Capítulo III

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Mientras Willas Tyrell se ponía de pie inesperadamente, Arianne soltaba un gemido de sorpresa, Tyrion se ponía pálido y Daenerys se inundaba en furia, Lyanna solo se concentró en el rostro de Jon Snow. Notó algo de preocupación en su rostro, pero parecía ser más sobre su situación, la situación del Norte, que la de Dany.

La interrogaron, le preguntaron y le acusaron. Jon se puso a su lado de manera protectora mientras Lyanna respondía de manera calmada. Todo hasta que Varys llegó, mirando por un momento sorprendido a Lyanna, a entregarle una carta a su reina de turno. Lyanna supuso que lo que había visto pasó hace poco menos de un día.

Entonces, al fin vio algo de Daenerys. No la cara que mostraba a su gente, no lo que se esperaba que fuera, si no lo que realmente era. Su rostro transporto a Lyanna a esa misma habitación, al rostro del Príncipe Daemon cuando la Danza de Dragones comenzó. Solo que esta vez, solo un bando contaba con dragones.

- ¡Por tu estrategia hemos perdido Altojardín! – los gritos de la reina de retumbaron por la sala.

- Si he subestimado a nuestro enemigo... - los ojos de Tyrion reflejaron algo que jamás había visto. Miedo.

- ¿Nuestro? – la cara de Daenerys había perdido todo rastro de amabilidad –. ¡Tu familia! Quizá no querías venganza al final.

Por la mente de Lyanna cruzaron los rostros de sus hijos. Le sorprendió que no le dolía ni se sentía agobiada por el amor al pensar en ellos, pero, si había tenido reacciones al ver a Jon o a Jaime, nada era comparado con el estremecimiento que recorrió su cuerpo en ese momento.

Estaba a punto de hablar cuando Jon la jalo ligeramente del brazo. Se veía incomodo en esa situación y estaba a punto de hablar a Lyanna cuando un gruñido aterrador se elevó desde las afueras del castillo.

Daenerys levanto la vista con energías renovadas, como si su dragón le diera seguridad.

- Basta de planes astutos – recupero la calma y se acercó a la ventana –. Tengo tres dragones. Los llevare a la Fortaleza Roja.

- Alteza – trato de aconsejar Tyrion –. Ya discutimos eso...

- Mis enemigos están en la Fortaleza Roja – Lyanna comenzó a incomodarse al pensar en aquel castillo en llamas, pero Jon la tomo de la mano y acariciaba con su pulgar la muñeca de Lyanna, tal como lo hacía en medio de los regaños de Lady Catelyn –. ¿Qué clase de reina seria si no arriesgo mi vida junto a mi ejército?

- Una reina viva – Tyrion mantenía la compostura, pero Lyanna pudo ver que estaba tan tenso como ella. Se dió cuenta que el enano temía a la Reina de Dragones.

Daenerys, rodando los ojos y clavando la vista en Jon y Lyanna, se acercó a ellos.

- ¿Qué creen que debería hacer? – Jon se mostró sorprendido, pero Lyanna clavo la vista en los ojos de Dany. Eran iguales a los de Rhaella –. Tú, que ganaste la Batalla de los Bastardos. Y tú, que dicen que Tywin escuchaba tu consejo más que el de sus hijos.

- Yo...

- ¡Estoy en guerra! – se acercó a Jon, haciendo que el soltara a Lyanna, solo pudiendo concentrarse en la reina –. Y pierdo. ¿Qué creen que debería hacer?

- Jamás pensé que los dragones regresarían – comenzó Jon, tratando de mantener la mirada en los ojos de Dany –. La gente que la escogió sabe que puede hacer posible lo que todos creen imposible. Tú puedes erigir un mundo diferente a la mierda que siempre han conocido. Si usa aquello que la ayudo a ser quien es – los gruñidos de los dragones se escucharon afuera –. No eres diferente a ninguno de ellos. Eres más de lo mismo.

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