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¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Saltamos de nuestras sillas en el momento que menciona la palabra «asesinó». Nada más terminar su oración, Ares quedó en silencio, o eso creo, lo bombardeamos con preguntas de todo tipo y es imposible saber si se calló él o lo callamos otra vez nosotros con nuestras palabras.

Supongo que ninguno puede creer lo que dijo. Yo mucho menos. Tengo que tomar profundas respiraciones para evitar lanzarme a su yugular luego de que dijera que mi Rosalie era una asesina. Sé que podría ser muchas cosas, pero no eso. Nunca eso.

¿Acaso una persona puede cambiar tanto en tan poco tiempo? Sinceramente, me niego a dar por ciertas las palabras de Ares, y al parecer Apolo piensa lo mismo, porque se encuentra a mi lado tratando de controlar mi furia mientras observa de un modo muy poco amistoso a nuestro amigo.

Si lo pienso bien, sé que 40 años no es poco tiempo, si tengo en cuenta lo corta que es la vida de los humanos, pero, ¿en serio? ¿Qué podría causar que ella matara a alguien? Porque ni siquiera es «intento de asesinato», es «asesinato», punto final. Así que ella tomó una vida y la extinguió por completo. ¿Quién merecía que ella tomara esa decisión tan... ajena a su pensamiento?

—¡¿Me dejarán hablar de una puta vez?! —El grito de Ares detiene por completo el aluvión de preguntas saliendo de nuestras bocas, sus ojos azules, ahora envueltos en llamas. Al parecer, sí detuvimos su historia. Con los ojos bien abiertos por su rabia latente, retrocedemos poco a poco y volvemos a sentarnos en la butaca. Él hace lo mismo, volviendo a la silla en que estaba sentado antes de que se desatara el caos. Cierra los ojos y parece contar mentalmente hasta el infinito antes de tranquilizarse y volver a mirarnos—. Gracias.

—¿Vas a responder nuestras preguntas? —Apolo pregunta y tanto Hermes como yo le damos un empujón con nuestros codos, ¿es que no sabe cuándo cerrar la puta boca? Parece que alguien quiere perder algo más que su miembro viril.

—Rosalie asesinó a un hombre —repite, sus ojos retándonos a decir algo, pero nuestros labios permanecen sellados esta vez—, en defensa propia, motivo por el cual no llegó a ir a la cárcel. Hubo un juicio, pero el jurado determinó que todo fue en legítima defensa y blah blah blah. Al parecer, su esposo era un buen abogado.

—¿Eso es todo? —pregunto luego de que hemos esperado durante largos minutos en un impaciente silencio a que continúe.

—Eso es todo —afirma, cruzándose de piernas frente a nosotros, satisfecho—. ¿Acaso queda algo más por saber?

—Tienes que estar tomándome el pelo. —Apolo lo mira como si no creyera lo que acaba de responder, esperando que nuestro amigo se dé cuenta solo de lo que falta por decir.

—Mis manos están aquí, como puedes ver. —Menea sus manos frente a nosotros, sarcástico.

—Pásame esa carpeta, por favor —pido, y con un simple movimiento la transporto hacia mí. Hermes se levanta y se inclina sobre mi hombro a medida que voy pasando las hojas, buscando, al igual que mi gemelo.

—¿Acaso se me olvidó decir algo? —inquiere, extrañado porque continuamos con dudas—. ¿A quién mató, Ares? —Hermes pregunta luego de hojear durante unos momentos, sin encontrar la respuesta a la pregunta que nos embarga a todos.

—Oh, un hombre llamado Bustos.

—¿Bustos? —repito, sin recordar a alguien con ese nombre, aunque tampoco debería extrañarme porque pasé poco tiempo con ella... pero sí la vigilé durante un buen par de años, como la buena acosadora que he aprendido a ser, y ese nombre no me es familiar, para nada.

—No, esperen, ese es el apellido. Los humanos son tan raros —murmura, frotando sus sienes como si de ese modo el nombre fuese a aparecer en su mente, y esperamos impacientes a que siga hablando. Chasquea con sus dedos cuando el nombre llega a él, sonriéndonos complacido—. Ignacio Bustos, eso es.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora