Voz silenciada

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Fue un día horrible. Un solo día horrible. Bastaría eso para cambiar la vida de una persona. Bastó con eso para cambiar la de Hifumi Takimoto.

Hifumi, una chica alegre y bastante inocentona que estaba en secundaria. Tenía todo en la vida planeado. Le encantaba el cosplay. Esperaba algún día poder ser libre de disfrazarse y actuar como los personajes que más le gustaban. También le encantaban los videojuegos, así que había decidido estudiar diseño en informática para contribuir de la manera que fuera a crear uno. No acababa de entrever cómo se espabilaría para conseguir trabajo de eso, pero aún le quedaban muchos años para acabar de hacer esos planes.

Hasta aquel fatídico día, no parecía que hubiera nada que le impidiera realizar esos sueños.

—Hoy toca hablar de qué vamos a hacer después del instituto en clase —contaba a sus padres, que la miraban con ternura—. ¡Y yo quiero trabajar en videojuegos!

—¡Qué bien que lo tengas pensado, hija mía! —la felicitó su padre. Su madre sonreía a su lado—. Seguro que conseguirás crear grandísimos videojuegos. Nosotros te apoyaremos.

—¡Sí!

—Ahora ¡corre a clase!

—Ve con cuidado, ya sabes por dónde no hay que pasar —le advirtió su madre.

—¡Sí, mamá! ¡Adiós!

Su familia era humilde. Vivían en un barrio un tanto conflictivo, pero pasando por las calles principales nunca pasaba nada. Estaban demasiado transitadas. Hifumi había aprendido a ser discreta y a moverse rápido hasta llegar al instituto.

Además, siempre tenía ganas de ir. Sabía que todo lo que estaba estudiando tenía el único fin de poder trabajar de lo que más le gustaba. Todas las asignaturas que le costaban eran el precio a pagar, y se lo sacaría, aprobaría todo. Era un desafío.

Sonriente como siempre, llegó a las puertas de su instituto. Su grupo de amigas la esperaba, saludándola. Esta vez ella era la que llegaba última.

Había conocido a Sakura, a Yume y a Fumiko en primer año, cuando ninguna de las cuatro sabía muy bien por dónde ir hasta llegar a su clase. Desde entonces se habían hecho muy amigas y solían verse a la entrada todos los días. Bueno, Fumiko casi siempre llegaba algo tarde y Yume a veces se iba con los chicos, pero era una tradición que seguían manteniendo.

—¡Buenos días! ¿De qué habláis? —preguntó Hifumi, mientras todas empezaban a caminar hasta el edificio.

—Yume se ha enamorado —soltó Fumiko con una risita burlona.

—¡¿Y qué si es así?! Es Takego, es tan guapo... se le dan bien todos los deportes. Es agradable con todos...

—Pero no sabe sumar dos más dos —replicó su amiga, de forma bastante condescendiente—. Va a repetir. Además, es muy presumido. Sabe que es la estrella.

Sakura e Hifumi normalmente callaban ante la perspectiva de hablar de «chicos». Hifumi nunca sabía exactamente qué decir. Podía perfectamente ver en su mente una pareja enamorada como si fuera un videojuego, quizás hasta le parecía repetitivo, pero había algo de su amiga y de Takego que no le encajaba. No sabía bien qué era, pero no conseguía imaginarles como lo que veía en sus juegos.

Sakura sólo pensaba que era aburrido hablar de ellos.

—¿Podemos cambiar de tema antes de que me duerma? —se quejó—. Se ha enamorado, ¿y qué? Es normal, ¿no? Estamos en secundaria.

Fumiko asintió, y Yume parloteó un poco más de su amorcito hasta que el deportista pasó por delante y las saludó a todas. Casi se le salen los ojos de las órbitas. El resto saludó de vuelta por cortesía, aunque Fumiko se estaba riendo por lo bajo.

Voz silenciada [New Game!: Aoba x Hifumi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora