"¡Bienvenido a este increíble manual, la guía definitiva para cazar dragones! Es mi primera vez escribiendo un libro, pero te aseguro que tus 50 monedas de oro merecerán absolutamente la pena. Algunos se preguntarán por qué escribo tan grande, la respuesta es: para que entiendas mejor, no tiene nada que ver con usar el mayor número de hojas para dar la ilusión de que el libro es grande, ¡para nada! No me hago responsable de tu vida si malinterpretas las infalibles lecciones de este manual, así que léelo bien. Sin más preámbulos, comencemos.
Ante todo deben estar claros, sobre la indudable existencia de los dragones. Hay quienes se referirán a ellos como seres majestuosos y hermosos que nos observan desde los cielos como si fuésemos algo más pequeño que las hormigas, y que rara vez se relacionan con los seres humanos, a excepción de caballeros heroicos que buscan acabar con su orgullo para hacer prevalecer el suyo. Pues la realidad no podía estar más alejada de eso: sólo son unas enormes y feas lagartijas con alas de murciélago, cuyo único propósito en esta vida es reducir a cenizas las de los demás. Todo el mundo ha oído hablar de estas bestias, si no es asi, debes ser el idiota más grande del mundo. Lo que sí es un misterio es su origen; se cree que coexisten con nosotros desde el inicio de los tiempos, pero también se rumora que una hechicera poderosa los trajo al mundo ofreciendo su vida como sacrificio.
Como toda raza, existen varios tipos, cada uno con sus peculiaridades, pero sólo mencionaré los que merezca la pena mencionar. Por supuesto, me dedicaré a excluir a los Dragones Marinos. No creo que haya razón para explicarme, es decir, solamente viven en el fondo del océano y pueden vivir tranquilamente sin aire, por lo que nunca salen a la superficie, y hasta donde yo sé los humanos dependemos del aire y morimos fácilmente bajo el mar; súmale a eso un lagarto gigante que puede sentir tu debilidad y te puede devorar de un bocado.”Sentí que era mi deber advertir a mis lectores sobre el peligro que significaba este monstruo. Ningún ser humano ha podido dar caza a un Dragón Marino, excepto Thedar el Loco, pero ese no podía ser considerado humano, sino más bien un demonio sediento de sangre. La historia se esparció tan rápido de boca en boca que nunca hizo falta chismorrear con los taberneros que siempre estaban al tanto de todo. Todo comenzó en una aldea pesquera en el Continente Norte. Durante meses hubo mucha pérdida en la calidad y cantidad de pescado, o sea, caían muy pocos en las redes y algunos estaban carcomidos. Resultó ser que un Dragón Marino había emigrado hacia el fondo de esa costa por razones desconocidas. Había que solucionar el problema, pero el miedo era mayor que la voluntad; así que recurrieron a una espada de alquiler, y ese era Thedar. El acuerdo fue que todo el oro que habían recaudado en los últimos 6 meses se lo darían, por devolver la pesca a la normalidad. Sin pedir permiso ni dar explicaciones se dirigió a un corral de cerdos y degolló a dos de estos, vertió la sangre espesa en un balde, y fue a la orilla del mar. Se adueñó del primer bote que vio, y lo próximo que hizo dejó boquiabiertos a los aldeanos: tomó una brocha, la sumergió en el balde de sangre y comenzó a pintar la cubierta. Entonces se montó solo en el bote, sin remos, no sin antes colocarse en la cintura sus armas características, dos puñales con empuñadura de plata, y dejó que la corriente hiciera su trabajo. Su plan parecía estar funcionando, la sangre, impregnada en la cubierta del bote, comenzó a esparcirse por todo el mar, todo para atraer al insaciable devorador de peces. Cuando se percató de que una sombra enorme que provenía del fondo del mar iba tomando una forma cada vez más reconocible, desenvainó sus cuchillos y esperó. Todos estaban en silencio, esperando saber quién era el cazador y quién era la presa. El agua estaba quieta, pero un ligero movimiento del bote hizo que Thedar se flexionara sobre sus rodillas, como si se prepara para un salto. De repente, a la velocidad de un parpadeo, y tan silencioso como víbora, el bote se hallaba en las fauces de una criatura alargada y enorme, y a unos 20 codos sobre el mar. La reacción luego de quedarse asombrados del porte de semejante bestia, fue la de buscar con la vista al valiente y mezquino mercenario. “Está encima del Dragón” gritó uno. Efectivamente, de alguna forma Thedar se las apañó para encajar sus dagas en la cabeza de la serpiente gigante. Esta, en un intento de echarlo, lanzó lejos el bote ensangrentado, y se dispuso a caer en picado dentro del agua; por desgracia, esa sería la otra parte del plan del mercenario, pues encajó sus cuchillas curvas de tal forma que el filo estaba en sentido contrario al que se dirigía la sierpe, lo que se tradujo como dos cortes horribles que dejaron heridas abiertas y órganos rebanados. El Dragón fue aniquilado y Thedar volvió a la orilla, victorioso. Rato después los aldeanos arrastraron el cadáver hasta la arena. Lo midieron, revisaron, y aprovecharon de él lo que podían aprovechar. Esa fue la primera y única investigación que se le ha hecho a un Dragón Marino. Pero de eso hace ya más de 200 años.
