VI

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Trato de abrir mis ojos ante el suave murmullo que hay a mi alrededor, pero se sienten demasiado pesados, cansados. De pronto, como una película, los acontecimientos recientes se repiten en mi mente y los puedo ver con tanto detalle que quiero volver a dormir y olvidarme de todo, pero la negrura en que me sumergí es algo a lo que no quiero volver, sólo se dio una vez antes, y no fue algo que quiera repetir.

Luego de que Zeus convirtiera a mi madre en un ave, cuando ya habíamos cumplido con nuestra venganza y ya le había pedido mis deseos, no supe qué hacer. La culpa me carcomía por dentro y sentía que no podía hablar con Apolo porque él estaba enfocado en sus nuevas ocupaciones y de vengarse de cualquiera que tuviera la más mínima participación en el sufrimiento de Leto. En cambio, yo no sabía cómo actuar, mi mente se encontraba en blanco, sin saber qué hacer luego de todo lo vivido en tan poco tiempo.

Y fue en ese momento que la Oscuridad me consumió, llegando rápidamente a llenar mi mente de los más oscuros pensamientos; llenos de culpabilidad, vergüenza y sólo emociones negativas, sumiéndome en un sueño profundo del que sólo pudo sacarme Atenea, a duras penas.

Nunca consulté cómo lo hizo, ni tampoco me dijo. Pero cuando desperté, ella no perdió el tiempo y me enseñó todo lo que sabía, me empoderó y dio lo que necesitaba para encontrar una especie de propósito, me dio una razón de ser.

Siempre le tuve gran admiración a Atenea, desde que supe la forma en que emergió armada de pies a cabeza desde la cabeza de nuestro padre, sin embargo, cuando me sacó de ese lugar, el aprecio por su actuar, con alguien que ni siquiera conocía, me llenó por completo. Supongo que estaría muy decepcionada al saber que la Oscuridad se ha apoderado una vez más de mí, aunque, por fortuna, ahora ha estado Apolo para sacarme de allí.

Apolo.

Su voz resalta sobre las voces que me rodean, llegan a mí como un ruido a volumen mínimo, supongo que aún sigo algo dormida, porque nuestros sentidos son siempre muy agudos y no es así como se sienten en este preciso momento.

Intento moverme para despertarme de una buena vez, queriendo salir del estado de aletargamiento en que me encuentro, odio estar así y nunca antes me había pasado. Esta sensación de inmovilidad es algo nuevo para mí, haciéndome sentir impotente por no vencer a la maldita negrura y darle con mis flechas en su negro trasero. Y sí, me da igual estar amenazando a algo incorpóreo, no es divertido sentirse incompetente.

—¿En serio crees que sea la mejor opción? Me parece algo descabellado. —La voz de Hermes llega de forma clara y nítida y me aferro a ella. Necesito despertarme, saber de qué hablan. ¿Con quién está hablando?, ¿cómo es que, finalmente, se atrevió a entrar en mi templo?

—Ha estado así por más de una semana, no sabemos en qué estado está. Ni qué le habrá hecho la Oscuridad. —Atenea. Reconozco su voz y me encojo, ya sin querer despertar, no creo estar preparada para ver su mirada de reproche. Se supone que ella me preparó para vencer esto, y aquí estoy una vez más—. ¿Tienes una mejor idea, Apolo?

—No, y es lo que me jode. Además, sigo sin poder acceder a nuestra conexión y me está volviendo loco.

¿Nuestra conexión desapareció? No, dioses, no puedo ser culpable de eso también, es vital para nosotros, ha estado en nuestra vida desde que nacimos, incluso desde antes, ya que ambos tenemos retazos de recuerdos de cuando estábamos en el vientre de nuestra madre, nuestras manos entrelazadas.

Aprieto mis ojos, que siguen cerrados, con fuerza, concentrándome. Busco el lazo que nos une y no lo encuentro por ningún lado. Temo a la negrura que se ha arremolinado a mi alrededor ahora que he presionado mis ojos, pero me niego a caer una vez más en sus brazos.

Alguien Que Amaste (Serie Más Humanos Que Dioses 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora