El canto de las vías

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¿Recuerdas la primera vez que utilizaste el subterráneo?

Comenzarías a trabajar en la gran ciudad gracias a una oportunidad que nunca pensaste conseguir. La situación del país siempre fue difícil y mucho más se dejaba notar en tu pobre y aislado pueblo, allá en la provincia. La ciudad, otra gente, vivir solo sin conocer a nadie, en fin, una aventura. Con miedo al nuevo inicio y emoción por tu nueva vida.

Después de instalarte en un pequeño departamento, en donde sólo contaban con un pequeño cuarto, cama y un rústico baño; decidiste salir a conocer un poco la ciudad, donde tus nuevas aventuras comenzarían. Caminando por esas calles oscuras, ya de noche, llegaste a la entrada del subterráneo marcada por un letrero difuminado por el paso del tiempo, e iluminado por una pequeña lámpara en pésimas condiciones, su constante parpadeo era prueba de esto. Entraste y descendiste por aquellas escaleras que guían a las personas al interior de la tierra. Sentirías la primera llamada de atención esa misma noche, como si una presencia respirará lentamente detrás de tu nuca, con un aire frío que erizaría cada vello de tu piel. Voltearías sin pensarlo, por mero instinto, para solo encontrar a un vagabundo alcoholizado, tumbado y en condiciones lamentables, balbuceando palabras irreconocibles y con su rostro lleno de pánico. Te tranquilizarías de ese pequeño susto, y dejarías pasar la sensación, culpando a tu entusiasmo y al cansancio surgido por la mudanza a la ciudad. Esa noche, no pasarías más allá de los torniquetes, y regresarías a tu nuevo "hogar" a descansar.

Al día siguiente, tu primer día de trabajo, tomaste dirección al subterráneo, lo necesitarías utilizar, ya que el pequeño departamento que conseguiste a un precio módico, se localizaba a las periferias de la ciudad y la distancia de un punto a otro era demasiado grande para desplazarte sin ese transporte. Y tú, siendo una simple persona de provincia, cambiarías tu pueblo tranquilo y lleno de paz por una ciudad tan caótica, llena de ruido y contaminación. Sentirás asombro al conocer la verdadera naturaleza de ese transporte, de ese mundo subterráneo. La cantidad de gente que entra y sale a diario por aquellos túneles, te recordará a esos pequeños hormigueros con los cuales jugabas de niño, al inundarlos con agua y a esas pequeñas hormigas intentando escapar y salvar lo máximo posible de su hogar, entrando y saliendo, entrando y saliendo sin parar, llevando en sus lomos sus pequeñas larvas. La velocidad de los trenes te tomará por sorpresa y darás un salto atrás golpeando a otra persona, mientras tus cabellos ondean al ritmo de las corrientes de aire generadas por estos monstruos de acero y aluminio. Te intimidará esa marea de carne, sudor pestilente y ruido que se genera durante las horas picos, cada mañana y cada tarde.

Sentirás la claustrofobia cada vez que ingreses al vagón, apretado y aplastado, sumido a un pequeño espacio y la angustia que causa el calor del vecino, las gotas de sudor que recorren tu frente y que caen lentamente de tus cabellos hasta llegar al cuello, sentirás la desesperación contagiosa de la gente por llegar a su destino, el mal humor, los gritos, los golpes y el estrés. El ritmo tan rápido y preciso del caminar de la gente, que en unos días terminarás por imitar para subsistir en ese mundo subterráneo. Recorrerás sin fin de sucios pasillos llenos de comerciantes y gente, vulnerables a asaltos y uno que otro pervertido.

Después de meses de utilizar este servicio, comenzarás a moverte como los demás, pero nunca te acostumbrarás. Odiarás el transporte y te preguntarás si por el simple hecho de estar metros bajo la tierra, es que el subterráneo imita al infierno. Si la marea de gente, a la cual perteneces, se mueve sin conciencia propia, como entes sin vida, sin mente y sin alma yendo hacia un destino peor que el purgatorio. Pensamientos tontos que pasan por una mente desgastada por el trabajo y el sueño. Despertarás de tu pequeño letargo y continuarás tu camino. En los días de mayor estrés, te distanciarías de la corriente del río que conforma la gente, para observar, desde un pequeño rincón, a las personas que utilizan el subterráneo para vender mercancía de mala calidad, las peleas típicas de parejas tóxicas y los golpes ocasionados por lo roces y empujones de la gente. Notarás un patrón que te parecerá divertido, por qué siempre será mejor ver desde un lugar seguro, a estar inmiscuido en esas situaciones. Y retornarás a esa corriente con el único objetivo de llegar a tu pequeño departamento y descansar para seguir otro día de rutina.

El canto de las víasWhere stories live. Discover now