-Ya te lo dije en su debido momento, habrá ocasiones en las que no tendrás tiempo para pensar y ya no estaré yo allí para salvarte, así que lo más probable es que mueras. Recuerda lo que te voy a decir y procura no olvidarlo nunca: hay veces que la única decisión es matar o morir.
En ese momento se despertó sobresaltado. Hacía tiempo que aquel sueño le perseguía, no conseguía recordar quién se lo dijo, tampoco cuándo, ni siquiera si lo escuchó por casualidad, se lo dijeron o lo leyó en algún sitio. Pero había quedado atrapado por esa simple frase y no dejaba de pensar en ella. Había momentos en los que sus pensamientos se volvían tan oscuros, que necesitaba despejarse y salir a dar una vuelta. Casi siempre le pasaba después de despertarse y claro está, ese día no iba a ser la excepción.
Cuando salió del refugio, volvió a ver las paredes de la cueva subterránea en la que estaba viviendo. No recordaba cuánto tiempo llevaba bajo tierra, pero la superficie ya no era una opción posible, dejó de serlo años atrás. Ya no recordaba el sonido del mar, de los árboles al ser movidos por el viento, de la gente gritando por las calles, de la libertad; ahora todo eso había sido sustituido por silencio. Ahora vivían escondidos allí abajo, en el interior del planeta Tierra, como las cucarachas.
-¿Tú tampoco puedes dormir?
No se dio la vuelta ya que había reconocido la voz, la reconocería en cualquier sitio. Dicen que podemos recordar una cara, un momento, una fecha, un lugar; pero sin embargo, no se puede recordar una voz. Pero él sí podía, y la de aquella chica la tenía grabada a fuego en su memoria.
No respondió a su pregunta, simplemente esperó a que llegara a su lado. Cuando lo hizo, la miró de arriba abajo, como si fuera la última vez que fuera a verla, y la verdad es que era posible. Llevaba el largo pelo negro suelto, lo que hacía resaltar sus ojos grises, a pesar de que su flequillo los cubría ligeramente. Carter no recordaba ningunos ojos del mismo color que los de la chica. Su cuerpo estaba bien proporcionado, y no estaba gorda, pero tampoco estaba tan delgada como las modelos que acostumbraba a ver en la televisión, la verdad era que encontraba esos cuerpos repugnantes y enfermizos. Entonces, volvió a hablar:
-Déjame adivinar, ¿ese sueño otra vez?
-Eres increíble Kate, siempre sabes lo que me pasa.
-Ya sabes lo que pienso de ese sueño, te lo dije cuando me lo contaste por primera vez y te lo repetiré hasta que entre en la única neurona que tienes…
-No hay justicia en la muerte. Lo sé, Kate, créeme, no he dejado de pensar en ello.
-Olvida lo que dije antes, te lo repetiré hasta que entre en las miles de billones de neuronas que tienes. Eso si no me ha faltado alguna por contar. -la chica pelinegra le sonrió con cariño.
-Un ser humano no tiene tantas neuronas por mucho que tú digas lo contrario, pero me ha quedado bastante claro lo que querías decir.
Siguieron hablando durante un buen rato, muy pocas veces tenían momentos como aquel, en el que podían relajarse y olvidar todos los males aunque solo fuera por un momento. Durante el último mes habían estado huyendo por los túneles subterráneos de un lado para otro, ni Kate ni Carter sabían ya dónde se encontraban, pero de momento era un lugar seguro, y eso era más que suficiente.
-No estamos solos –dijo Carter bajando la voz.
-¿Qué? ¿Cómo que no estamos solos?
Kate empezó a ponerse nerviosa. ¿Acaso no habían tenido suficiente con estar huyendo durante un mes? ¿Qué les tocaba ahora? ¿Era así como iban a vivir de ahora en adelante; huyendo y asustados?
-Mira allí –dijo Carter señalando un punto tras Kate.
Kate se dio la vuelta y vio una sombra desaparecer. Rápidamente, como si hubieran contactado mentalmente, ambos echaron a correr tras él. Al poco rato Kate lo alcanzó, pero se quedó sorprendida cuando le vio. Era tan solo un niño, no tendría más de ocho o nueve años de edad. Era rubio, un rubio claro, y tenía unos ojos azules preciosos, se semejaban al color del mar. Pero lo que más llamaba la atención era su rostro, una larga cicatriz se lo cruzaba, iba desde encima del ojo derecho hasta la mejilla, pero lo más sorprendente era que el ojo no parecía dañado.
