Capítulo 8

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¿Al paintball? De repente me quedo parada. Tengo un mal presentimiento al respecto. Hay algo en mis recuerdos que tiene que ver con jugar al paintball; algo que no debería haber recordado.

Se llamaba Anna. Cuando me mudé a Phidadelphia, en la época en la que estaba tan perdida, llegó al instituto. 4º de la ESO acababa de empezar. Un día la vi llorando en los vestuarios, y me contó que sus padres la cambiaron de instituto porque le hacían la vida imposible, peor que a mí. A ella hasta la pegaban, y en mi instituto se seguían metiendo con ella. Yo la conté que conmigo también se metían, y entonces me abrazó. Ese abrazo significó mucho para mí. Es un abrazo que nunca olvidaré.

Poco a poco nos fuimos acercando. Era una de mis únicas amigas (por no decir que era la única). Una vez un chico mayor intentó abusar de ella, y entonces me di cuenta de que realmente me importaba. Por primera vez en meses me enfrenté a alguien; amenacé al chico. Y a partir de ese momento decidí que no iba a dejar que me pisasen más. Que un año ya era suficiente para que te hiciesen la vida imposible. Cuando en febrero cumplí los quince años me sentí diferente. Y a partir de ese momento me volví como soy ahora: Borde, pasota… No tuve elección, tuve que cambiar. Y conmigo Anna también cambió. Se dejaron de meter con nosotras.

En los momentos que estaba con Anna podría decirse que me sentía realmente feliz. Volviendo al tema del paintball: La primera y única vez que jugué al paintball fue con ella. La gané, y siempre estábamos bromeando con eso.

La verdad es que la debo mucho. Fue ella quien me ayudó a superar mi depresión. Se lo tomaba todo con humor a pesar de nuestro pasado… Siempre fue una ídola para mí, hasta que descubrí que se drogaba. Me dijo que empezó cuando sufría depresión y que no lo hacía a menudo, pero fue un golpe muy duro para mí. Días más tarde me prometió que ya no se drogaría más, pero estaba enfadada con ella por no habérmelo contado antes, y cuando me mudé apenas la avisé. Es algo de lo que me arrepiento profundamente.

La voz chillona de Paula me saca de mis pensamientos.

- ¡Elisabeth, te he preguntado que si has jugado alguna vez al paintball!

Asiento con la cabeza, ya que se me ha hecho un nudo en la garganta y me escuecen los  ojos. Todos me están mirando y giro la cabeza hacia otro lado para que no vean como me froto los ojos. Esto no me suele pasar.

- ¿Te pasa algo?- pregunta Mia preocupada. Respiro hondo y camino hacia el edificio.

- No, no. Vamos.

Entramos al edificio. Mientras esperan a que nos toque y hablan con una chica, que debe de ser la encargada de los trajes, pistolas, etcétera, me disculpo y salgo a tomar el aire a una esquina de la tienda, mirando al campo. Respiro hondo varias veces y me cruzo de brazos. El olor a pintura y las estanterías con diferentes trajes y pistolas me ha mareado.

Tengo que llamar a Anna. En cuanto llegue a casa la llamaré y me disculparé con ella.

- Ey, ¿estás bien?- pego un salto al notar la voz de Ethan a mi espalda. Veo que me ha puesto una mano en el hombro derecho. Me recompongo rápidamente y le contesto:

- ¿Por qué no iba a estarlo?

- Has cambiado de humor en un segundo. ¿Es que eres bipolar?

Suspiro.

- Algo así.

Tras incómodos segundos de silencio elevo las cejas hacia su mano, que sigue en mi hombro. Rápidamente la aparta. Sigo de espaldas a él cuando se acerca a mi oído y susurra:

- ¿Sabes qué?

- ¿Qué?

- Que hoy vas a comer mucha pintura.

Cicatrices del PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora