Cristal y porcelana

439 33 62
                                    

I.

Quinella era feliz.

Desde que obtuvo el poder de su mundo, fue feliz.

Era alabada y apreciada, amada y admirada, joven y bella, que podía lograr todo. Lo más cercano y realista a una deidad que los demás insignificantes seres tenían para contemplar. Porque ella sabía, que esas tres diosas de leyenda en realidad no estaban en su mundo.

Al menos, aún no envíaban a alguien para serlo.

Si no hay dios, yo lo seré.

Eso se había declarado.

Pero entonces Quinella se dió cuenta que envejecía, y que, no tenía el total control en el mundo. No lo podía manipular por completo, y eso la frustró.

Y Quinella fue infeliz.

II.

Quinella era feliz otra vez.

Desde que obtuvo su cuerpo perfecto, fue feliz.

Porque ella era una diosa la única con verdadero poder en el mundo que podía conseguir todo, superar todo, hasta poder tener a su disposición el manejo absoluto.

Entonces ella pudo dar delicadas vueltas y pasos finos, en un baile de hermosura y perfección que sería eterno.

Se rió, soltando una armoniosa y delicada melodía. Disfrutando el sonido de su voz también perfecta.

Se construyó un cuerpo de porcelana y un castillo sin errores de cristal, con caballeros leales de cristal que estarían a su cuidado.

Pero los que tenía no bastaban. Necesitaba más, y más. Mucho, mucho más.

Más poder, más control.

Y aunque Quinella sonriera de manera angelical, su podrido interior se volvía a encontrar insatisfecho.

III.

Quinella no podía estar más contenta.

A sus pies había llegado la alma que podía ser la más poderosa con la mente más débil que había visto. Oh, era fantástico el simple hecho de verlo.

Sabía que él era especial, que por algo fue moldeado de esa forma hasta ahora. Él estaba destinado a convertirse en el caballero de cristal más poderoso para servirla y protegerla, sí. No por nada estaba fascinada y muy feliz con poder tenerlo.

De cabello rubio y maravillosos ojos verdes, con un rostro bello, suave, que toda reacción que cambiaba lo hacía ver hermoso.

Lástima que perdería esa cualidad.

Teniéndolo aprisionado entre sus brazos, pegado a su perfecto y joven cuerpo, con su largo y precioso cabello que le serviría como resguardo.

Quinella se sintió dichosa.

IV.

Quinella estaba en el punto máximo de la felicidad.

Era bella, tenía poder, poseía peones poderosos, y justo ahora estaba al lado de su creación más fuerte.

Eugeo era simplemente maravilloso.

Maravilloso era el tenerlo a su disposición.

Y ella danzaba, antes sola, sin embargo ahora tenía una compañía digna de estar a su lado.

Él también, ahora era perfecto. Su rostro bellamente serio lo demostraba.

Entonces ellos bailan, sobre la superficie que Quinella construyó con años de esfuerzo. Giran, se mueven con gracia y elegancia, ella mueve sus caderas preciosamente y la mano de él que reside en su cintura le acaricia tanto como puede.

Sucede una vuelta, y otra más, guiados por la melodía que entonan sus vacías almas. Cuando ella se hace para atrás dejando fluir su cabello cual cascada lila y levanta su pierna, Eugeo la toma y la levanta más, terminando en satisfacción y la pose de un baile acabado. Quinella ríe magnífica, incluso complacida de ese tacto discreto de la mano del rubio por el largo de su pierna.

Quinella es inmensamente feliz.

V.

Quinella era feliz.

Era feliz cuando tenía a Eugeo a su lado.

Un leve pinchazo se sintió en su pecho cuando vio como la dejaba y abandonaba la perfección.

Bueno, parece que su tiempo juntos fue más efímero de lo que creyó.

Pero eso no fue lo que la amargó, fue el hecho de que quiso intentar detener sus planes junto a otros entrometidos.

¡Ja! Como si pudieran.

Pero...

Nunca tuvo que ignorar cuando el cristal comenzó a agrietarse.

Porque, la grieta siguió creciendo. Entre sus caballeros, entre su castillo, entre su mundo...

Cuando Eugeo se deshizo como el más fino y delicado de todos los cristales...

Todo lo demás terminó por explotar.

Y su cuerpo también se quebró.

Después, sucedió aquello que tanto temía y tanto se esforzó por evitar.

Su mundo ya no tenía a su dios.

Su mundo ahora estaba hecho pedazos.

Porque todo el cristal armado y la porcelana finalmente sucumbieron.

Quinella fue feliz.

Entonces desde lo más alto ve por última vez lo que ella misma formó, y sonríe.

Fue muy feliz.

Baile de cristal y porcelana ⚘ 𝘀𝗮𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora