Tras desayunar con Doña Clarita, di las gracias y comencé a caminar fuera del establecimiento, sin duda hablar con alguien de mi misma nación me había levantado el ánimo bastante. De esta forma, decidí que no arruinaría mi día y caminaría por el centro de Nantes; visitaría "El Castillo de los Duques de Bretaña", "El jardín de plantas de Nantes", "El Museo de Julio Verne" y por último "El Museo de Bellas Artes de Nantes."
Lugares preciosos y con mucha historia en su mayoría, pasé uno a uno deleitándome con su belleza. Francia era un país bastante hermoso, había sido buen destino, a pesar de que no lo había elegido. Sentí un poco de nostalgia, visitar museos me recordaba a la Ciudad de México, pues era común salir los domingos a recorrer todos aquellos lugares que preservaban el pasado. Iba a extrañarlo. Intenté sacarme el pensamiento de la cabeza, no era agradable estarlo reviviendo una y otra y otra vez, sobre todo porque estaba consciente de que no había manera de que se convirtieran en algo más, siempre serían solo recuerdos. La tristeza comenzaba a consumirme una vez más. ¿Porqué tenía que perseguirme la mala suerte por todos lados? ¿Porqué a mi? ¿De todas las personas en el mundo a las que le podía suceder, porqué debía haber una nube negra sobre mi cabeza todo el tiempo? Karma tal vez, resolví y respiré hondo.
Miré mi celular, lo último que quedaba en mi lista era el Museo de Bellas Artes de Nantes, así que caminé hasta él no sin antes tomar un pequeño descanso en una cafetería. Ahí, practiqué mi Francés charlando con la mesera, una chica joven con cabello castaño. Al final descubrí que ambas empezaríamos curso en la misma universidad, aunque en diferentes carreras. Me dijo que al igual que yo, no conocía a absolutamente nadie, pues había llegado un invierno antes y trabajaba en la cafetería desde entonces. Sus únicos amigos eran los clientes que frecuentaban el lugar, pero no se arrepentía, pues descubría historias totalmente descabelladas. De esta manera me despedí de la castaña quien antes de irme pidió mi número telefónico. La última vez que algo así pasó terminó muy mal. Por esa razón, le proporcioné un número falso, esperaba no encontrármela en el campus.
Salí del café y caminé con más ánimo hasta el museo, tengo la sensación de que era uno de los lugares que más me emocionaba visitar. Es conocido mundialmente que el arte francés es espléndido y quería mirarlo antes de poder crear mi propio juicio.
Llegué a la entrada y compré un boleto, con descuento, pues ya tenía mi credencial de estudiante. Entré y pasé una a una las salas, el mundo no se equivocaba, cada pieza era más hermosa que mirar un amanecer bajo un árbol; sin embargo, ninguna obra se comparaba con las que ya había visto antes en mi México querido. Al fin, después de unas cuantas horas, cuando la noche comenzaba a caer, di con una sala que se estaba montando, era de arte contemporáneo, pero de ese que se entiende y que no son únicamente radios pegadas sobre skateboards valuadas en millones. Las pinturas que mis ojos alcanzaban a ver eran lindas y se me hacían un tanto familiares. Definitivamente volvería al museo para mirar la exposición en cuanto la abrieran. Asomé mi cabeza para mirar la fecha y el autor, aunque no vi ningún anuncio. Lástima, era una buena exposición. Di vuelta sobre mis talones y me golpeé con alguien que venía mirando unos apuntes, quedé cara a cara con aquella persona y reconocí esos ojos en menos de un segundo, era Adeline.
Debido al impacto retrocedí y tropecé hacia atrás, tomé su brazo en un momento de desesperación y cayó conmigo... o más bien, sobre mí. ¿Porqué cada vez que nos veíamos tenía que pasar algo así? Comencé a sonrojarme y Adeline correspondió a ello, se levantó a prisa y me tendió la mano. Debido a mi orgullo no pude aceptarla y me levanté por mi cuenta. Comencé a hablar con enojo:
-¿Qué haces aquí? Creí que no volvería a verte.
-Amelia, yo, no quería tropezar contigo, lo siento.
-No has respondido mi pregunta, es una gran coincidencia que nos encontrásemos aquí.
-Así como cuando nos encontramos en el tren y te ayude a subir ¿no?
Me quedé en silencio así que sacó algo de su mochila, me lo dio y dijo.
-Si quieres hablar, sabes donde encontrarme, adiós Amelia, lamento mucho haber herido tus sentimientos.
Intentó darme un abrazo pero yo la esquivé, así que solo sacudió la mano y caminó siguiendo su trayecto y dándome la espalda. La miré y un cosquilleo pasó por todo mi cuerpo.
-" No, no puede causarte esto"- pensé y caminé hacia la salida del museo.
Me senté en los escalones para tomarme una foto para mi Instagram y al levantarme se me cayó el papel que Adeline me había dado. Puse los ojos en blanco y lo recogí, tenía tanta curiosidad de saber que contenía así que terminé por desdoblarlo fuera de mi voluntad. Lo que vi me dejó sin palabras, era un folleto de la exhibición que había visto antes. Se presentaría justamente en la fecha que Adeline me había comentado que sería su "pequeña" exposición. El nombre de la artista también se vislumbraba sobre el folleto.
"Première Exposition d'art parisien, Autour: Adeline Allard"
Mi estómago dio un vuelco en ese instante. Era la exposición de Adeline. Sabía que tendría una exhibición pronto, pero no sabía de qué magnitud sería. Siempre creí que estaría en un pequeño museo o una explanada, pero no, iba a ser en el Museo de Bellas Artes de Nantes... Dentro de unas cuantas semanas
La cabeza me daba vueltas, pero ya era tarde así que decidí regresar a casa a prepararme para mi primer día en la universidad. Llegué y me tumbé en el sillón mirando al techo, mi cabeza comenzó a traer recuerdos hacia mi, sobre esa noche, esa sensación, su voz, su cuerpo, su sonrisa, todo. Lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos... No entendí la razón por la cual me afectaba tanto, era tan solo una chica que conocí por un día. No pude haber caído enamorada en tan poco tiempo y mucho menos teniendo en mente mis antecedentes. De pronto vino a mi mente mi pasado, algo que no quería recordar, pues tras dejar mi país también había dejado todo aquello, tal vez un corazón roto.
Me levante del sillón secando mis lágrimas y subí a mi habitación a preparar mi ropa para mañana, me di una ducha y me metí entre las sábanas...
Ella... como la extrañaba.
Adeline... como pude caer en la trampa del amor.
Con esos dos únicos pensamientos la oscuridad cubrió mi mirada y me elevé al reino de los sueños.
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Francia
RomanceFrancia, una de las naciones más bellas a visitar, su historia, cultura, ritmo de vida, todo es muy placentero allá... Una chica Mexicana toma la decisión más grande de su vida debido a un peligro que se aproxima a ella, volar de su nación o quedar...