Capítulo 8

316 62 10
                                    


Un agudo chillido despertó a Aaron, quién de forma apresurada corrió a la habitación de su hermana.

La pequeña, de intensos ojos azules, se encontraba sentada en medio de la cama entre temblores.

Aaron se sentó junto a ella y la abrazó con fuerza.

—¿Qué has visto? —preguntó preocupado.

Cristina era una de las pocas hechiceras que quedaban con la capacidad de tener visiones acerca de los posibles futuros.

Solía ser una habilidad muy hábil en hechiceras experimentadas, pero la niña aún no era capaz de controlarlo, por lo que sus visiones siempre eran confusas y se presentaban en sus sueños. Eso era algo que provocaba que nunca se supiese del todo si se trataba de una premonición o de una pesadilla.

La pequeña no articuló una sola palabra. Estaba fría como un témpano de hielo y no podía dejar de temblar.

—Cris, mírame —pidió su hermano retirándole un castaño mechón de su cara.

Ella, con la mirada perdida, negó con la cabeza.

En cuestión de segundos, Adam y Anya se personaron en la habitación.

Monmouth era un pequeño poblado donde todos se conocían. Las casas eran pequeñas y de madera. No había privacidad. Todo se escuchaba, y el grito los había alertado.

Nada más ver a Anya, la pequeña saltó de la cama y se abrazó a ella sin dejar de temblar.

La hechicera la cogió entre sus brazos y la aupó tratando de tranquilizarla.

—Aquí estás a salvo, cuéntame lo que has visto —pidió.

Anya sabía todo lo que Cristina había pasado en su corta edad. Ningún niño debería haber tenido que ver tanto horror y sangre, pero esa niña había sobrevivido a todo ese calvario. Era una joven valiente con un don que le depararía un futuro tortuoso, pero esencial en la batalla.

—He... he, visto a Lexi.

Su voz sonaba entrecortada.

La sola mención de Alexia logró tensar a Anya y Adam. Aaron, por su parte, seguía mirando a su hermana preocupado.

Aaron era un guardián. Alguien cuyo papel era proteger la profecía y asegurarse de que se cumpliese. Sabía que su misión era proteger a Adam y cerciorarse de que jugaba su papel y, para ello, debía entrenar a su hermana y lograr que esta controlase sus visiones, pero era tan duro ver lo mal que la niña lo pasaba cada vez que usaba su don. Estaba tan aterrorizada. Apenas podía distinguir la realidad de la ficción.

—¿Qué ocurre con Lexi? —preguntó Anya con voz dulce.

—Había sangre, mucha sangre.

—¿Suya? —interrumpió Adam alarmado.

—No —Ladeó la cabeza—, y sí —añadió algo confusa.

—Cuéntanos —pidió Anya y miró de forma severa a Adam para que no volviese a interrumpir a Cristina.

—Había soldados muertos por todo el suelo. Las paredes estaban manchadas de sangre. Todo era confuso —Hizo una pausa—. Fuego, había mucho fuego alrededor del palacio. Los muros habían caído.

Todos escuchaban en silencio la historia. Por ahora lo que la niña decía no les auguraba un mal futuro. Al parecer, el destino estaba de su parte. Camelot caería y se vería reducido a cenizas.

—Lexi estaba en las escaleras. Tenía la corona en su manos. Bajaba despacio. No parecía feliz —añadió cerrando los ojos para recordar su sueño—. Estaba triste, cansada. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no las dejaba caer —comentó algo confusa.

Anya tragó saliva. La visión no le sorprendía. Sabía que su hermana le era fiel y leal y que haría todo lo que se le pidiese. Que llegaría hasta las últimas consecuencias para lograr su propósito, pero también sabía que llegada la hora no le sería fácil. Alexia odiaba a Lucas tanto como cualquier persona que poseyese magia, pero también había sido quien la había criado, y eso no era algo que pudiese olvidar. Además, estaba el tema del príncipe. Lexi albergaba un gran cariño por ese joven y traicionarlo sería lo más difícil que haría en su vida. Por lo que, que estuviese apenada al finalizar la guerra era algo que le parecía lógico.

—Entonces su boca comenzaba a sangrar. Ella bajaba la mirada sorprendida. Alguien la había atravesado desde la espalda con una espada —explicó horrorizada—. Dejaba caer la corona por las escaleras y caía desplomada mientras la piedra se teñía de rojo con su sangre.

Las lágrimas de la niña comenzaron a brotar sin consuelo. Contar su sueño en alto lo había hecho más real.

Adam apretó su puño con fuerza.

—¿Cómo era quién clavaba su espada en Lexi?, ¿era un joven rubio, con armadura plateada y ojos azules? —preguntó en referencia del príncipe de Camelot y su medio hermano.

Cristina negó con la cabeza mientras se abrazaba más y más a Anya.

—Era castaño —Hizo una pausa—. Sus ojos no los he llegado a ver —confesó.

Anya dejó a la pequeña en su cama y pasó sus dedos por los cabellos de esta para tranquilizarla.

—Tranquila, solo era un sueño —mintió—. Trata de descansar un poco. Todo va a estar bien.

Dicho esto se giró hacia Adam y Aaron para indicarles que la siguiesen fuera de la cabaña. Tenían mucho de lo que hablar. Esta nueva información complicaba todo. Alexia ya no estaba a salvo en palacio. Debían averiguar quién era el misterioso hombre de la visión de Cristina. Había que acabar con él antes de que este jugase su papel en la muerte de la protegida del rey.


El reino del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora