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El viento se hacía sentir, logrando mover la capa azul a espaldas del príncipe y su muy desordenado cabello, aunque también, refrescándolo, alejando el tono rojizo en su rostro.

Pero aún así, la pregunta implícita lo marcaba. Le hacía presión y no fue capaz de ocultarla por mucho tiempo.

- ¿Cómo? -finalmente dijo, rindiéndose.

El Monarca se agachó y se sentó en la suave hierba del claro en donde se encontraban, cruzando sus pies hacia adentro y descansando sus antebrazos en los pantalones que cubrían sus muslos. Jeongguk hizo lo mismo, sólo que despojándose de la capa y colocándola donde tenía previsto sentarse, muy cerca de la tierra mojada a las orillas del riachuelo.

El ser místico levantó la ceja, pero no tuvo oportunidad de presentar un comentario, ya que el heredero, al observar el gesto de la criatura, inmediatamente agregó:

- Debido a que mis ropas son de alta costura, es difícil lavarlas en ciertas ocasiones sin llegar a romperlas, por lo que trato de no ensuciarlas demasiado y dificultarle sus respectivas tareas a los criados.

El Monarca asintió en comprensión, pero al mismo tiempo pareciendo satisfecho con su respuesta, y a Jeongguk se le infló el pecho, casi sintiendo orgullo de sí mismo.

- Eso está bien, su alteza, pero, ¿qué hay de la capa? ¿no es importante?

Jeongguk levantó el brazo e hizo un gesto con su mano para restar importancia al hecho.

- Lo es. Sin embargo, siempre puedo esconderla y lavarla yo mismo, pues la tela es gruesa y no se daña con facilidad, a diferencia de mi vestimenta habitual que si necesita de cuidado. Mis manos inexpertas son capaces de realizar la tarea -respondió con simpleza.

Entonces la sonrisa que enmarcó el rostro del ser místico fue la más grande que Jeongguk tendría el honor de presenciar alguna vez, y sus ojos, de por sí rasgados, se escondieron detrás de sus párpados.

El corazón del joven sufrió de taquicardia al ser totalmente consciente del momento. Había logrado conseguir esa expresión en el rostro del Monarca. Él. Había hecho sonreír al ser más poderoso de ambos reinos.

Y el más hermoso también, le susurró una voz.

Si eso no era una bendición, entonces no sabría qué lo era.

- Bendecido sea el Reino de Miracles -susurró, recordando las palabras de los soldados que aún esperaban por él-. Bendecido sea -y tragó fuertemente, mientras admiraba la etérea belleza del Monarca. Una belleza que jamás podría olvidar.

Monarch [Jikook/Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora