MISIÓN CUMPLIDA
Eidan murió. Todos sabíamos que algún día pasaría, pero no pensé que fuera tan pronto. No pensé que fuera tan joven.
Imaginé su muerte miles de veces, siempre solo. Aislado del mundo que lo atormentaba. Cediendo a la inmensa presión que le provocaba el incierto futuro, un futuro lejano y deprimente.
Cada vez que se sentía atormentado venía a mí para contarme sus problemas, yo era el único que le escuchaba. Era desesperante hasta cierto punto porque siempre estaba viviendo en el mañana. Un mañana que aún no llegaba, pero que se imponía en cada pensamiento que atravesaba por su mente, como balas. Ahora que lo pienso, cada momento de ansiedad era como una bala. Y a él le encantaba dispararse cuando se quedaba solo.
Los pocos amigos que tenía los fue perdiendo con el paso del tiempo. Para cuando falleció yo era su único amigo y ya ni siquiera le tenía cariño. Sus balas atravesaban más que su mente, atravesaban la mía también. Atravesaban nuestros corazones. Mataban nuestro presente. Él sentía la culpa por los errores que aún no cometía. Sentía las consecuencias de las decisiones que aún no tomaba. Tenía los síntomas de las enfermedades de las que aún no se contagiaba. Se acomplejaba por los defectos que aún no se encontraba. Se arrepentía por los pecados que aún no cometía. Se crucificaba mentalmente todos los días. Sus malditos pensamientos le susurraban cuando estaba acompañado, le gritaban cuando estaba solo y convertían sus sueños en pesadillas.
Lloraba todos los días. Gritaba en cada momento de desesperación pero no lo hacía hacia el exterior sino hacia sus adentros para que nadie se enterara, pero yo lo sabía. Yo estuve ahí cada vez que se derrumbó. Intenté hablar con él pero cuando yo levantaba la voz, las voces de su ansiedad le gritaban. Y cuando no lo hacían, cuando hablábamos con el mismo tono, él no me escuchaba. Le hacía caso a esas voces. Nunca pude ayudarlo, pero es momento de ayudarme a mí.
Yo fui quien lo terminó, estuvo años pidiendo ayuda para callar esas voces y sólo había una manera de hacerlo. No me arrepiento de acabar con su sufrimiento, soy libre. Libre de un niño que necesitaba atención, libre de un chico ansioso y atormentado por un futuro que todavía no llega. Libre de sus gritos de un auxilio que no aceptaba. Libre de sus voces.
Es mi hora de avanzar y continuar mi camino con un amigo menos. Te llevaré siempre en mi corazón porque fuiste uno de mis mejores amigos en mis peores momentos. Gracias por lo que me enseñaste, aunque no eras nadie. Y ahora serás alguien, a donde sea que vayas. Eso te lo puedo jurar.
Finalmente puedes descansar en paz como tanto lo anhelabas.