Prólogo

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Cierro los ojos, estoy cansado. Cristales rotos, humo y sangre por todas partes. Un túnel oscuro. Luces que me ciegan y que me permiten vislumbrar tan sólo unas sombras difusas, borrosas. Personas que hablan y que tan sólo escucho sus voces como si yo fuera ajeno a ellas, como si estuviese sumergido bajo el agua y no me llegase clara su señal.

Comienzo a caminar por el interminable túnel. Un pasillo estrecho y angosto con unos flexos parpadeantes que iluminan mi camino. Estoy rodeado de puertas de color negro. Intento abrir un par, pero están selladas.

Giro el pomo en la tercera a la izquierda y al fin, ésta se abre. Una señora de avanzada edad me mira y sonríe, me invita a entrar. Descansa sobre una mecedora leyendo un libro.

—Síentate —Me dice recolocándose sus gafas de lectura.

Intento darle una respuesta, pero al tratar de abrir mi boca no me es posible, no puedo emitir sonido alguno ni preguntarle dónde me hallo. Siento que algo atraviesa la profundidad de mi boca hasta rozar mis cuerdas vocales y dejarlas paralizadas. Sólo puedo avanzar hasta ella, notando que me siento más ligero, como si mi cuerpo flotase.

La puerta se cierra automáticamente cuando tomo asiento, y ella comienza a leer. Cada palabra que escucho, puedo verla y sentirla. Yo estoy ahí, omnipresente, visionando todo lo que le ocurre a esas personas que aparecen en las historias de ese viejo libro. 

COMA: Antología de relatos terroríficosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora