Dos personas.
Dos mundos opuestos.
Una relación falsa.
Una noche de fiesta ha bastado para dar un giro impredecible en la vida de Nicole Carson y Maximiliano Dimitriou, una estudiante universitaria y un magnate hotelero.
Uno nunca se ha enamorado y...
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—Y bueeenooo... —alargo, observado a Maximiliano a la vez que me balanceo en mis propios pies—, será un hasta pronto.
—Así es, Nicole —se acerca y me planta un beso en la mejilla.
Aquella es nuestra manera de despedirnos. Puede que para William y Ethan parezca seca, pero para Roberto no, pues el hombre sabe que detrás de aquel sencillo beso, hay una farsa que nos corretea a Maximiliano y a mí.
—Oh, ¿Maximiliano? —lo llamo antes de subir el segundo escalón de su avión privado. Me sorprende viajar de vuelta en su avión si pude haberlo hecho en un avión comercial al —repito por enésima vez— no ser una verdadera pareja como para que comparta todas sus pertenencias conmigo.
—Dime.
—Quiero pedirte un favor.
Esconde sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir.
—¿Qué clase de favor?
—¿Recuerdas a Lucas?
—Sí, es el chico que estará lavando los coches. ¿A qué viene su mención?
—Quisiera pedirte que lo ayudes economicamente como... —me quedo callada dándoles una mirada rápida a William y Ethan que no están muy lejos de nosotros. Maximiliano comprende a dónde quiero llegar, así que continúo—: pero sin un contrato de por medio.
Ayer que estuve ayudando al chico a lavar los autos, me platicó su historia. Es un joven de dieciocho años que acaba de perder a su padre y tiene a su madre enferma en casa. Si no fuera por la necesidad que hay en su casa, hubiera perseguido su sueño de entrar a la universidad a estudiar una carrera profesional.
No hay de ninguna manera en que pueda ayudarle, es por eso que vengo a pedirle a Maximiliano otro favor, pese a que sé que el chico no es nada mío y aún no se cumplen las veinticuatro horas de conocerlo.
>>A lo mejor es de mal gusto que te pida esto, pero el chico está pasando por una situación difícil y no tengo ni idea de qué otra manera ayudarlo. Te juro que puedo ver en él un potencial increíble.
Maximiliano asiento con lentitud.
—No me molesta, Nicole. Veré la forma de ayudar al chico —asegura, aplanando sus labios. En lenguaje corporal Maximiliano Dimitriou, es la demostración de una sonrisa.
Yo sí le sonrío.
Largos segundos pasan y me quedo ahí parada, sin decir o subir un escalón más. Luego digo:
