¿La mentira?
¿La verdad?
¿La ilusión?
¿El enamoramiento?
¿La esperanza?
¿La burla?
¿La estupidez?
¿El permitir volver a sentir?
¿Qué dolía más?
¿Llorar?
¿Sonreír?
¿Gritar?
¿Destrozar?
¿Explotar?
¿Cómo reaccionar?
¿Correr?
¿Callar?
¿Reclamar?
¿Seguir?
¿Vengarse?
¿Ignorar?
¿Vivirlo?
¿Qué paso dar?
Fallar pero sobre todo fallarte a ti mismo, se vuelve un dolor de estómago terriblemente incómodo.
Recordar que bajaste algunas barreras para permitirte creer y sentir aquello que siempre dejas al final de tu lista, te enfada.
Saber que la vida y la realidad, son así, crudas e injustas en ocasiones, te entristece, ya que ninguna fortaleza emocional ha logrado vencer la naturaleza humana... el sentir.
Ahí estás, frente al espejo, viendo y retornando aquellas imágenes de ti, cuando sonreías, cuando creías tener el control, cuando sentías tener poder.
Iluso.
Patético iluso.
No, no te quiebres.
Ya sabes qué hacer.
Esta vez, sólo es tu ego... tu orgullo... ¿Verdad?
Siempre sobrado.
Siempre sonriendo.
Siempre fuerte.
Siempre con temple.
Ahí estás, frente al espejo.
Tienes otros tipos de amores.
La vida no ha sido injusta contigo.
La vida ha sido sabia.
Te diste cuenta a tiempo. Ni antes ni después, a tiempo.
Ese del espejo, sabe que el tiempo es valioso y debe ser respetado.
Por eso, para una desilusión amorosa, no hay.
Aquel reflejo del espejo, aquel que vive solo en ese mundo... es quien vivirá el duelo.
Tú, el que está en la vida real... vas a avanzar.
