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—¡Miriam! —mi madre salió de la cocina en cuanto escuchó la puerta de la entrada.

De hecho, ya esperaba aquella reacción. Había dormido fuera y aunque le había mandado un WhatsApp avisándole, seguro que se estaba preguntando dónde, y sobretodo con quién, había pasado la noche.

—Buenos días —saludé, yendo directa hacia las escaleras.

Tenía que cambiarme, porque una niña morena y con cara de muñequita me esperaba delante de casa de su tía, custodiando a Yaco. Se trataba de mi ex-cuñada, redondeando la surrealista situación.

Después del accidente, me había costado mucho tener a Yaco suelto o dejarlo con alguien sin tenerle yo un ojo encima; pero por alguna razón, dejarlo con Clara me había dado tranquilidad.

Claramente estaba bajo los efectos de lo que sentía por Ana. ¿Cómo me iba a dar tranquilidad dejar a un perro loco con una niña de cuatro años y poco? En fin.

—¿Qué hacías en casa de Noe? —preguntó, levantando una ceja, apoyada en el marco de la puerta.

Me detuve con mis manos aferradas a la barandilla y un pie ya en el primer escalón.

—Oye, qué cotilla eres, ¿no? —bromeé, porque de repente me sentía hasta con ánimos para eso.

—Ay cariño, es que por esta ventana se ve todo —se encogió de hombros mi madre, que por muchas excusas que quisiera poner, era todo lo cotilla que no éramos los demás habitantes de aquella casa. Lo curioso era que lo había empezado a ser los últimos años, porque antes no era así. Yo diría que cuando mi hermano se fue de casa y yo volví a mi rutina con Héctor, a mi madre le empezó a abundar el tiempo libre y tuvo que buscarse un nuevo entretenimiento. —Y al escuchar el coche llegar, pero ver que no entrabas...

—¿Dónde está papá? —pregunté con un interés sincero, aunque pudo parecer un intento de desviar el tema.

Los domingos solían ponerse los dos a la cocina, preparando la comida familiar.

—Está con tu hermano e Inés, han llegado hace un rato y se han ido a ver no sé qué terreno de por aquí.

—¿Un terreno? —pregunté. —¿Para qué? ¿Quieren volver al pueblo?

—Algo se traen entre manos —dijo mi madre. La observé con atención, esperando que continuara hablando. —Creo que quieren comprarse una casa para veranear aquí.

—Pero si ya tenemos ésta, ¿qué más quiere? —fruncí el ceño, sin entender muy bien las motivaciones de mi hermano.

—A ver, Miriam... Puede que, si la familia crece, ya no quepamos todos aquí. O que necesiten más intimidad. ¿Eso no lo habías pensado?

—¿Que Efrén tenga hijos?

—Pues claro. Tarde o temprano pasará, digo yo —se encogió de hombros mi madre.

Me quedé un poco descolocada. Claro, era algo con lo que yo ya contaba porque Inés era muy niñera; pero Efrén nunca me había hablado del tema, y que ahora de repente, se pusiera a buscar segundas residencias aquí sin comentarme nada antes... Simplemente me sorprendió.

—Sí, sí... —asentí algo dispersa. —Bueno, pues... Subo a cambiarme que me voy otra vez.

—¿Cómo que te vas otra vez? —preguntó mi madre, sin entender nada.

—¡Voy a pasear a Yaco! —grité desde arriba de la escalera.

—Pero si ya ha salido esta mañana con tu padre —se extrañó ella.

—Ay mamá, pues lo saco otra vez, ¿qué quieres que te diga? —respondí mientras que entraba a mi cuarto y me empezaba a quitar la ropa sin tener muy claro qué me iba a poner a continuación.

Aún me tienes. QLBEPL2 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora