La primera vez que vi a Gabriel supe que haría cualquier cosa por él. Pero jamás pensé que llegaría hasta este punto...
En estos momentos me cuesta respirar. Me cuesta hasta pensar, y no es que sea una persona que se bloquea con facilidad en las situaciones de estrés. Pero tengo que reconocer que mi jefe tiene algo... Algo que me ciega. Y por más que lo he intentado evitar, ahora mismo estoy a su completa disposición.
Su duro cuerpo se aprieta contra el mío y yo voy perdiendo la cordura por momentos. ¿Se dará cuenta del efecto que provoca en mí? Un nuevo ruido en la habitación nos hace volver a tensarnos, y no puedo evitar soltar un jadeo al notar sus músculos sobre mí. Llevamos varios minutos encerrados en ese armario, rezando todo lo que sabemos para que Adrien se vaya pronto a su siguiente clase. No recuerdo muy bien el hilo de pensamientos que nos trajo hasta su cuarto, pero aquí estamos, transformados en los villanos de París, pillados en mitad de un registro al hijo de mi jefe por cierta sospecha sobre su implicación con la heroína con la que tratamos de acabar. E inevitablemente, cada vez estamos más pegados... Me cuesta hasta tragar.
Adrien enciende el ordenador como si no tuviera prisa. ¿No estará pensando saltarse su clase de esgrima, no? Le pienso poner más tareas por ello. Aún no se ha dado cuenta de que tengo ojos en todas partes. Ah no, chaval; madre sabe más... Ni he pensado en ello, pero mi expresión debe haber cambiado porque ahora Hawk Moth me mira con el ceño fruncido.
-¿Qué ocurre, Mayura?
-Ese chico se está burlando de mí. Como no estoy, pretende saltarse su horario, y no se lo puedo consentir.
Mi jefe me mira seriamente durante unos segundos más, y luego aparta la vista.
-Tranquila, que no eres su madre. No te preocupes de eso ahora.
¿En serio me acaba de decir eso? Me dan ganas de subir la rodilla con fuerza y patearle la entrepierna.
-¿Perdona?
Intento sonar todo lo enfadada que pueda dentro de los susurros que únicamente puedo emitir. Entonces él se gira hacia mí y se acerca a mi oído. Puedo notar su aliento en mi cuello mientras me habla con voz ronca.
-Ahora mismo tenemos cosas más... Importantes de las que preocuparnos. Y más... -noto cómo aspira profundamente y eso me hace estremecer- peligrosas.
No puedo evitarlo y me excito a pesar de la situación. A pesar de no poder moverme, de la tensión del momento, de que mi pequeño Adrien pueda llegar a descubrirnos en nuestra forma malvada y odiarnos. Incluso con todo eso, el efecto de Gabriel es mucho más intenso. Tengo que hacer acopio de todas mis fuerzas para mantenerme firme y no sucumbir ante las ganas de probar esos tentadores labios que me sonríen con mezquindad. ¿Cosas peligrosas? No tienes ni idea, Gabs...
Intento apartar esas ideas de mi cabeza. No es el momento ni el lugar. Si me lanzara a devorarle él ni siquiera podría defenderse por no hacer ruido.
Un momento...
¿Y si...?
No, venga Nath. Concéntrate.
Pero la concentración me dura poco cuando cruzo la mirada con mi jefe. Tiene un brillo especial en los ojos, y me atrae de una forma irremediable. Trago saliva, intento contenerme. Pero entonces él se roza sutilmente con mi cuerpo. Con la parte baja de mi cuerpo. Noto cómo, discretamente, se aprieta contra mi vientre y coloca ambas manos en mis caderas. O se detiene ya o no respondo de mí misma.
Entonces, un leve gemido nos distrae de nuestra nube particular. Adrien observa fotografías de Ladybug en el ordenador, y parece extasiado con ello. ¿No pretenderá...? No, no pienso aguantar eso. Prefiero que descubra que soy la enemiga de París antes que ver cómo se desahoga delante de mí. Cojo mi abanico y le llamo por teléfono. El timbre le despista y da un salto sobre la silla. Bien, llamada de atención, conseguida. Le veo coger el aparato y asustarse aún más. Se levanta de la silla contestando mientras carga con su mochila para ir a clase.
-Ya voy, Nathalie. Me he entretenido un momento, pero ya estoy bajando.
Por supuesto, yo no pensaba contestar. De hecho colgué la llamada en cuanto le vi ponerse en marcha. Al no responderle, el chico se puso un poco nervioso pero supongo que se le pasará enseguida. Le veo salir de su cuarto justo en el momento en que noto que una de las manos de Hawk Moth se coloca en mi trasero. ¿Qué ha pasado aquí? Le miro extrañada, y su gesto es una revelación. Puedo ver picardía en él. Incluso... ¿Deseo? ¿Por qué debería haber deseo en la cara de este hombre? En la mía, vale, lo entiendo. Pero ¿en la suya?
Estruja mi nalga con su mano y me aprieta aún más contra él, haciendo que suelte un jadeo que no puedo contener.
-Llámale.
-¿Cómo dices?
-Llama a mi hijo ahora mismo, y dile que sabes que pretendía saltarse la clase.
Como una autómata, vuelvo a abrir el abanico que hace las veces de comunicador y teléfono móvil, y le vuelvo a llamar. En cuanto el chico descuelga, siento otra presión en mi trasero y me hace suspirar. Genial, este tío me la va a liar.
-Adrien, espero que no estuvieras pensando faltar a tu clase de chino.
Un corto silencio en la línea, que Gabriel aprovecha para llevar su otra mano hacia uno de mis pecho. Joder, empiezo a perder el juicio.
-Tengo esgrima, Nathalie.
Mierda. Me he descubierto. Yo no puedo tener un fallo de ese tipo. Miro los ojos juguetones de mi jefe y veo que sonríe con placer mientras yo lucho por mantenerme serena .
-Estoy pensando en el castigo que te voy a imponer por pretender hacer novillos.
Las manos sobre mi cuerpo volvieron a apretarme con fuerza. Mientras la una juega con mi pecho haciéndome casi imposible no gemir de placer, la otra apega por completo mi pelvis contra... ¿qué es eso tan grande y duro que noto en mi jefe? No puede ser... Está igual de excitado que yo. Pero... ¿por qué? El chico vuelve a hablar tras un suspiro.
-Vale, estudiaré una hora de chino en cuanto llegue de esgrima. -De repente, Gabriel se lanza contra mi cuello y lo muerde sin reparos.- ¿Algo más? Voy a montar en el coche ya.
Apenas me doy cuenta de lo que dice Adrien. El placer que me provocan los dientes de Hawk Moth es tan extasiante para mí que no puedo evitar dejarme llevar.
-Sí...
-Dime.
Al escuchar la respuesta vuelvo a tocar con los pies en el suelo y mi mente se despeja un poco del baño de morbo que me estoy dando. ¿Y ahora qué le digo?
-Em... tu padre cenará contigo esta noche.
-¿Qué? -les oigo a los dos decir a la vez. Bien, ya la he terminado de liar. A ver cómo salgo de ésta.
-Te espera a las ocho en el comedor.
Los dientes de mi jefe se vuelven a clavar con ansia en mi cuello mientras sus manos se colocan en mis muslos bajo mi vestido y van subiendo poco a poco. Suelto un trémulo jadeo y le noto sonreír sobre mi castigada piel azul.
-¡Genial! ¿Cómo lo has conseguido? -Bueno, mejor no te lo cuento, jovencito.- No importa. Muchas gracias, Nathalie.
Ni siquiera me doy cuenta de cuándo cuelga. Hace rato que mi cerebro está desconectado y sólo sigue los eróticos movimientos de mi villano predilecto. Dejo caer el abanico al suelo mientras noto sus manos recorriendo todo mi cuerpo bajo la ropa mágica que me proporciona Duusu. Coloco las mías en sus fuertes brazos y siento la tensión de sus músculos bajo mis dedos. Es tan deliciosa... No me puedo creer que ésto esté pasando. Cuando los mordiscos se detienen y él se separa un poco de mí, me doy cuenta de que mi fantasía toca su fin, pero la expresión con la que me está mirando ahora mismo hace que se me retuerza todo por dentro.
-¿Quién te ha dicho que hoy cenaré con Adrien?
Sus manos abandonan mi cuerpo y de repente me siento vacía, excitada y hundida al mismo tiempo.
-Lo... -me cuesta articular palabras- Lo siento, señor. Yo... no estaba concentrada en la conversación con el chico y... bueno, dije lo primero que se me pasó por la cabeza.
No sé cómo ocurre, pero de repente me está mordiendo el labio inferior. Y está tirando de él con fuerza. Me hace daño, pero aun así disfruto de ese dolor. Jadeo y noto mi aliento de vuelta en mi cara al chocar contra la suya. Eso me excita más. Mis manos suben por sus brazos hasta colocarse detrás de su cuello, apretándole contra mi boca.
Le estoy besando.
Estoy besando a Gabriel Agreste.
Y... dios, cómo besa.
Me corresponde enseguida y yo me estrecho aún más contra su cuerpo dentro de ese pequeño armario en el que empieza a hacer un calor insoportable. Él me abraza y se vuelca aún más encima de mi pequeño cuerpo azul. Noto su peso sobre mí, y a la vez, una humedad delatora en mi zona más íntima. No puedo con él, me resulta demasiado irresistible y creo que lo empieza a saber. Se separa de mí y me mira con... ¿lujuria? Madre mía, cuánto le deseo...
-Aquí soy yo quien decido.
¿Por qué me da la sensación de que no está hablando de la cena? Me incorporo un poco intentando recuperar el control de casi todo mi cuerpo, y miro por la rendija de la puerta para confirmar que no haya nadie en el cuarto. Necesito salir de aquí cuanto antes. Pero no llego a abrir la puerta cuando noto las fuertes manos de Hawk Moth en mis caderas de nuevo. De un tirón me aprieta contra su enorme y endurecido miembro, y tan sólo de sentirlo entre mis nalgas empiezo a salivar. Mi cuerpo reacciona solo y muevo el trasero al contacto con aquel suculento bocado tras de mí, arrancando gemidos en él que no esperaba de ninguna manera. Suenan tan sexys que inconscientemente arqueo la espalda y me apoyo por completo en su pecho, pasando una mano por su cuello para sujetarle de alguna forma. Ahora mismo le imagino así, tal cual estamos, penetrándome con fuerza mientras grito su nombre...
Joder, no, no me puedo dejar llevar. No en este momento.
Intento zafarme de su agarre y de su embrujo, pero no consigo ninguna de las dos cosas y me quedo aferrada a él, excitada y sin poder remediarlo.
-Gabriel... -me traiciona mi voz. ¿De verdad he dicho eso?
Siento sus labios sobre mi cuello y cómo su lengua empieza a pasearse por la zona entre besos y succiones. Me está matando, y tengo que hacer algo para detenernos ya o creo que no podré responder de aquí a un par de minutos.
-¿Sabes que me pone muy cachondeo cuando me llamas por mi nombre?
Venga, más yesca a la lumbre. Todo mi cuerpo empieza a arder con insistente necesidad, y cuando siento que una de sus manos baja por mi vientre hasta colarse bajo mi vestido para buscar mi intimidad, creo que exploto de deseo. Sus dedos juegan por esa zona, acariciando y apretando, pellizcando y masajeando una y otra vez, haciéndome soltar fuertes jadeos contra la puerta del armario. No puedo evitar retorcerme de placer ante sus atenciones. Hacía tanto tiempo que las imaginaba en la soledad de mi cuarto que vivir ésto me hace pensar que forma parte de un sueño.
De repente, Hawk Moth se detiene y vuelvo a sentirme vacía y desolada, pero entonces abre las puertas de un golpe y me saca de allí a trompicones. No me da tiempo a pensar en nada, antes de ser consciente de lo que está pasando ya me encuentro tumbada sobre la cama de Adrien con la exigente lengua de mi jefe buscando la mía. Y vaya que si la encuentra... Me aferro a él igual que a la vida, mientras con sus besos me la da sin saberlo. Mis manos repasan sus fuertes músculos por encima del traje, y noto cómo las suyas buscan explorar mi figura. Necesito sentirle piel con piel, me voy a volver loca por el deseo que siento.
Gabriel deja mi boca para bajar hasta mis pechos, los cuales empieza a mordisquear por encima del traje sin pudor ninguno. Gimo, gimo como hacía muchísimo tiempo que no gemía, y me dejo llevar por el momento clavándole los dedos en los hombros. No sé si es que se lo ha tomado o como una petición o una señal, pero veo que empieza a bajar para meter la cabeza bajo la falda de mi vestido. Entonces empieza a mordisquear también esa hipersensibilizada zona, que de no ser por el traje estaría completamente empapada. Se me escapa un grito que parece gustarle, pues aumenta sus atenciones.
-Joder, Gabriel. ¡Sigue!
Y él arremete con más brío aún. Estoy a punto de correrme, no sé cómo se lo tomará Duusu. Pero parece que de momento no tengo que preocuparme demasiado porque mi objeto de deseo se separa de mí. Me enfado un poco, me acaba de dejar a las puertas del orgasmo, el muy cabrón, y chasqueo la lengua en señal de desaprobación.
-¿Qué te pasa, mi querida Mayura? ¿Esperabas algo más?
-No me jodas, Gabriel -contesto apartando la vista de él, cada vez más molesta.
-Al contrario, eso es justo lo que voy a hacer... -su tono se transforma en uno diferente, ronco, grave, sexy. -Para que aprendas que aquí las decisiones las tomo yo.
Vale, me he perdido. Tanto dentro de su conversación como en el morbo que desprende en estos momentos el villano de París. Me agarra la cara y la gira para obligarme a mirarle, arrastrándome a esa espiral de deseo de la que no soy capaz de salir desde hace un rato. Se me escapa un suspiró desesperado que le hace sonreír, confirmándome que realmente está interesado en torturarme sexualmente. Así que tanteo buscando la forma de conseguir que continúe con lo que tiene en mente.
—¿Qué quieres?
En respuesta, hunde la nariz en mi cuello y aspira profundamente, haciéndome estremecer por completo y dejándome fuera de combate. Sin decir nada más, se levanta de la cama y empieza a registrar en los cajones de su hijo. Le escucho soltar una malvada risita cuando por fin encuentra lo que quiere, pero no me da tiempo a girarme para ver de qué se trata pues en una fracción de segundo vuelve a estar sobre mí. Pasa sus manos por mis brazos, acariciándolos con calma hasta llegar a mis muñecas, las cuales sujeta con fuerza y me obliga a alzar para ponerlas por encima de mi cabeza. Siento que me coloca algo alrededor de una de ellas, parece algún tipo de cuerda o cordón gordo, y la aprieta fuerte. Mi otra muñeca sufre el mismo destino, y yo sólo puedo sentirme extrañamente ansiosa de ver cómo va a terminar todo esto.
Tira de ambas cuerdas para abrirme los brazos y dejarme totalmente dispuesta, indefensa ante él. Podría dar un tirón y romper ambas, pero necesito saber qué planes tiene mi jefe antes de hacerlo porque parece que está amarrando el otro extremo de cada una de ellas a algún punto en la cama. ¿En serio me está atando a la cama de Adrien? Por un lado, siento un poco de rechazo ante esa idea. Pero por otro lado me consume el morbo al pensarlo. Deseo tanto a ese hombre que me daría igual que me poseyera en lo alto de la torre Eiffel o incluso en su guarida...
Cuando acaba de fijar las ligaduras, doy un par de tirones y compruebo que son bastante recias. Probablemente sin la fuerza del prodigio no pudiera romperlas, pero parece que Gabriel ha pensado lo mismo que yo al verme hacer ese leve gesto.
—Deshaz tu transformación.
—¿Cómo? —pregunto sin terminar de aclararme ni de en qué mundo estoy.
—Caed, alas negras. —El brillo morado que le envuelve me ciega por un segundo, y cuando vuelvo a abrir los ojos me encuentro con mi jefe en su forma civil, a horcajadas sobre mi cuerpo.—Ahora tú.
No tardo ni dos segundos en pedirle a Duusu que me devuelva a mi rol diario de seria secretaria, con la salvedad de que sigo atada a la cama del hijo de mi jefe, y éste me mira con superioridad y picardía desde arriba, quitándome las gafas y deshaciendo parte de mi peinado. Empiezo a pensar que tal vez no ha sido buena idea dejarle hacer eso... Pero cuando su boca devora la mía de nuevo, todas mis dudas se disipan y la lujuria puede conmigo. Alzo las caderas para frotarme con él, y sus manos empiezan a bajar por mi cuerpo desabrochando todos los botones que encuentran a su paso. La chaqueta queda abierta sobre la cama y él accede a mi vientre levantando el suéter rojo que llevo, acariciándome por debajo de él y accediendo a mi sujetador, el cual aparta para liberar mis pechos. Con una mano los acaricia, primero uno y después el otro, creándome una sensación de necesidad abrumadora que repercute en mi cada vez más húmeda intimidad. Pero cuando le oigo gruñir es cuando más me excito. Le está gustando tocarme, y eso me hace sentir poderosa, sexy, pero a la vez desesperada. Vuelvo a mover las caderas inconscientemente buscando el siguiente paso, que no se hace de rogar demasiado y mientras pellizca uno de mis pezones, con la otra mano empieza a apartar mi pantalón para poder acceder con más facilidad. Mete la mano y busca aquello que está ansiado ser encontrado, lo acaricia con cuidado y empieza a torturarme como jamás lo habían hecho antes. Jadeo una y otra vez, tratando de contenerme lo suficiente como para disfrutar de ese juego a pesar de mis ganas de que ese hombre me posea, pero siento que voy a acabar llegando al final más pronto de lo que pensaba. Me tenso y Gabriel lo nota, sabe que estoy a las puertas. Acelera sus movimientos para hacerme estallar de placer sobre su mano, y cuando lo consigue sonríe complacido buscando de nuevo mis labios antes incluso de que acabe de evaporarse el rastro del orgasmo recién vivido en mis entrañas.
Creo que podría morir aquí, y ahora. No necesito nada más que ésto en mi vida. O eso creo hasta que veo a mi jefe lamiendo eróticamente mis fluidos de sus dedos. No sé cómo lo hace, pero de repente vuelvo a estar totalmente preparada para lo que quiera hacerme, y él parece que tiene la misma predisposición... Empieza a tirar de mis pantalones para quitármelos. Es la primera vez que me siento tan expuesta ante él, y en parte me da miedo lo que pueda pensar sobre ello, o sobre mí. Pero cuando mi ropa interior desaparece y su lugar lo ocupa la boca de Gabriel se me olvidan todos los miedos y sólo existe el placer que me provoca mi jefe. Me retuerzo una y otra vez, tratando de llevar las manos a la cabeza que hay entre mis piernas haciéndome sufrir calambres en el vientre que se reparten por el resto de mi cuerpo en décimas de segundo, pero al notar las ligaduras el morbo se multiplica de una forma tan brutal que me hace casi gritar. Es frustración y placer. Es miedo y deseo. Es que es tan caliente ese frío hombre...
Su lengua repasa mi clítoris justo antes de morderlo con la suavidad justa para hacerme volver a iniciar el descenso en picado hasta otro orgasmo más necesitado aún que el primero, y éste no pienso dejar que se lo pierda.
—Voy a llegar, y quiero tu boca ahí pegada hasta que termine.
Él se separa un poco y me mira por encima de mi cuerpo. ¿Cuándo se ha quitado él las gafas? No importa. Me gusta más así.
—¿Crees que estás en posición de decirme lo que debo hacer?
Ah no, ahora no es momento de jugar, cielo.
—¡Qué no dejes de comerme, Gabriel!
Y mi querido villano no me decepciona. Vuelve a hundir la cara en mi intimidad y sigue dándome placer hasta que me corro en su boca. Es la mejor sensación que he tenido en mi vida. Mi autoritario y controlador jefe, siendo sometido por su sumisa asistente a la que tiene atada en la cama de su hijo. Joder, sólo de pensarlo...
En algún momento entre mis últimos jadeos y mis tórridos pensamientos, Gabriel ha abandonado su posición entre mis piernas para colocarse de nuevo a mi altura y besarme con ganas. Está tan excitado como yo, y eso me encanta. Aprovecha para levantar mi suéter y exponer mis pechos desnudos ante su hambrienta mirada, de la que disfruto sabiendo que soy el motivo y el plato fuerte. Pero sus manos no van a ellos como yo esperaba, sino que van a su propio pantalón para desabrocharlo y sacar su enorme erección delante de mí.
Mientras se desnuda de cintura para abajo, pienso que me encantaría poder meterme todo eso en la boca y disfrutarlo, suave, despacio, hasta el final, y de nuevo, como si me leyera la mente, se acerca hasta mi cara y me la ofrece en bandeja de plata. Me lanzo como puedo a degustarla mientras vuelvo a retorcerme sin poder evitarlo, intentando no perderme la exquisita imagen de mi jefe gimiendo al techo mientras sujeta su miembro para mí. Chupo una y otra vez, succionando con fuerza y jugando con mi lengua sin descanso, cuando le veo temblar. Estupendo, ya está a punto.
—Nathalie, voy a terminar... —En respuesta, aumento la intensidad se las succiones, sabiendo que va a entender la obviedad de mi gesto. —Estás... Aaggh... Joder, cómo me gusta. No voy a aguantar más. —Baja la mirada hacia mí, con una sombra de lascivia en ella. —Abre la boca.
Accedo. Ahora mismo, accedería a cualquier cosa. Puedo ver de reojo cómo él sigue jugando consigo mismo sin dejar de mirarme, hasta que noto un líquido caliente y espeso cayendo dentro de mi boca. Algo cae también sobre mi cara, pero no es algo que me importe demasiado en este momento. Sólo quiero guardar la imagen que veo ahora mismo para el resto de mis días. Trago varias veces el regalo que mi jefe me está dando, aprovechando para volver a lamer y chupar aquel palpitante y enorme juguete del que no me quiero deshacer nunca. Él gruñe al ver el espectáculo que le doy, y sé que lo estoy haciendo bien. No puedo sentirme más orgullosa de mí misma.
Con dificultad, Gabriel se coloca a mi lado para dejarse caer sobre la cama respirando con fuerza, reponiéndose. Aunque a decir verdad, yo también necesito un poco más de aire del que me entra ahora mismo... Le miro sin saber si debo actuar como antes, con ternura, con indiferencia... No lo sé, la verdad. Este hombre es un misterio hasta para mí. Tanto, que no me esperaba lo que viene a continuación. De un salto se coloca de nuevo sobre mi cuerpo y vuelve a besarme. Estoy empezando a hacerme adicta a estos labios, y no creo que sea conveniente. Entonces siento cómo se acomoda entre mis piernas y guía su miembro a la entrada de mi sexo, aún chorreando por la excitación del momento anterior. Yo siento que me deshago por dentro al notarle, y no sé de dónde, me vuelven a salir fuerzas para darle a mi jefe todo lo que me pida. Fuerzas, y deseos, claro está. Alzo la cadera buscando que ahonde en mí, y en parte lo consigo, pero él se retira levemente para no dejar que me salga con la mía, y como estoy inmovilizada no puedo hacer nada más que frustrarme y desearle más. Suelto un gruñido desconforme con haberme quedado sin lo que tanto ansiaba, y él se ríe al oírme. Maldito, lo tiene todo calculado.
Empezamos un juego de roces, gemidos y besos, aderezados con algunos mordiscos que suben aún más la temperatura entre los dos. No puedo moverme, no puedo hacer nada y eso me hace hervir por dentro, cosa que parece gustarle bastante, ya que noto su virilidad cada vez más dura contra mi entrada mientras hago círculos con mi cadera buscando una satisfacción que nunca llega. Y de repente, sin aviso previo y sin imaginarlo, se introduce de una estocada dentro de mí haciéndome gritar por la impresión. Es una sensación tan deliciosa... Los dos nos mantenemos un momento quietos para acostumbrarnos a lo que sentimos, mirándonos a los ojos como si estuviéramos tratando de leer en los del otro su opinión sobre lo que estaba pasando. Un segundo. Dos. Tres. ¿Tal vez Gabriel se estaba arrepintiendo de ello? Me muevo incómoda por el escrutinio al que estoy siendo sometida, pero sólo consigo que el placer nos inunde a ambos de golpe haciendo que se abran las puertas del infierno para nosotros. Él cierra los ojos y empieza a moverse sobre mi cuerpo, embistiendo cada vez con más fuerza. ¿Cómo puede sentirse tan bien? Este hombre es un dios, es perfecto en todo lo que hace. Me siento tan llena de él en este momento que me arde el pecho. Le deseo con toda mi alma, y el no poder tocarle me molesta demasiado. Forcejeo con las ligaduras con la vana esperanza de que cedan, y mi jefe ríe ante mi desgraciado intento de sentirle aún más.
—Gabriel, por favor. Suéltame.
Él me besa con una sonrisa perversa.
—¿Quién me asegura a mí que no vas a salir corriendo si lo hago?
Me vuelve a dar un empellón que me saca todo el aire del cuerpo. ¿Cómo querer irse de allí?
—Yo. Te aseguro que lo último que quiero es abandonar esta cama.
Parece complacido con mi respuesta. Vuelve a besarme mientras sigue penetrándome con ansia, y a las pocas embestidas, siento que las ataduras de una de mis manos se afloja y por fin puedo moverla hasta su cuerpo. Lo primero que hago es acariciar su nuca como tantas veces había soñado, cerciorándome de que lo que estoy viviendo es real, y cuando noto mi otra mano liberada enseguida la llevo a la fuerte espalda de mi jefe y clavo los dedos en ella a través de la ropa. Él me aprieta aún con más fuerza y sus envites me hacen jadear sobre sus labios.
Dios, cómo le deseo.
Enredo mis dedos en su pelo mientras sus manos recorren mi cuerpo bajo la ropa que me queda, y su miembro llega lo más profundo que su enorme longitud puede. No puedo más, estoy muriendo de placer y mi vida se va con Gabriel Agreste y cada sensual movimiento de su pelvis contra mí. Es deseo en estado puro. Es necesidad inminente. Es... Es perfecto. Nunca me había sentido más completa.
Pero no, aún no quiero que ésto acabe. Le sujeto fuerte con las piernas y me ayudo de los brazos para dar un empujón y dejarle debajo de mí en la cama. Ahora dirijo yo, y la cara de sorpresa de mi jefe bien merece la pena el esfuerzo. A horcajadas sobre su duro cuerpo, y completamente llena de él, empiezo a moverme en círculos mientras subo y bajo lentamente de tanto en cuanto. Le observo disfrutar y sujetarse a las sábanas con ambas manos mientras le inunda el placer. El placer que yo le estoy dando. Apenas puedo creerlo, pero está ahí la prueba, puedo verlo. Y eso me hace sentir poderosa. Ahora soy yo quien mete las manos bajo su ropa para degustar con la yema de los dedos ese torso que me muero por ver, y aprovecho todo lo que puedo para grabar en mi memoria aquello que probablemente no vuelva a tener. Sigo con mis movimientos buscando hacerle sufrir de placer, a la vez que yo intento retener mi orgasmo todo lo que puedo, ya que esta vez pretendo terminar al mismo tiempo que él. Me sujeta las caderas y empieza a gemir cada vez más alto mientras acelera mis movimientos con sus manos, y yo siento que no voy a poder cumplir mi deseo, pues estoy a las puertas del cielo. Todo se nubla a mi alrededor, el placer me arrastra y empiezo a caer en picado hacia un sinfín de sensaciones incontrolables. Oigo a Gabriel gritar, gruñir y gemir de nuevo. Noto sus dedos clavados en mi carne, sus uñas arañando mi piel. Es demasiado delicioso para seguir conteniéndome, y acabo explotando sin remedio con una intensidad brutal. Me dejo llevar, mecida por el placer, hasta que todo termina en un oscuro eco al fondo de mi vientre, y cuando vuelvo a mirar al hombre que aún tengo dentro, le encuentro sudoroso, agotado y completamente satisfecho. Al final, he conseguido hacer que llegáramos juntos al cielo y cayéramos de nuevo al infierno al mismo tiempo, con nuestras sensaciones de la mano en ese viaje en el que he creído morir varias veces. Él está extasiado y aún ni siquiera me mira. ¿Y ahora? ¿Qué debería hacer? ¿Me tumbo a su lado y espero a que nos recuperemos antes de dar el siguiente paso? Tal vez sería lo más conveniente, pues no puedo mover ni un músculo ahora mismo. Me dejo caer sobre su pecho y ruedo con dificultad mientras libero mi intimidad de su agresivo invasor. Puedo oír un gruñido cuando está fuera del todo al fin, y siento cómo sale de mi interior todo el líquido que llevo reteniendo dentro un rato. No alcanzo a mirar, me puede la pereza, pero estoy segura de que las sábanas han quedado bien pringadas con ello.
El brazo de Gabriel me rodea y me pega más a su cuerpo, cosa que me sorprende en exceso.
—Espero que ésto no sea un impedimento para que sigas trabajando para mí.
Joder, qué sutil... Tomo aire y respondo sin inmutarme, cerrando los ojos y lo más natural que me sale en este momento.
—No tengo ningún inconveniente. ¿Lo tienes tú?
Sé que no lo tiene, pero necesito que me lo diga él mismo. Empieza a acariciar mi pelo desordenado y suelta todo el aire de sus pulmones antes de responder
—Para nada.
—Y... ¿Vas a... Necesitar de estos servicios especiales muy a menudo?
Le escucho soltar una gran carcajada. Al menos tenía que intentarlo... Y oírle reír de esa manera me llena de vida el corazón. Cuando para de reír, lleva una mano a mi mentón y lo sube para hacer que le mire directamente a la cara. Sigue sonriendo, eso es buena señal... ¿No?
Me besa. Os dios mío, me está besando de nuevo. Y ha sido totalmente voluntario y fuera de programa. Es un beso corto, suave, precioso. Me siento hasta... Querida.
—Creo que sí, mi querida Nathalie. Me parece que los voy a necesitar con bastante frecuencia. He de decir que estoy muy complacido con tu trabajo.
Vale, ahora me toca a mí reír. Vuelvo a apoyar la cabeza sobre su hombro y me relajo, suspirando con una amplia sonrisa en la cara, cuando un ruido tras de mí me alerta. No me da tiempo a girarme para ver qué ha sido eso, cuando el grito de Adrien me dice que alguien ha llegado pronto de su clase de esgrima. Es sencillamente genial, porque acaba de encontrarse a su padre y a su asistente, desnudos de cintura para abajo, abrazados en su propia cama, completamente deshecha y hecha un asco. Y algo me dice que todo ésto me va a tocar a mí explicárselo. Me incorporo pesadamente, con todo el cuerpo dolorido, a la vez que Gabriel, buscando ya la excusa que le voy a poner al chico.
—Hijo, Nathalie te lo explicará todo. Yo tengo trabajo. Por favor, que nadie me moleste en toda la tarde.
Y dicho ésto, se coloca los pantalones que recoge del suelo mientras a mí se me desencaja la mandíbula la sorpresa de su acción. Ya me esperaba algo así, pero... ¡Será caradura!
Bien, no tengo otra salida. Enrollo la sábana sobre mí, rehago mi moño como puedo y me planto delante del muchacho con toda la dignidad y seriedad que puedo reunir. Ésta va a ser una conversación muy difícil...
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Insanity
FanfictionGracias a un desafortunado descubrimiento, Gabriel Agreste sospecha que su hijo Adrien tiene algún tipo de relación con su archienemiga, Ladybug. Aprovechando que su compañera de fechorías organiza la agenda diaria del chico, decide investigar en su...