.

Compartíamos horarios, mesa de trabajo, estábamos juntos prácticamente todo el día y nuestra relación mejoro hasta el punto de sentirme posesivo si no te sentía cerca, celoso si alguien más te hablaba  o si tu atención era para alguien más y no para mí, ya que para muchas compañeras no pasaba desapercibido tu porte, tu atractivo rostro y tú cuerpo fuerte y sensual.  

Supongo que empecé a confundir las cosas pero la forma en que me tratabas era única, nadie me había tratado así antes, eras atento, amable, había roces de cuerpo cada que te acercabas a mi, me abrazabas,  las personas a mi alrededor decían que coqueteabas con migo y eso alimento mis esperanzas.

La fiesta la organizaban compañeros de la oficina, siempre hacían reuniones y está era mi oportunidad de seducirte y decirte que me gustas.

Llegué a la fiesta pasadas las 9 de la noche, entre y te busque por los pasillos de la casa que compartías con lisa tú gran amiga,  me estaba desesperando ya que no te veía por ninguna parte, había un pasillo estrecho donde solo cabían 2 personas, a medio pasillo había un baño y al final unas escaleras que llevaban a las habitaciones, saliste de ese pasillo hacia el patio trasero donde nos encontrábamos, tan guapo como siempre, camisa roja y pantalones de cuero que se ajustaban perfecto y marcaban tus trabajadas piernas y otras cosas, te veías tan malditamente sexi.