-¿Cómo te llamas? –Preguntó Carter con la voz entrecortada por la carrera.
-Peter, mi nombre es Peter. ¿Y vosotros? ¿Cómo os llamáis?
-Yo soy Carter, ella es Kate. Dinos como llegaste hasta aquí, ¿cómo nos encontraste?
-Yo también tengo curiosidad, pero empieza a refrescar y tenemos que controlar la hoguera del refugio. ¿Qué te parece si nos lo cuentas de camino?
-Vale, pero luego, me contaréis vosotros vuestra historia.
• • •
«Viví con ellos hasta hace unos meses, pasó el día de mi séptimo cumpleaños. Ese mismo día, los otros dos chicos experimentaron una especie de metamorfosis, crecieron de una manera sobrenatural, en unos pocos minutos pasaron de ser unos niños, como yo, con ojos brillantes y soñadores a ser unos adultos con ojos fríos y calculadores. Parecían más sabios, poderosos y más seguros de si mismos, al parecer habían alcanzado la mayoría de edad, tanto física como mentalmente. De repente, la puerta principal saltó por los aires y entraron dos hombres, yo estaba tan asustado que corrí a esconderme en un hueco que había en la despensa. Desde un agujero pude ver como mataban a los padres y se llevaban a los "niños”, los cadáveres simplemente desaparecieron.
Cuando ya no oía ningún ruido, decidí salir. La puerta estaba arreglada y los restos de lo que estábamos comiendo habían desaparecido. No salí de la casa, ya que si me veía un alienígena lo más probable era que me matara o me entregara a algunos de los suyos. Durante la siguiente semana permanecí solo en la casa, pero de pronto, cuando ya no esperaba que viniera nadie, volvieron.
Era tan solo Lia, pero estaba muy feliz de volver a verla, ahora sus ojos eran más rojos y brillantes que antes, pero todavía eran visibles el cariño y añoranza. Cuando me vio corrió a abrazarme. Me dijo que estaba en peligro, que venían a por mí, que tenía que huir. Rápidamente me explicó lo que tenía que hacer. Subí a mi habitación y metí en una mochila, algo de ropa de recambio y un par de mantas. Me puse ropa cómoda y bajé. Lia estaba abajo, ella se quedó preparando otra mochila con provisiones de comida y agua.
Entonces llegó Max. En ese momento me di cuenta de que las diferencias casi inexistentes de cuando eran pequeños se habían acentuado, ahora tan solo compartían el rojo de sus ojos. Rápidamente Max me cogió en brazos y desaparecimos de allí. Aparecimos en medio de un bosque. Me dijo que tuviera cuidado y que aprendiera a vivir allí, antes de irse me pareció oírle decir: “Sobrevive”. Durante algunos días vagué de un sitio a otro, y un día encontré una cueva, me pareció un buen lugar par resguardarme de la lluvia que se avecinaba, así que entré. Pero no estaba solo, allí había un oso, que fue quien me hizo esta cicatriz. De algún modo conseguí adentrarme más en la cueva.
Así fue como encontré la red subterránea, y andando y andando llegué hasta aquí. Ahora decidme, ¿quiénes sois vosotros?»
-Nosotros somos… -comenzó Carter.
-Supervivientes -finalizó Kate.
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Queridos lectores, soy A.
Esta historia surgió un aburrido día de clase. Me apetecía escribir un libro, pero está vez, también acabarlo. Para ello se me ocurrió escribirlo a medias con una amiga. Gracias a que nos conocemos desde hace más de cico años, pudimos complementarnos a la hora de escribirla. Gracias a eso, esta historia cobró sentido y decidimos publicarla.
Espero qur os haya gustado el capítulo. Y sobre todo que disfruteis los siguientes.
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Survivors
ActionEl futuro. La Tierra evoluciona de manera sorprendente tras la Tercera Guerra Mundial. Pero la paz no dura eternamente. ¿Qué pasa si los humanos se extinguen? Más importante; ¿cuál es el motivo de que esto suceda? ¿Y qué hay que hacer para evitarlo...