Las clases de historia eran lo peor. La profesora no era especialmente mala, pero memorizar fechas de batallas que no me interesaban nada no era lo mío. Saqué mi libreta de la mochila y me puse a escribir. Deslizaba el boli sobre el grueso papel sin dirección aparente, bailaba al ritmo de unas palabras que nunca podía pronunciar, pero siempre sabía trazar.
Cuando me quise dar cuenta sonó el timbre que indicaba el final de la clase, lo que me hizo salir de mi burbuja de palabras y mirar con claridad la hoja de mi libreta, ahora cubierta de palabras negras. Arranqué la hoja y la hice un ovillo y la tire como una jugadora profesional de los Lakers a la papelera que había cerca de la entrada. No me gustaba guardar mis emociones más profundas, me hacían débil, de alguna forma sentía que si alguien las leía podría utilizarlas contra mi.
Recorrí el pasillo con pies de plomo, era lunes y ya estaba sin fuerzas, necesitaba cafeína en el cuerpo, últimamente esta se había convertido en mi pan de cada día, en música para mis oídos, en sexo que ocultaba sentimientos de soledad.
Mientras iba hacia la cafetería a pagar un euro y veinte céntimos por un mísero café, encontré caminando frente a mi a una pelirroja. Llevaba unos tacones demasiado altos para no causar daño en sus articulaciones y una fina camiseta que se introducía débilmente en una minifalda, como no, roja. Llevaba sin verla desde el día de la fiesta, y seguía preguntándome si hice o dije algo malo en aquel armario.
Un frasco cayó del bolso de marca que colgaba de su hombro derecho. Me acerqué rápidamente y lo agarré, era mi oportunidad de hablar con ella.
- Cheryl -no sé giró- ¡Cheryl! -seguía sin reaccionar por lo que me acerqué a ella y golpeé delicadamente su hombro con mi mano lo que hizo que por fin se diese la vuelta.
- Lo siento ahora no puedo hablar- su voz sonaba confusa y empezó a andar ahora más deprisa en dirección contraria a mí.
- ¡Espera, se te ha caído -miré el bote para ver lo que era- creo que son unas pastillas! -la pelirroja ando con cara furiosa hacia mí y me lo quito con fuerza de la mano.
- No he leído lo que era te lo prometo -le enseñé las palmas de mis manos a modo de inocencia, aunque sentía que eran más como protección.
- No pasa nada tranquila, ¡gracias! -su expresión ahora era la de diva que ya conocía. No le contesté, no entendía muy bien lo que pasaba. Nos quedamos unos segundos sin decir nada mirándonos a los ojos. Yo solo sentía que me estaba leyendo el alma.
- Bueno, adiós, que pases un buen día -antes de que se diese la vuelta pude reaccionar.
- Un momento -volvió a dirigirme su mirada- el otro día, en la fiesta, siento si dije algo que te molestó.
- Que va, no te preocupes. Me fui porque el tiempo de la prueba había finalizado nada más -me regaló una última sonrisa y se alejó de mi otra vez, sin mirar atrás.Al salir del instituto fui directa a mi nuevo gimnasio. Estos últimos días era de los lugares en los que más cómoda me sentía, aunque no entendía por qué ya que solo había hombres musculados.
Hoy Archie no estaba, me había dicho que había quedado con Verónica, así que empecé a entrenar sola, aunque allí se especializaban en el boxeo también había pesas y máquinas que era lo que a mi realmente me gustaba.
Mad Dog me vio y me acompañó en el entrenamiento. Le pregunté porque no estudiaba en el Riverdale High y resultó que no estudiaba ni allí ni en ninguna otra parte, acababa de salir de un reformatorio (no le quise preguntar por ello) y no sabía aún hacia donde quería que se dirigiera su vida. Era un chico muy agradable, con el que se podía hablar de todo sabiendo que te escuchaba. Me hubiese gustado que fuésemos al mismo instituto y verle más a menudo.
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Choni
Fiksi PenggemarCuando el fuego y el hielo se unen hay una ínfima posibilidad de que se de la calma, pero cuando el fuego se une con más fuego la llama se expande y cuando más desprevenida esté la naturaleza ocurrirá una explosión que arrasará con todo lo que se po...