Ser Social

175 16 3
                                    

Pasaron un par de días en que asistí a todas las actividades aunque no participaba en nada. No me interesaba recortar papeles, ni pintar, ni bailar, ni vendarme los ojos para hacer catarsis. Brook ponía todo su empeño pero ni su música ni sus movimientos pélvicos lograban motivar nada en mi.

— Ya participarás, alita rota... Ya verás — me decía mientras dirigía la coreografía del resto.

Todos bailaban y gritaban, todos excepto Nami y yo. Me acerqué a ella, la noté muy cabizbaja y eso era raro en ella, siempre sonreía, quizá está en medio de una crisis. Me senté a su lado, tenía los ojos llorosos y se balanceaba en la silla.

— Tienes lindos moños hoy, Nami

Me miró sin decir una palabra, respeté su silencio. Medité un poco acerca de mi situación mientras mi nueva amiga no hacía más que mirar a la nada, los fármacos están ayudando en algo, creo, pienso en mis problemas pero sin angustia. Pasó un buen rato antes de que empezara a hablarme.

— ¿Tienes cigarros?

— Si tengo, no tenía idea de que fumas, Nami

— No, no fumo, son para cambiarlos por internet — cuidaba de hablar en voz baja.

— ¿Internet? ¿Aquí hay internet? — por primera vez en largo tiempo sentí algo de emoción.

— Por favor, Robin. En todos lados hay internet, vamos

Me tomó de la mano para salir casi a hurtadillas del salón de actividades.

— Es aquí

— ¿Aquí, que hay?

Nami tocó la puerta, la chica de la pizza salió y puso cara de asco. Nos hizo pasar no sin antes mirar en ambos lados del pasillo.

— ¿Qué rayos quieren?

— Te traje esto — le extendió cinco cigarros.

— ¿No pudiste encontrar una mierda mejor?

— Son importados ¡Una maravilla!

— Tienes cinco minutos — le pasó una tablet con conexión a internet. Nami estaba en su salsa.

— ¿Te dejan tener tablet con internet?

— La verdad no, pero nadie se puede resistir a esta carita — hizo un gesto obsceno lamiendo el lápiz que ocupaba en ese momento.

Yo miraba la habitación con la boca abierta. En el escritorio había montón de hojas, cuadernos y lápices de todo tipo amontonados por doquier. En las paredes, un sin fin de anotaciones, dibujos macabros de chicas sin ojos o ensangrentadas, hilos y pines en fotografías decoraban el lugar hasta donde alcanzaba la vista. Los dibujos en su mayoría eran, por decir lo menos, escalofriantes.

— ¿Te gustan? — me preguntó mientras prendía un cigarrillo.

— Son algo extraños para mi gusto

— ¿Qué esperabas? Estoy loca, no voy a dibujar unicornios con arcoiris o pelotudeces como esas

Nami estaba fascinada mirando la última foto publicada de su hija. Me la mostraba con insistencia, era una adorable niñita de cabello negro que sonreía y llevaba pinches en el cabello.

— ¿Verdad que es hermosa?

— Sí, Nami, lo es

— ¿Si tuvieras una hija, le pondrías este vestido?

— Sí claro, Nami. Es adorable

Bonney carraspeó para darle a entender que el tiempo se había acabado, aún así Nami estaba feliz. Inmediatamente entró en mi la tentación de navegar para ver qué estaba pasando en el mundo exterior.

No Estás LocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora